Viernes, 5 de noviembre de 2010 | Hoy
A 35 años de la muerte de Pier Paolo Pasolini, tanto las razones de su final como sus propias razones a la hora de pensar y de desear siguen siendo consideradas enigmas y a la vez portadoras de un secreto visceral. A todos los libros, investigaciones e hipótesis que se van sumando año tras año, Gianluca Maconi agrega el relato en forma de historieta. Un punto de vista que fuerza la diversidad de la mirada a la hora de reconstruir una historia que va mucho más allá del personaje protagonista.
Por Diego Trerotola
Poner el cuerpo en el kilómetro cero. Volver atrás para dar una nueva versión de los hechos, otra más. Dibujar y dar de nuevo: Gianluca Maconi se atreve a hacer una historieta alrededor del asesinato de Pier Paolo Pasolini. Y lo hace, justo así, trazando un perímetro alrededor del cuerpo del cineasta, centro y motor del relato, para construir un sistema donde orbitan nuevas posibilidades: ahora no sólo decir (elaborar una, otra hipótesis sobre su muerte), sino también mostrar, el lenguaje de la historieta como punto de vista diverso. Las primeras imágenes de la historieta, como un policial neorrealista, parten de documentos, como la escena del hallazgo del cadáver, que se reproduce con un dibujo de la foto más famosa que circula sobre la escena: el cuerpo cubierto por un manto yace en un descampado de Ostia, y es el espectáculo vedado de una tribuna improvisada de curiosos. Esas imágenes testimoniales parecen pertenecer al primer universo de referencia visual de Pasolini: el neorrealismo cinematográfico, donde la Italia de la posguerra imaginaba un relato, un futuro sin disimular la verdadera dimensión del desastre. “Han dicho que tengo tres ídolos: Cristo, Marx y Freud. En verdad mi único ídolo es la Realidad. Si he elegido ser cineasta al mismo tiempo que escritor, se debe al hecho de que en lugar de expresar esta Realidad a través de esos símbolos que son las palabras, he preferido el cine como medio de expresión: expresar la Realidad a través de la Realidad”, escribía Pasolini. Si ésta es una historieta de no ficción es por compartir la creencia en esa misma realidad mayúscula, siempre provocativa por huir frontalmente de la metáfora, por ser física hasta el erotismo de los márgenes, pero también por incluir la poesía.
Aquí está Alberto Moravia en el funeral, con el discurso de despedida, con su frase célebre sobre la muerte del poeta. En el germen autoral de Pasolini, en su libro publicado en 1942, Poesie a Casarsa, ya está marcado su carácter poético. En pleno régimen fascista, Pasolini escribió sus versos en friulano que, como todo dialecto, era combatido por Mussolini y sus aliados en su afán de construir su idealista Italia uniforme. En su juventud, coherente con su filosofía de vida, Pasolini ya plantea que la palabra poética no es puro símbolo, sino también índice: una forma de hablar que señala un lugar concreto de procedencia, letras con pies en la tierra, el dialecto como manera de resistencia a la neutralización. La palabra como nexo con lo real, la voz como materia rebelde al idealismo. Otra forma poética de “materialismo dialéctico”.
La noche del 1º de noviembre de 1975, Pino Pelosi, alias “Rana”, fue encarcelado por robar el Alfa Romeo 2000GT de Pier Paolo Pasolini. Esa misma noche, a su compañero de celda le confesó haber asesinado a Pasolini: era menor de edad y muchos creyeron que aceptaba la autoría del homicidio porque sabía que la pena iba a ser breve. Pelosi era el tipo de partenaire sexual que prefería el cineasta, un joven con estilo borgate, del subproletariado romano, un ragazzo di vita. Desde ahí, en cada reconstrucción del asesinato y del encuentro con Pasolini, Pelosi fue bastante confuso, desdiciéndose varias veces. Sin embargo, fue el único condenado por el crimen. La historieta no sólo reconstruye las horas alrededor del affaire con Pelosi, sino también los últimos encuentros de Pasolini con el periodista Furio Colombo y la cena íntima y romántica con su actor fetiche (en un sentido erótico) Ninetto Davoli, horas antes de su muerte. Originalmente publicada en italiano en 2005, la historieta apareció el mismo año que se editó la entrevista completa de Colombo y que Pelosi habló en televisión, declarando por primera vez que había otras personas más durante la golpiza macabra, aunque el caso no se reabrió. Tanto las hipótesis de crimen político como las de crimen de odio siguen dando vuelta en investigaciones periodísticas y documentales, aunque la Justicia italiana no volvió a revisar el caso. El momento crucial más sofisticado del guión visual de Maconi es la larga entrevista de Colombo, donde logra repasar tanto hitos del siglo XX como las películas de Pasolini, en un montaje de imágenes imbricadas con palabras lúcidas del cineasta poeta, dando cuenta de cómo su pensamiento era una amenaza al orden mundial, que, en ese momento, tendía al caos. Bajo el título “Estamos todos en peligro”, Pasolini repasa en la entrevista desde la lógica de la educación a las formas de la violencia contemporánea, un pensamiento que todavía está vigente pero que entonces alertaba del peligro global más sangriento de los ’70, encarnado en el vuelco a la derecha que esa década dio en gran parte del mundo, especialmente en Latinoamérica. La pena porque parte de ese pensamiento haya estado inédito no tiene que ver con la necesidad de los militante antiburgueses y libertarios de esa época de tener ideólogos a la altura de Pasolini, los había; lo terrible fue no tener un poeta de su altura en el campo de batalla, para hacer más dignas la vida y la muerte. La dignidad de una belleza sin las reglas de la modernidad, esa que Pasolini no se resignó a que desapareciera en Italia y la siguió volviendo realidad en sus películas, principalmente en las exploraciones emprendidas como una suerte de antropología poética, en varios de sus documentales por el Tercer Mundo.
Se puede argumentar que parte de la historieta, en su afán de ilustrar el asesinato, se vuelve algo pacata y pierde parte del homoerotismo que tuvo la noche de yiro que Pasolini emprendió ese 1º de noviembre, que si bien terminó de manera macabra, empezó genuinamente como una forma de erotizar el espacio público, los márgenes, una experiencia casi extinta de la actual cultura gay a la que no sólo el cineasta, sino que gran parte de su generación, sostuvieron con una valentía, con cada terminal nerviosa en éxtasis. Sin embargo, hay que decir que la estrategia más acertada de Maconi es erotizar el cuerpo de Pasolini, reciclando estrategias narrativas en paralelo, en la yuxtaposición y contraste de temporalidades, que el cineasta experimentó en películas como Porcile, Edipo rey, entre otras. Tomando un relato de Apuntes para un film sobre la India (1968), la historieta hace de Pasolini un marahá que se enfrenta a una familia de tigres famélicos, agonizantes. Esa historia cruza los hechos de esa noche siniestra, literalmente hablando: el diseño de las páginas está partido por viñetas luminosas, sensuales, de Pasolini frente a los tigres, mientras alrededor se desarrollan las secuencias posibles del asesinato, en estética fúnebre, casi de un expresionismo caricatural. La luz encandilada de ese erotismo animal desnudo (donde incluso se ve la pelvis peluda de Pasolini, su hermoso pubis luciferino) es una historia paralela que se superpone a la matanza bestial: la animalidad es menos violenta que la humanidad. En ese diálogo entre formas, en ese espacio visual y narrativo ecléctico donde se amalgaman imaginación, estéticas y reconstrucciones testimoniales, la historieta no sólo anula una linealidad para entender los hechos y dar más complejidad al caso, sino que propone un rito sacrificial que, aunque parece políticamente incorrecto, conjuga sociología, política, erotismo y poética restituyendo la provocación como experiencia transversal que Pasolini logró encarnar, diluyendo la frontera entre su vida y su obra. Por eso, Maconi termina con una cita a Bestia da stile, una obra de teatro de Pasolini. En primera persona, uno de sus personajes adelanta desde la ficción el posible grito primario de Pasolini en la escena del crimen, una noche de hace 35 años, cuya luz y oscuridad todavía pueden encontrar eco en la realidad actual: “Y en protesta quiero morir de humillación. Quiero que me encuentren muerto con el sexo desnudo, con los pantalones manchados de semen blanco, entre sorgos lacados de un líquido color sangre. Me he convencido de que incluso los actos extremos de los que sólo yo, su actor, soy testigo en un río al que nadie se acerca, habrán tenido al final un sentido”.
El caso Pasolini.
Crónica de un asesinato
Gianluca Maconi
Editorial Gallo Nero
Madrid, 2010
www.gallonero.es
Además de la historieta de Maconi, el libro incluye un prólogo de Furio Colombo, una cronología del caso actualizada y un estudio de Francesco Barilli.
En la sala Lugones, Corrientes 1530, todavía se pueden ver tres películas del ciclo Vigencia de Pier Paolo Pasolini, incluyendo su obra póstuma Saló o los 120 días de Sodoma. Para consultar programación:
www.teatrosanmartin.com.ar
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