Viernes, 12 de noviembre de 2010 | Hoy
ES MI MUNDO
Un huracán para las mujeres enamoradas, insultos contundentes para las injusticias de esta vida, humor que rima, amor que se transpira en el escenario y, sobre todo, ritmo de cumbia, pero cumbia con k. Después de cantar y triunfar por México y Europa, las Kumbia Queers presentan aquí su nuevo disco, La gran estafa del tropipunk.
Por Paula Jiménez
Las Kumbia Queers estaban en una de las ciudades más prolijas del mundo, Viena, cuando dejaron mal estacionada la camioneta que habían alquilado. “En una bicisenda la dejamos”, dice Juana Chang, y estalla de risa. Resultó que, más rápido que un bombero, las autoridades vienesas acarrearon el vehículo que contenía todo, desde el equipaje completo de las seis integrantes de la banda hasta el sonido. Por suerte lo recuperaron. Un robo hubiera sido un desastre. Pero no lo fue. La camioneta volvió a las Kumbia y las Kumbia volvieron a la vida cuando el disgusto pasó. Es que su experiencia de Europa dista bastante de la de mucha gente. Fuera de cualquier lugar común, la Europa de este grupo argenmex, integrado por Ali Gardoki o Ali Gua Guancó (voz), Juana Chang o Juana Charang (voz y charango), Pat Pietrafesa o Pat Cumbiadáver (bajo), Inés Laurencena o Inés Spector (batería y percusión), Pilar Arrese o Pilar Zombie Jackson (guitarra, coros y teclados) y Octavia o Rocktabia Bevilacqua (teclados), bastante lejos está del estereotipo. Estas chicas que se divierten como locas cuando tocan su personalísima kumbia en cualquier escenario del mundo, se traen de recuerdo una Europa comunitaria, desprolija, irreverente, solidaria. Una experiencia queer. “Queers en el sentido de lo raro”, aclara Ali. Término que excede la connotación sexual. Es que esta mexicana se define queer no sólo, aclara, porque le puede gustar un hombre y una mujer: lo es por vivir aquí y allá, porque le gusta la cumbia, la electrocumbia y el rock, y quizás, al igual que sus compañeras, lo sea por haberse decidido a entregarse con todo –con todo– a la música, que es lo que más le gusta en la vida. La Europa que estas seis chicas traen de Europa se parece más al “hazlo tú mismo” del Queertopía (un festival sueco al que fueron invitadas a participar. “Sólo que, más que ‘hazlo tú mismo’, ahí, más bien, no lo hacía nadie”, remata Chang. Chan), que al contrato artístico con todo pautado. Aunque –las cosas como son– el contrato tampoco les faltó: viajaron producidas por unos alemanes y en Alemania dieron una serie de 13 conciertos en bares y boliches; y tanto allí como en Dinamarca, España, Suecia, Holanda y Austria (donde grabaron un vinilo) llamaron enormemente la atención de la prensa, que les sacó notas de todos los tamaños y colores, desde pequeños avisos y comentarios hasta contratapas de importantísimos diarios. En total fueron 23 los shows. Pat confiesa su sorpresa ante la reacción de la gente en general y de cierta gente en particular: “Hubo conciertos en los que el público enloqueció. De golpe vimos que se empezaban a poner en pelotas. Pero en pelotas literalmente”. Se refería al concierto de Munich, donde las almas desenfrenadas que hacían de público, ayudadas por el intenso calor y la efervescencia del verano, se fueron desnudando mientras bailaban hasta quedarse sin nada puesto. Nada. Esta anécdota podría reafirmar el mito y el prejuicio de que cuando ciertos europeos desandan el camino de su corrección, no se reservan una pizca para sí; pero sería inexacto decir que ese público era tan sólo europeo. Ni ese ni los otros públicos. “Siempre había un uruguayo, un mexicano, un argentino yéndonos a ver por Europa”, dice Juana.
“Para nosotras, la palabra queer forma parte de un chiste: tiene que ver con que nos sentimos más queer que queens –cuenta Chang–. Un término que engloba otra cosa, que está bueno tenerlo en el nombre, pero que yo veo como bastante clase media. De hecho somos parte de muchos estudios queer de un montón de facultades en el mundo, desde que empezamos. Ya en 2008 viajamos a Canadá gracias a la tesis de una piba que quería mostrar que el lesbianismo se estaba poniendo un poco más divertido.” Esto ocurrió un año después de haber comenzado a tocar juntas, y muchas más cosas insospechadas empezarían a pasar a partir de ese momento. El éxito de los shows, la repercusión de su música, la grabación de dos discos, las giras. Más allá de que éste sería, básicamente, el proyecto de toda banda, la mayoría de ellas nunca pensó que llegarían a concretarlo a través de la cumbia. Todas venían de diferentes bandas, pero se reunieron por una gran afinidad que trascendía sus preferencias musicales particulares. La bajista Pat Pietrafiesa –integrante también, junto a Pilar Arrese, del legendario dúo She Devils, que desde mediados de los ‘90 suena fuerte en el ambiente del punk rock– nos habla de las vueltas del destino: “Siempre quise tocar en un grupo y viajar y hacer montones de cosas que con las Kumbia hacemos. Para mucho de lo que se está dando ahora, de alguna forma, es como si me hubiera estado preparando por un montón de tiempo. Nunca pensé que iba a querer tocar cumbia. Pero creo que nuestras experiencias particulares nos llevaron a esta combinación. Cuando me lo propusieron, no estaba en un buen momento y dije que no me gustaba, que no entendía. No imaginé que iba a durar. Me animaron las ganas de tocar con ellas. Nos quedamos un mes ensayando, hicimos una fiesta y fue bastante poderoso lo que pasó. Con esa primera fecha me sentí completamente enganchada. Las seis hicimos lo suficiente para vernos un tiempo después en México y continuar”. Según Ali, con las KQ todas encontraron a sus compañeras ideales para hacer música. Algo que en su país nunca le pasó, porque las mujeres, dice Ali, en México son “un canal aparte”. La propuesta de la cumbia viene de su mano y de la de Inés. Ali Godarki tocaba electrocumbia mientras que Inés Laurencena cumbia sonidera, que es una variante mexicana que surge de la combinación de la cumbia colombiana mezclada con sonido y efectos electrónicos.
Cuando tienen que hablar de sí mismas, prefieren decir cosas como que si en Dinamarca la prensa les dio tanta bola fue porque en Dinamarca no pasaba nada. Sin embargo, sus giras sugieren otra cosa. En 2010 no conquistaron sólo Europa: México estuvo antes. En 30 días hicieron allí 25 conciertos desde Guadalajara hasta Mérida y, como si fuera poco, participaron de la 11ª edición del Festival Iberoamericano de cultura musical Vive Latino, un enorme evento transmitido por televisión para todo el país. Juana dice que en la tierra de Ali –a la que ya visitaron cuatro veces– se las identifica más con la escena rockera que con la queer. “Es que allá lo queer sucede –explica Pat– sin el peso ideológico que tiene esta palabra.” La misma Ali dice que en México la palabra queer no conlleva la carga académica que tiene en el Viejo Continente o en otros lugares del mundo, incluso en la Argentina. Que queer es la Plaza Garibaldi del DF, una meeting point donde se concentran todas las alternativas, pero que no es ni más ni menos que una pequeña muestra de lo que existe, esparcido y entremezclado, en el extenso mundo. Travestis, cantantes, bisexuales, punks, cumbieros, en fin, las rarezas que crecen a los márgenes de un centro imposiblemente ínfimo: el de la corrección política. En La gran estafa del tropipunk, el último disco de KQ –cuyo título, que surgió de un gran debate intragrupal, refiere a La gran estafa del rock and roll de los Sex Pistols– hay temas tremendamente incorrectos. La canción “Mal carácter” comienza con la voz de Chang gritando: “Andate a la concha de tu madre”. Y el tema “Yo no fui” (inspirado en el proyecto artístico y social homónimo que María Medrano y Claudia Prado llevan adelante con las mujeres presas en la cárcel de Ezeiza) dice: “Me acusan de robo, me acusan de fraude / que soy la culpable, culpable de amor / Maldita mi suerte / no tengo clemencia / y hasta mi abogada / alega demencia / sentencia de amor... / Yo no fui / se los juro que yo no fui / (...) La culpa fue tuya, pero yo caí”. Las lesbicumbias, sello característico del repertorio de las KQ, son en La gran estafa... tan jugadas y divertidas como las de su disco anterior, Kumbia, nena!, cuyo hit “Mi chica del calendario” salió en 2008 como pan caliente. En este último disco, el tema “Huracán” profesa una “cumbia huracanada para las enamoradas”, mientras que la letra de “Daniela” narra la graciosísima historia de una chica que hace de todo por amor: “Hace cuatro meses que yo vengo a este boliche / para verte bailar entre la gente / Hace cuatro meses / sólo pienso en sacarte a bailar / Daniela, ¡si supieras! / Me anoté en una clase de ballet / me teñí, me depilé y adelgacé / cambié mucho en este tiempo, Danielita / si me ves, no me reconocés / (...) Si supieras todo el hambre que pasé / si supieras todo lo que transpiré / todo el esfuerzo que hice para esto / ¿Y todo para qué? / Si nunca me animé (...) Como nunca supe tu nombre / te llamo Daniela, pero podría llamarte, Pamela o Laura, Lucía / (...) Dalma o Gianina”.
La gran estafa del tropipunk fue producido por Pablo Lezcano, de Damas Gratis. Para hacer este disco, las chicas se metieron de lleno a investigar sobre la cumbia, estableciendo un compromiso completamente diferente al que tuvieron con Kumbia, nena!, al que “entraron como en chiste”, dice Juana, porque todas ellas venían del rock. El disco se seguirá presentando de aquí en adelante en diferentes fechas en la Argentina y será la excusa para divertirnos y hacer bailar a un público que, según dicen ellas mismas, baila bastante mejor que el europeo.
Sábado 13: TRANSformando la Diversidad.
Ciudad Universitaria de Córdoba, a partir de las 2 hs.
Viernes 19 de noviembre: Fiesta Invasión,
en Niceto, a partir de la 1 hs.
Viernes 26, Centro Cultural La Estación de La Plata.
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