SOY POSITIVO
› Por Pablo Pérez
Desde hace varios días, cuando T llega del trabajo encuentra a P durmiendo. La última vez que cogieron fue hace dos semanas. Malhumor de T, desconcierto de P, que no sabe cómo manejar la situación que se disparó desde que empezó a buscar bareback a espaldas de su pareja.
Un lunes de mierda. T sale del trabajo, viaja compactado en un vagón de subte, llega a su casa y, una vez más, P no lo está esperando. “¿Qué le pasa a este pibe?”, se pregunta mientras prepara el mate y se mete en Facebook. Todavía siguen los comentarios de sus amigos sobre los hechos violentos y la muerte de tres personas en el Parque Indoamericano; escucha una vez más las declaraciones xenofóbicas de Macri, se indigna y putea en voz alta: “¡Hijo de puta, mentiroso, inescrupuloso!”. Mientras P finge dormir, escucha los gritos de T. “Me descubrió —piensa—. Me olvidé de borrar el historial, seguro leyó mis mensajes... ¡la concha de la lora!” Aunque ya empezaron los días de calor, P no se saca la remera delante de T porque sigue con las tetillas lastimadas desde el encuentro con el francés. Sale de la cama decidido a enfrentar la situación, aunque todavía no sabe qué va a decir.
“¡Buenas tardes! —lo saluda T sin poder cambiar la cara de culo—. ¡Qué vidurria la tuya!” “¡Cagamos!”, piensa P, mientras que T piensa, arrastrado por el enojo, cuándo laburará este pibe. “Diseñador de páginas web, ¡qué curro!” Según P, con diseñar un par de páginas al mes le alcanza para vivir, pero nunca lo vio laburando. “Ya que tenés tanto tiempo libre, podrías ordenar un poco. ¡Es un quilombo esta casa!”, dice T, y P esconde su sentimiento de culpa, lo mira como diciendo “no rompas las bolas” y respira hondo. “¿Renuevo el mate?”, pregunta. “Dale —contesta T y se queda un rato en silencio—. ¿Viste lo que están haciendo los conspiradores de siempre justo para fin de año? ¡Murieron tres personas!” Le gusta lo que acaba de decir y lo publica en Facebook. “Disculpame, mi amor, las noticias me ponen de mal humor y me la agarro con vos, no me hagas caso. Igual, ya que estamos, decime... ¿qué te pasa que últimamente te encuentro siempre durmiendo? Ya no me esperás con el mate, no me hacés masajes, no cogemos... ¿Tenés algún problema?” P se siente acorralado otra vez. Vacía la yerba en la basura, pone a calentar el agua... “No sé bien, estoy medio deprimido, pero no me preguntes por qué; no lo sé”, dice P con su mejor cara de perturbado y se pregunta cuánto tiempo más podrán seguir conviviendo así. Es verdad que está deprimido y no sabe por qué empezó, por qué la obstinación en salir a coger de trampa y sin forro. ¿Será que el HIV es una barrera que los separa, que quiere infectarse para sentirse más cerca de T y que así T deje de tener miedo de contagiarlo? ¿O será que se le pasó el amor? “Soy una mierda —piensa—, no puedo hacerle esto a T; lo único que quiere es cuidarme.” Está distraído, se le hirvió el agua del mate. Vacía un poco la pava, agrega agua fría y la vuelve a poner en la hornalla.
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