Viernes, 4 de marzo de 2011 | Hoy
PD
La nota de tapa de la semana pasada sobre el tema del closet me pareció tan confusa como esos avisos que algunos compadres colocan en las páginas de contactos detallando el sinnúmero de condiciones que buscan para la pareja ideal.
Hay un énfasis, que veo en muchos psicólogos supuestamente buenos pilotos en nuestras aguas del puterío, que es un implícito, tácito, estructurante TU DEBES SER. ¿Uno es homofóbico si no te gusta la marica emplumada? No me gusta y punto, como no me gustaría que nadie estuviera gritando en un bar que llevo dinero encima, o que mi reloj vale equis plata, o que soy escritor, o virgen.
Partamos del hecho de que yo no creo en las “identidades”; no creo que nadie deba transformarse en nada para ser algo, no creo que exista una “identidad homosexual” ni que los varones que van a pegarse un revolcón al cine ABC sean o deban ser clínicamente “homosexuales reprimidos”. Tener conductas homosexuales es una alternativa más de la masculinidad y de la feminidad. La distinción de activo y pasivo que critica la nota, se sabe muy bien que tiene una categoría más funcional que otra cosa, no creo que tenga ese énfasis fundacional y revolucionario. Algunos no quieren penetración anal pero disfrutan a morir con una fellatio con un par de dedos jugueteando, y sí es empíricamente cierto, si uno mira una página de avisos, que me parece una buena manera de sondear sin pancartas el interior de la cocina, que hay un porcentaje bastante mayor de gente que se define como pasivo, sea por elección, sea por disfunción eréctil (Foucault tiene cosas rescatables y otras que son simples “poses”; por ejemplo, su bastante pobre Historia de la sexualidad, donde eligiendo sesgadamente las fuentes pretende hacer creer que entre los griegos YA había una conciencia de culpa precristiana respecto al sexo). No la había, es una rémora de las categorías dicotómicas del judeocristianismo y su desprecio del cuerpo. Y el desprecio cristiano de Foucault por su cuerpo lo llevó a suicidarse de sida.
La homosexualidad de nacimiento, el gen homosexual, los “géneros”, el “estar condenado a” son categorías norteamericanas que importamos junto con la marcha del orgullo, la palabra gay, y la palabra closet, la palabra outing. La única palabra griega es lesbiana, y hasta ahí llega la palabra butcher. Creo que la idea ridícula de salir del closet viene con todo ese componente de las confesiones públicas calvinistas donde el perdón viene si se confiesa el pecado. Porque la libertad en EE.UU. no es más que el derecho a elegir tu propio gueto.
Creo que posiblemente gran parte de los conflictos de la gente que los sufre viene de pretender clasificarse, ¿por qué no empezamos a admitir que hay millones de formas de la sexualidad masculina y femenina que no forzosamente implican la adopción de una m-e-m-b-r-e-s-í-a? Que alguien diga “nada que ver con el ambiente” es una definición que tiene mucha riqueza. Se parece mucho a “nada que ver con la religión”.
Para que la homosexualidad sea “nada” tenemos nosotros mismos que darnos cuenta que no señaliza nada mensurable. Es tan debobo como definir la xeneicidad de los hinchas de Boca.
Claudio R. Varela
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