MEDIOS
La revista holandesa BUTT, creada hace casi diez años, supo trastrocar desde su lugarcito under la cultura editorial y la estética gay europeas. Ya no más: ahora entrevistan al novio de Marc Jacobs y venden merchandising por medio planeta.
› Por Ignacio D’Amore
Seguramente imantados por un norte maricón y latino, dos holandeses se atrevieron en 2001 a romper el patrón de las correctas publicaciones gay de la época. Lo lograron fundando una revista breve, pequeña, de cuidada intimidad y depurada estética, que removería el limo cultural presente en ciertos ámbitos de la comunidad homosexual europea. Jop van Bennekom y Gert Jonkers, así se llaman, no se quedaron cortos ni con el nombre ni con el formato: la denominaron BUTT (en inglés: cola, trasero) y la hicieron imprimir en papel rosa, rosa claro, rosa glande. El logo enorme, en gruesísima tipografía, marcaba pesado el encabezamiento de la portada sin temor a sonrojar, especie de neón pastel y mate. Van Bennekom y Jonkers pretendían contestar desde BUTT al paradigma “homonórmico” y prudente de las norteamericanas OUT o The Advocate, o al de la británica Attitude, con las herramientas que quizás más hayan servido al puto para sobrevivir a todo (y a sí mismo en especial): el desenfado y el humor.
De ambiciones modestas y alcance ídem, la BUTT inició entonces sus aventuras con un primer número pura promesa: una entrevista al diseñador de modas alemán Bernhard Willhelm, semidesnudo en las fotos que la ilustran. Se clavó con esa nota uno de los formidables pilares de la línea editorial, al inducir a los entrevistados a sacarse la ropa y a contar sus experiencias y secretos sexuales más íntimos, además de alguna trivialidad pertinente, que de seguro ya había sido comentada en otras revistas, gay o no. Despacharon la entrevista a Willhelm con total frescura, como si en realidad el material publicado no fuese ni más ni menos que la desgrabación de una charla entre amigas, registrada como por arte de trolo en un grabador intruso.
Calcos y desnudos
Otro punto álgido, en ese mismo primer número, es la producción en la que un modelo, de apariencia amateur, posa copiando otra famosa producción que el metrosexual David Beckham hiciese un tiempo antes para la revista británica Arena Homme Plus. Más que una nota, en rigor, es un reclamo, pues lo que se intenta explicar es cómo Beckham, su fotógrafo y sus estilistas utilizaron en su beneficio una estética semi punk propia de ciertos segmentos del under homosexual, sin pedir permiso ni apuntar crédito alguno por su uso. Ahora bien, a quién(es) debería haberse agradecido por el permiso para hacer ejercicio de tal estética, o por qué, no queda claro. El pago de un razonable peaje en especies hubiese bastado. Lo que BUTT quiso mostrar es cómo el mainstream más acérrimo consiguió capturar con fines comerciales una tendencia ebullente entre algunos gays y la puso en vidriera, “quemándola” al exponerla e impidiendo que se la pudiese seguir rastreando como tal. Beckham nos copió, ahora lo copiamos a él.
Se permitieron asimismo dar rienda suelta a la mariconada sin tapujos y cranearon cruces desopilantes. En uno, del número 15, la franqueza de la charla deschavaba la timidez aguda del dúo de modistos holandeses Viktor & Rolf, reunidos para la ocasión con el pesado y autorreferencial trovador norteamericano Rufus Wainwright. Ellos, mudos; él, pura fanfarronería. El fotógrafo alemán e histórico colaborador de BUTT, Wolfgang Tillmans, se animó por su parte al periodismo y entrevistó a ilustres tales como el cineasta John Waters (obsesionado por la leyenda del pene a lunares de Michael Jackson) o el cantante de R.E.M. Michael Stipe (quien se define en la nota no como gay sino como queer, por considerarla “una categoría más inclusiva”).
Nuevos perfiles
Los trastornos parecen haber comenzado en 2006, cuando la über cool editorial alemana Taschen compiló lo mejor de los primeros cinco años de BUTT en un amplio volumen, también rosa, especie de ejemplar de la revista después de haber consumido anabólicos. Van Bennekom y Jonkers, junto con Tillmans, condensaron los números publicados hasta entonces en un librote, que todo el mundo compró, seguramente incluso quienes hasta su aparición jamás habían oído hablar de la revista. Gracias al respaldo y la mega distribución de una casa editorial de semejante importancia, un pequeño tesoro del submundo homosexual, que comenzó su vida con suscriptores eventuales y puntos de venta más o menos clave, fue expuesto con la mayor de las pompas y los reflectores direccionales posados sobre sus tiernas colas y sus apetitosos bultos estampados sobre páginas sonrosadas. La maniobra, a diferencia de aquella de Beckham, fue absolutamente otra, dado que los propios editores tomaron la decisión de llevar al gran público los contenidos de BUTT. Ellos mismos abrieron el abanico de llegada y de distribución. Quizás ninguna publicación sea otra cosa más que el diálogo que existe entre quienes la editan y un determinado mercado de lectores, mercado que en este caso estalló como maíz sobre la llama, transformado para siempre.
BUTT World
Poco antes que el grueso BUTT Book, Jonkers y Van Bennekom ya habían publicado el primer número de Fantastic Man, finísima y sofisticada revista para hombres de moda y entrevistas que, de tan finísima y sofisticada, adormece, y no solamente hubo libro y fantásticos hombres, ya que recientemente BUTT se asoció a la empresa de indumentaria norteamericana American Apparel, que venía distribuyéndola en sus locales, para la creación de remeras con el logo a contratono negro y rosa, y también de toallas playeras (¡!), reconfortantes caricias de jacquard puro algodón con imágenes de chongos desnudos a tamaño natural. En Necochea no se consiguen, parece, así que sólo las viajadas podrán hacerse con una, aunque —atención— por la suma nada módica de 50 euros (260 pesos, aproximadamente). El guiño al merchandising típico de las revistas colegas y la apelación socarrona a esa supuesta tendencia del gay al consumo terminan diluidos cuando una registra azorada la etiqueta del precio de la toalla o la tshirt. Mucho más top es veranear recostado sobre la lona de la abuela mientras el sol entibia entre nuestras manos las páginas de los primeros años de BUTT, cuando aún podía creerse que sus editores sólo hacían una revistita, sólo para nosotros.
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