ES MI MUNDO
A pesar de que este año el elenco post ley de matrimonio igualitario de Gran Hermano contó con un cupo no hétero que prometía desencadenar morbo, escenas homofóbicas y tal vez algo de sexo explícito, la presencia de una lesbiana, un gay y un chico trans pasó entre los habitantes de la casa con una “naturalidad” soporífera, digna de países muy desarrollados, si es que existen. Esta semana, la partida de Cristian U, el mayor estratega, deja al descubierto a Alejandro, a quien él mismo definía como candidato a ganador y protegido. Tal vez ahora que se ha ido el hermano mayor, objeto de deseo de tantos espectadores, los ratones se diviertan.
› Por Mariana Enriquez
Esta semana la conmoción es reina en la sexta edición de Gran Hermano Argentina. Es que el lunes abandonó la casa por voluntad propia Cristian Urrizaga, “Cristian U.”, el estratega y el favorito de la gente –se autonominó para ser expulsado de la casa cinco veces, y las cinco les ganó a sus compañeros de placa por un porcentaje muy alto–; los espectadores y los seguidores se han quedado sin la gran atracción, sin el participante más interesante y más inteligente. Los productores deben estar dándose la cabeza contra la pared. El público está decepcionado. Hay temores de que el espectáculo decaiga, y mucho.
Pero hay un cambio de dinámica interesante que esta salida puede propiciar. Vayamos en busca del contexto. El juego en este Gran Hermano se planteó, en principio y a grandes rasgos, entre divinos-chetos, por un lado, y raros o menos adaptados, por el otro. El grupo de los raros estaba liderado por el imbatible Cristian U. Sus dos protegidos principales, los únicos que además se mantuvieron fieles al líder hasta la salida, fueron Luz y Alejandro. Luz es lesbiana. Alejandro es transexual masculino, y quiere ganar el juego para, con el dinero, poder hacerse la operación de reasignación de género. Cristian U. se acercó a los chicos porque creyó que sus “historias fuertes” los iban a convertir en contrincantes de peso. Pero además se llevó bien con ellos: los tres formaron un vínculo que se veía sinceramente afectuoso, y que Cristian U. confirmó como tal en su salida. Les dijo a los panelistas del Debate –el programa donde se analizan los aconteceres de la casa durante la semana– que quería que ganaran Luz y Alejandro. Que la estrategia era llegar con ellos a la final y con el cheto-raro, Martín Anchorena, que quizá por ser de clase alta resulte más freak que cualquier otro.
Ahora, solos, habrá que ver cómo se posicionan Luz y Alejandro. Ninguno de los dos es un favorito del resto de los integrantes, pero sobre todo por su alianza con Cristian.
Sucede que en este primer GH post ley de matrimonio igualitario, el más diverso de todos –hay que agregar a Emiliano, un chico gay de Córdoba, que ya fue expulsado–, los roces por discriminación que se descontaban sencillamente no ocurrieron. Alguna pequeña cosa, claro que sí. Nadie parece tener buena onda con Alejandro, pero hay que decir que el chico no es la criatura humana más sociable del planeta y para los demás, que son jóvenes más bien limitados (digamos), la “buena onda” se define por gustar de la joda la joda la joda. Alejandro quiere dormir, rezonga, no es una campanita. Es cierto: lo votan mucho y se puede adivinar un mar de fondo de rechazo relacionado con cierta incomodidad producto de su condición sexual, pero en una casa con tanta exposición, que estos chicos cabezahueca aislados y algo paranoicos expresen un voto negativo como máximo rechazo es bastante increíble. Algunos ni entendieron la condición de Alejandro, o hicieron como que sí; una chica, Natalí, rechazó su tímida seducción sin escandalizarse, y ya fuera de la casa concedió que era “divino” pero que a ella no le gustaba. El morbo de verlos besarse no aconteció, por más informes que elaborara la producción sobre las posibilidades del romance. Otro expulsado, Cristian Yáñez, que siempre le daba al chico votos negativos, insistió en que a él le caía mal Alejandro por su carácter y por “su aislamiento”, pero que no lo discriminaba. Parecía sincero, y lo argumentaba bien.
Es curioso, pero los que más batieron el parche con la condición de Cristian fueron los panelistas desde afuera, que explicaron la “disforia de género” con bastante dificultad y gritaron excitados los días más cálidos de este tórrido verano cada vez que Alejandro amenazaba con sacarse la remera –presumiblemente para ver el tamaño de sus tetillas o alguna otra falta de respeto semejante–. Y quien peor lo trató no fue ningún chongo de las cavernas: fue Emiliano Boscatto, Mr. Gay Córdoba 2008, que cuenta anécdotas sobre Ricardo Fort e imita a Mirtha Legrand (y es bastante gracioso, por cierto). Emiliano, gay con poca pluma, no habló de su sexualidad durante semanas, de modo que sorprendió a sus compañeros cuando finalmente “tiró la bomba”. Una de las chicas, Pamela, hasta llegó a lloriquear agarrada de su pierna, diciéndole que ella medio se había enamorado, que por favor le dijera que era un chiste, un juego. Emiliano fue quien más duramente criticó a Alejandro: una vez le dijo “andá a hacer pis parado”, otra: “tu historia es una pavada comparada con la nuestra –la mía y la de Luz”–; siempre lo votó, siempre dijo que no se lo bancaba, siempre se lo notó celoso porque, de alguna manera, le quitaba el protagonismo “diverso”. Es que, además, Emiliano se hiperadaptó: en seguida huyó del grupo raro y se unió al de “los pibes” (los chicos buenos lindos y chetos), al punto que, cuando dejó la casa, dijo una de las frases más francamente desagradables de todo el ciclo. Con la puerta abierta y la valija a su lado, pronunció: “Quiero que la gente sepa que los lindos podemos ser buenos, y los feos pueden ser malos”. Y adiós.
En la casa, Emiliano histeriqueó en chiste a uno de los chicos, que le puso límites muy nervioso, seguramente pensando que podría pasar por prejuicioso en el siempre presente “afuera”. Emiliano no se ofendió –tiene bastante calle– y el chico, bastante más joven de edad, estaba muy acojonado, pero no resultó violento.
De Luz no hay demasiado que decir: es coreógrafa, tiene novia, la extraña a gritos y se pregunta si ella ya habrá encontrado otro objeto de deseo, no coquetea con las chicas, no tiene roces por su sexualidad, es muy linda. Afuera a Emiliano le preguntaron por qué le decía “torta”, si no era discriminador llamarla así, y a él la pregunta le dio risa.
Ocurre en este GH algo muy particular: la sexualidad en general, no sólo la diversa, quedó de lado frente a la importancia de las estrategias de juego y las divisiones que mucho más tienen que ver con la clase, el estilo, las trampas, la sinceridad y la falsedad. Si se buscaba provocar romances gays, revolcones en borracheras, confusiones o “curaciones” pues bien: todo falló. Estos chicos tienen faltas de ortografía penosas, muy poca conversación y menos imaginación, pero la corrección política la tienen incorporada; algunos más, otros menos, pero todos en algún grado, en general alto.
Es el primer GH donde la diversidad sexual no causa histeria. Los productores deben estar sorprendidos. Seguramente lo está el público. En el primer e inocente GH, de 2001, el gay era Gastón Trezeguet, que llegó a la final sin ser nominado por sus compañeros. Fuera de la casa, sin embargo, provocó muchísimo revuelo, por su condición y porque jugó con estrategia y sin piedad. Ese GH lo ganó el chico familiero Marcelo Corazza; en uno de los episodios más infames de la televisión argentina, el programa Intrusos en el espectáculo, de Jorge Rial, y Luis Ventura le hizo una cámara oculta que lo mostraba levantándose a otro chico, o concertando una cita. Quisieron demostrar que no era “el buen chico” que Telefe vendía; la incipiente carrera como conductor de programas infantiles de Corazza quedó trunca. Paradojas de un negocio cruel, ahora Jorge Rial conduce Gran Hermano (entonces lo hacía Soledad Silveyra). La tercera temporada tuvo a Matías Bagnato: era gay, pero su carta fuerte era una tragedia personal, porque toda su familia había sido asesinada en un incendio intencional. No ganó. En 2007 estuvo el jovencísimo Sebastián Pollastro, que llegó a la final, fue abiertamente gay durante todo el programa y, cuando salió, pasó por un raro proceso en el que, supuestamente, concurrió a un psiquiatra para “curarse”, se puso de novio con su compañera de programa Griselda Sánchez... y nada más se supo de él.
Este año, el juego promete poco interés sin el carisma de Cristian U (se proyecta gran baja de ratings; pregunten y verán cuánta gente jura que ya no verá el programa). Pero habrá que seguir el reacomodamiento de los protegidos con el líder ahora ausente. Y cabe esperar que, para sorpresa de todos, la edición 2011 acabe con un ganador que usará su premio para completar la transformación de su cuerpo que le permitirá, también físicamente, ser quien realmente es.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux