Vie 07.01.2011
soy

Las cosas como son

Dueña de una voz enérgica y particular, pionera entre las mujeres del tango, Susana Rinaldi reivindica su compromiso político con fervor militante, sus ganas de decir lo que a su generación tanto le ha costado, su necesidad de agradecer a quienes la acompañaron en el camino de la vida. Sabe que la franqueza tiene su costo cuando se es una figura pública pero, como siempre, está dispuesta a afrontarlo; enemigos, enemigas y estigmatizaciones varias ya la tienen sin cuidado. Y es una suerte que así sea.

› Por Flor Monfort

Enérgica, no malhumorada. Espontánea y sin dobleces, sí, pero eso no tenía por qué borrar de su figura popular su capacidad para la ternura. Franca, por supuesto, pero con las ganas suficientes de vivir a su manera y sin que la obliguen a dar explicaciones como para irse bien lejos cuando quiso vivir un amor en libertad. Susana Rinaldi se rebela contra el prejuicio que tiñe la mirada de los otros y también la propia, se queja de las estigmatizaciones que convirtieron su perfil público en una imagen bidimensional, con poco espesor, como si lo único que hubiera para decir de ella es que es una mujer brava. Y claro que es brava, si no, no hubiera podido desmarcarse de lo que se esperaba de ella primero como actriz, después como cantante de tango y también como figura pública comprometida con la política de su tiempo. Pero no es ese mal humor que se le endilga en los medios lo que la obliga a mirar de reojo a quien le toca esta vez como interlocutora, es simplemente un ejercicio de cuidado, una manera de estar segura de que puede hablar sin temor a falsas interpretaciones.

Cuatro meses atrás, esta cronista la entrevistaba para Las12 y, de un intercambio de dos horas que terminó siendo una nota intensa, quedó en el aire la posibilidad de un nuevo encuentro para este suplemento, del que se dice lectora y fan, dejando para este momento que finalmente sucede todos los pendientes que quedan después de una buena charla. Con 75 años que sólo se advierten por las experiencias vividas, Rinaldi posa para las fotos, pide perdón por el retraso, se ríe con el fotógrafo por el déjà vu de toda la situación (los mismos tres, en el mismo lugar y casi a la misma hora) y, ya siendo fotografiada, dice de la nada: “A mí la gente me quiere o me detesta, pero nunca un término medio”.

¿La gente que la conoce o el público?

–Todo el mundo. Hay una cosa que a mí me llama la atención: yo no soy de esta manera y de ninguna otra; que soy espontánea es cierto, abierta, que no tengo dobleces, pero también tengo momentos de gran ternura, de cariño, y eso nunca es reconocido. Es como que no existe, como que yo soy implacable. Es muy difícil que destaquen una situación de ternura mía. Creo que tiene mucho que ver la voz que tengo, la energía. Mi papá era un hombre encantador, pero tenía un tono autoritario; si yo me hubiera quedado sólo con ese tono inabordable, no hubiera hecho nada, pero me acuerdo de la caricia, de la palma de su mano. Yo soy una mujer que se ríe con ganas, pero eso no se ve: se ve el tono. El otro día me cuentan que, en la radio, Carlos Ulanovsky me saludó por mi cumpleaños y dijo: “Yo nunca la he visto con mal carácter”. Y tiene una colega en la mesa que le dijo: “La habrás agarrado en un buen día”. Ahí está el prejuicio. Con esto del prejuicio nos podemos hundir, como lo hemos hecho en muchos aspectos –y cuando digo “nos”, digo los argentinos–, sin poder recapacitar sobre lo que nos pasa. Hay un prejuicio que determina: “Este se viste de tal manera, es tal cosa”, son estigmas muy terribles.

¿Cómo siente que la afectó la mirada prejuiciosa de los otros?

–Todas las voces que están en Soy, y lo digo porque lo leo siempre, hablan de este lugar común argentino que es el prejuicio. Nosotros, los jóvenes de mi generación, no pudimos volcar nada de eso. “¿A ver si yo digo esto y me interpretan por este otro lado?”, era la pregunta. Entonces ha habido mucho silencio. Un buen día apareció un López Rega e hizo escribir alrededor del Obelisco una pancarta rodante que decía “El silencio es salud”. Eso es lo que hemos aprendido a fuego; y digo “hemos” porque también me tocó. Como yo me salí de eso, debo haber salido de mala manera...

¿Con enemigos? Porque salir de la media también tiene su precio...

–Muchísimos enemigos, pero me importa tres cominos porque, reitero, digo lo que pienso. A mí me gusta mucho meditar, pensar por qué ocurren las cosas. He perdido interlocutores muy importantes en mi vida.

¿Por ejemplo?

–María Herminia Avellaneda. Ella ha sido mi gran interlocutora, una mujer sabia en todo sentido, una gran demócrata y que, por su manera de ser parca y a veces distante, generó en mucha gente grandes confusiones: que era una persona intratable, que mejor dejarla de lado, etcétera.

¿Cómo define hoy su relación con ella?

–María Herminia fue mi gran hermana, y mirá que yo tengo una hermana que espero que no se sienta mal cuando lea esto. María Herminia fue mi hermana mayor, me amparó en muchas cosas, me supo resguardar y al mismo tiempo decirme “cuidado” en tal o cual situación, no sólo profesional sino también personal. Yo le debo toda mi carrera y le debo todo lo que soy, porque fue ella la que se jugó, la que apostó por mí. Nos conocimos en el ’58, cuando vino a buscar alumnos a la escuela de teatro para su trabajo en la televisión. Ella generó una especie de petit comité que continuaba la escuela de arte dramático. Llevar el teatro a la televisión tenía un gran significado. Y así nos convertimos Emilio Alfaro y yo en las figuritas repetidas de la tele.

¿Por qué dice que le debe todo?

–Porque ella tuvo la capacidad de discutir con algunos autores del momento sobre que yo hiciera tal o cual personaje.

¿Qué vio ella en usted para defenderla tanto?

–Decía que yo tenía una enorme personalidad, que podía trasladarla de distintas maneras a los personajes. Y la tenacidad, el estudio, la concentración... posiblemente también que no era una bobita que iba de acá para allá, sin metas.

El mundo gay la reconoce como una más. ¿Por qué pasa esto si usted nunca se admitió públicamente como homosexual?

–Pero mi parte gay llega de verdad, no llega disimulada. Además yo me he enamorado de mujeres y he podido decirlo. No he tenido que ocultarme. En muchas cosas me gustan mucho más las mujeres que los hombres, en otras no. Siento que sin saberlo mi madre me ha marcado un poco esto. Ella se quedó viuda a los 39 años y nunca más tuvo un compañero. Mamá tenía hijas mujeres y quiso preservarnos de otra persona que no fuera nuestro padre, que pudiera violarnos, por ejemplo. Lo hizo con naturalidad, no con estoicismo. Pero volcó sus sentimientos y pareceres a mi madrina. Ella fue su gran amiga, su interlocutora.

¿Por qué dice que su madre la marcó en esto?

–Me marcó en el sentido de entender que el hombre no es una cosa indispensable en la vida. Se sintió culpable cuando me separé porque ella lo criticaba a Osvaldo. Mi casa fue una casa de mujeres solas; y, siempre con un final trágico, los hombres dejando mujeres solas en la casa.

¿Usted es amiga de María Elena Walsh?

–No me puedo llamar amiga porque sería demasiado pretenciosa. Le tengo un enorme respeto y admiración.

Ella habló de su homosexualidad por primera vez hace dos años en su libro Fantasmas en el parque.

–Yo no sé si María Elena lo ocultaba antes; creo que simplemente no hablaba de ese tema. Y a mí, te soy sincera, no me gusta que me califiquen.

¿No le gusta que la califiquen porque considera que se puede enamorar de hombres y mujeres?

–Sí, es que es así. El que me venga a decir que no, miente, porque eso es el ser humano. Seguramente de la primera persona que yo me enamoré fue de la maestra. ¿Por qué está bien visto que mi nieto se enamore de su maestra y no mi nieta? Y también es verdad que yo no hablo como la mayoría, por lo tanto muchas veces no me entienden lo que digo, y ahí está la diversidad, también, en escuchar al otro con sus diferencias. La mujer es sospechada, nena, naciste sospechada y morirás sospechada. Mi hija Ligia contestó una cosa brillante a un periodista que le daba vueltas para preguntarle con quién vivía la madre en Europa (mucha gente cree que yo me fui a Europa para tapar mi homosexualidad, y no es así: yo me fui, entre otras cosas, para estar con alguien sin que me molestaran). Y Ligia le contestó: “Mirá, vos lo que me querés preguntar es si mi mamá es gay; lo que nunca me vas a preguntar es si mi papá es puto”. Se terminó el reportaje, no salió y a otra cosa.

Pero es muy importante que gente como María Elena o como usted hablen abiertamente de su sexualidad...

–Sí, es verdad. Pero el estigma es muy terrible. Si vos ponés en esta botella Coca-Cola y la gente cree que vos tomás vino es porque ya han decidido que vos seas alcohólica. Esos estigmas en la vida profesional cobran una fuerza impresionante. Y también han dicho de mí malhumorada, difícil, etc., por no poder decir con quién anda Susana Rinaldi.

En la nota anterior, usted me dijo que las mujeres la vienen traicionando. ¿Por qué?

–A mí me llama la atención que mujeres que yo tomé como hermanas mías, que han formado parte de mi tribu, me salgan con un domingo 7... Toda la vida he sido, aun sin saberlo, militante política, aun sin saber cómo era esto de militar, de compenetrarse y estudiar la historia. Tres amigas mías que compartieron muchas cosas conmigo en Europa, tres personas de bien –creía yo–, cuando decidí apoyar este gobierno, se me tiraron encima de una manera espantosa. Vos sabés que cuando uno es artista, si hay cierta gente que habla mal de vos, en ciertos círculos, otra gente cercana guarda esa imagen y después la aprovecha en contra tuyo. Entonces cuando me entero, porque no me lo dijeron en la cara, fui a ver a una de ellas, la más enfervorizada. Le dije que tenía que hablarle en su casa y ella me recibió encantada, me quería hacer algo de comer, en fin... Me senté en su living y le dije: “Mirá, yo soy un poco grande para determinarme en ciertas cosas. Soy una mujer bien psicoanalizada y no me gusta que hables mal de mí sin haberme dado oportunidad de explicar mis razones y argumentar los porqué de mi compromiso político”. Bueno, ella no me contestó, yo conté hasta tres y me fui. Y no las vi nunca más.

O sea que está dispuesta a perder amigas cercanas por defender este modelo.

–Sí, no puedo ser de otra manera y no quiero ser de otra manera. Yo no estoy en tiempo de callarme, yo nunca me he callado lo que he pensado, y lo he hecho en momentos en que había que callarse. Y esto que te cuento no me pasó con otra gente, me dolió en el alma, pero me pasó con mujeres. Otra: cuando murió Kirchner, fuimos a 6, 7, 8 una serie de personalidades. Yo no había ido a hablar, fui para apoyar ese sentimiento generalizado. Después de que hablaron Estela Carlotto, Tati Almeida, ¿yo qué iba a decir? Pero empecé a hablar y era tal la congoja que tenía, que dije mi verdad: “Yo siempre he militado en la vereda de enfrente de este señor”. Y eso lo sigo sosteniendo, yo no soy peronista y sé lo que digo cuando digo esto. Entonces dije en 6, 7, 8: “Néstor Kirchner no se pareció a nadie. Me molesta profundamente que los peronistas lo pongan con Perón y lo confundan con toda la retórica del peronismo. Me molesta porque yo lo viví a Perón y estoy en la vereda de enfrente”. Hasta que el peronismo no admita que Perón fue el creador de la Triple A, vamos a ir para la mierda. Es así, lo siento en el alma. Entonces dije: “Este señor no se pareció a nadie. No tenía una corporación militar atrás, por eso pudo bajar los cuadros”. Y Adriana Varela me contestó: “Sí, se pareció a todos nosotros”. Yo tuve ganas de decirle: “Pero m’hijita, si no entendiste nada lo que te estoy diciendo, no me contestes”. Escuchame, si se hubiera parecido a todos nosotros, la historia hubiera sido otra.

¿Piensa que eso un hombre no se lo hubiera dicho?

–Un hombre de ninguna manera hubiera dicho eso. Porque eso es competencia y cuando nosotras, las mujeres, somos competitivas, lo demostramos de esa manera.

¿Y usted ha sabido reconocer a sus pares?

–Por supuesto. Igual esto no pasa por lo profesional, pasa por lo humano. Yo eso no lo sé hacer, aunque quisiera. Molesta la seguridad con la que digo ciertas cosas.

¿Piensa que molesta de usted que no tiene asignados los rasgos que la sociedad espera de una mujer?

–Sí, soy todo lo contrario a lo que la sociedad espera. El estereotipo es muy doloroso, pero lo padecemos todos los días.

La transición suya de la actuación al tango, ¿cómo la acompañó María Herminia?

–Ella ya no estaba en Buenos Aires, ésa fui yo. Yo no sé si a María le gustaba tanto el tango, ni si entendía por qué yo había dejado la actuación.

¿No sabe o no quiere decir que a María no le gustó que usted se dedique al tango?

–No sé, porque ella nunca habló de eso. Una vez me dijo: “Hay tangos que son tangos-tangos y que vos no los ponés en tu repertorio”. “¿Cuál, por ejemplo?”, le pregunté. Y me dijo: “Por ejemplo, ‘eche amigo, nomás / échele y llene hasta el borde la copa de champagne’”. ¡Imaginate si yo voy a cantar eso! Le dije: “¿Pero vos estás loca?”. Y ella insistía en que eso era el tango-tango, entonces ahí tenés el prejuicio de la gente que no entendió por qué yo me alejé del teatro, porque creen que el tango-tango es eso.

¿Usted introdujo la diversidad en el tango?

–Creo que sí, que trabajé fuerte para que no quede una sola mirada. Los gringos me acaban de reconocer con un premio que yo metí para siempre a la mujer en la historia del tango como autora y compositora. Acá eso no lo dijo nunca nadie, ni siquiera las autoras y compositoras a las cuales yo he hecho referencia. Pero es así la vida, ¿qué vas a hacer? A los hombres los discriminan de otra manera. Es muy feo.

Pero también es muy feo ocultar que uno es lo que es.

–Es verdad. Pero el amor es en serio, es muy fuerte, no se puede parar. Yo no he hecho nada para dejar tranquilo a nadie. Eso no lo he hecho. Yo de Piro me he enamorado seriamente.

¿Y de María Herminia?

–No creo. Sí la quise enormemente.

¿Y ella se enamoró de usted?

–No sé, y ya es tarde para preguntárselo. Me ha querido mucho, pero pasó por otro lado. Yo sí la he visto metida con otra gente, mujeres y hombres. María fue un cúmulo de cosas para mí; pero el amor es otra cosa, nena.

¿Qué es el amor?

–Es una entrega total. El amor es una cosa muy grande.

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