LUX VA DE COMPRAS A UN SEX SHOP
A pesar del calor y tentadx por los hábiles trucos con que comerciantes de cualquier laya imponen sus productos, Lux sale del éxtasis que le proporciona un ventilador humano para conocer el cielo que prometen las máquinas.
Esto sólo lo hago en tu memoria mi querida tía Enriqueta, sólo por ti y ese deseo nunca cumplido del negro que te apantalle, que no será muy políticamente correcto pero en Buenos Aires y con 38 grados a la sombra es fácil, muy fácil caer en la tentación. Entonces me dejo apantallar las partes, que algo tengo que hacer con las plumas del carnaval de Gualeguaychú que me mandaron como peludo de regalo en una bolsa destinada a la gente de prensa como unx. Hay que ver el viento que puede proporcionar un tocado de plumas y una tarea bien aplicada de oralidad rítmica que sube y que baja, que sube y que baja. Tan rítmica que me aburro. Por suerte suena el teléfono y voy como locx a atenderlo, aunque no sé a quién podría esperar con tantas ganas. Voz lastimera del otro lado, recurso de señoritas, ya de repulgue estaba completx así que me negué todo lo que pude. Poco, lo que me prometían era sabroso, había que ir a comprar un regalo de cumpleaños para dos abnegadas madres múltiples que de lamerse ni hablar de tanto correr tras los críos. Y Mirta tenía una idea: “No se les dice consolador, nena –le recrimino–, eso es de la época anterior a las reuniones de tupper sex” ¿eh? Escuché del otro lado por toda respuesta. Y sí, la Mirta lo último que metió en un tupper es la lengua del marido que ese santo no se queja pero tampoco sabe usarla para nada más. “Vos decile como quieras, a mí me dan consuelo”, dijo ella. Y me mandó a ver una página de poesía pura a la que entré luego de sacudirme al chongo que ya no me apantallaba y en cambio me hacía cosquillas. “Dulce pero potente, elegante y funcional. El verdadero amor combina diseño contemporáneo con la edición clásica de la sensualidad. Tres velocidades tranquilas garantizan la felicidad y la satisfacción final. ¡Y es totalmente sumergible!” ¿Cuántas veces había escuchado una descripción tan perfecta del verdadero amor? Nunca. Eso no se compra, Mirta, no les creas, le advertí a mi prima que enseguida retrucó: “Mirá que sos paparulx, ese verdadero amor viene con funda satinada y dos pilas, que si no no da nada”. Me dejé llevar por otro espejismo: “placer que dura para siempre y recuerdos inolvidables”. Esto no podía ser a pila. Ajá, no me diga, decía Mirta en el teléfono ya ardiente de deseo de ir a buscar el regalo aunque ya veía que algo se le iba a caer en el bolsillo. Así que allí fui, rauda y sudorosa, subte, vereda, taconeo, galería -que sí, que existen- y un vergel de mil especies erguidas y dispuestas, más un puff sobre el que me derramé mientras ella, la Mirta hacía lo suyo. “Hay muchas cosas, chicxs”, decía el canchero que nos atendía sin dejar de chatear, claro que en lugar del mouse en algún momento apretó otro botón y yo empecé a ver estrellitas de colores. Sin pedirlo ni desearlo me estaban empomando a 120 p.p.m., conectada a 220 y con un dildo que no pedía permiso. Calladitx, calladitx me dejé hacer aunque el rojo de mis cachetes empezó a delatarme justo cuando el amable del mostrador se daba cuenta de que había accionado su puff erótico, pieza mágica de su vergel, que pasó a demostrar bajando las penetraciones por minuto y subiéndolas como si yo fuera un dibujito animado. Quería salir, lo juro, pero es que estaba tan encajadx que si me iba me llevaba puesto el perno. En fin, no pude pagar el sillón erótico, pero el escándalo sirvió para que Mirta comprara su regalo y se llevara en el bolsillo una bala que también tiene su romance: “combinación perfecta de tamaño y potencia, cinco velocidades y acabado brillante, de cero al éxtasis en 50 segundos”. No sé con quién lo habrán probado para tanta exactitud, entre Mirta y yo, que probamos todo ni bien llegamos a una sombra, no hubo manera de tomarnos el tiempo. ¿Para qué, si siempre se puede tomar otras cosas?
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