Se podría pensar que después de la intensa cobertura periodística que se generó a partir del debate sobre el matrimonio igualitario, los medios habían acumulado el millaje necesario como para no despistar en el despegue. Sin embargo, en general las notas periodísticas, tanto las que dieron cuenta de la XIX Marcha del Orgullo LGBT como las que no (porque obviar la movilización de más de 100 mil personas también es una decisión editorial) mostraron todo lo contrario. Salvo las honrosas excepciones no hubo una cobertura acorde con la magnitud de la marcha.
Por un lado porque, desde una visión superficial, se deduce que la posibilidad de contraer matrimonio resuelve todo. Obviamente, ha sido un paso fundamental en la lucha por derechos largamente postergados y el resultado histórico de la concurrencia de múltiples actores sociales –medios de comunicación incluidos–, pero de ahí a considerar que los cambios necesarios para batallar contra la discriminación se agotan allí es algo en lo que resta trabajar intensamente.
Mención aparte merece el registro periodístico del diario La Nación, que en su edición impresa del domingo 7 de noviembre comete varios errores graves. El primero es el titular que reza: “Piden los gays poder cambiar sus nombres”. Conste que no es una humorada de Barcelona, aunque bien podría serlo. Confundir a los lectores que bien pueden interpretar que el objetivo de la comunidad Glttbi de este año es poder ponerse un nombre artístico en el DNI o tal vez cambiar de nombre para volver a meterse en el closet, quién sabe. No entendieron que estamos hablando del reclamo por una ley de identidad de género largamente postergada. Obviar la necesidad de una reglamentación que adecue la documentación registral para frenar la larga serie de injusticias a la quedan expuestas las personas travestis, trans e intersex que van desde la invisibilización hasta la muerte temprana.
Para informar no es necesario contar con un posgrado en estudios queer: basta con tener la capacidad de escuchar y así poder percibir que la identidad, el género y la orientación sexual no son la misma cosa. Es más: para informar ni siquiera es necesario saber complicadas fórmulas estadísticas de cálculo de cantidad de personas por metro cuadrado, con mirar alcanza. Porque cuando el/la cronista de La Nación encabeza la nota diciendo que quienes marcharon fueron “decenas de personas”, la verdad es que el contraste con una multitud de más de 100 mil personas es un tanto aplastante.
De no haber sido tantos y tan flagrantes los errores y omisiones, quizá no hubieran tenido que publicar posteriormente en la versión online una nota editada con fecha anterior. Curioso salto en el tiempo que no apareció ni como fe de erratas, ni como derecho a réplica. Allí sí, como si la nota anterior jamás hubiera existido, titularon “Una multitud participó de la Marcha del Orgullo Gay” y, ampliando apenas el material provisto por agencias de noticias, arañaron un mínimo de credibilidad.
Toda noticia es una construcción subjetiva, una mirada que pone en foco una parte de la figura y difumina el resto de la imagen replegándola al fondo. La decisión de dónde posar la mirada es política.
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