Vie 04.03.2011
soy

SOY POSITIVO

Calabozo en Río

› Por Pablo Pérez

P salió de la farmacia rengueando y quejándose del dolor. “La loca esa me hizo doler a propósito”, dijo refiriéndose al farmacéutico que con su buena mano de siempre acababa de darle la inyección de benzetacyl. “¡Qué flojo! Después te andás haciendo el macho... jeje”, lo chicaneó T, y en joda le dio una nalgada que lo hizo saltar del dolor una vez más. “Volvamos a casa en taxi —propuso en tono conciliador—. Yo invito.” P estaba enojado cuando, en realidad, quien más derecho tenía a estar enojado era T, que por el contrario había recuperado la calma. Cuando el taxi se sacudía en un bache, P se quejaba del dolor, T lo miraba y se excitaba, ¿qué podía hacer contra eso? Quería a P, lo seguía calentando, y que fuera tan cabrón también le gustaba, esa cara de reventadito... ¡Un castigo!, se iluminó de pronto T. Ahí estaba la clave, retomar lo que los unía: cuerpo y disciplina. Ya tendría tiempo de saber por qué P, aunque nunca se había hecho un test, decía que era seronegativo. P, por su parte, pensaba que había llegado demasiado lejos. “Esta vez no zafo, T me va a echar a la mierda...”.

Cuando llegaron al departamento, P tenía preparada una disculpa, una argumentación disparatada, más mentiras. “Perdoname, por favor —empezó diciendo—. Yo...” “Ya hablaremos más tarde —interrumpió T—. A partir de ahora, para que te perdone, vas a tener que hacer sin protestar todo lo que te ordene. ¿De acuerdo?” “Sí, T”, dijo P con la cabeza gacha. “¡Sí, señor! —lo corrigió T—. Sacate la ropa y esperame de rodillas.” “Sí, señor”, respondió obediente P, que ya estaba excitado. T volvió con un látigo y amarró a P de la estructura que habían armado para sesiones de bondage. Hacía tiempo que no la usaban. Esa tarde P recibió cien latigazos, pero eso no iba a ser todo. T se acordó de la invitación de su amigo, Master X, un experimentado Leather Master de 65 años, que habían conocido juntos y que los invitó, cuando quisieran, a pasar unos días en su casa en Río de Janeiro. Allí, Master X tenía un dungeon con celdas, cepos, una cruz de San Andrés... Era el momento indicado, la oportunidad de reanimar la pasión. T todavía no se había tomado las vacaciones y tenía dinero ahorrado, suficiente para el viaje de los dos. Llamó enseguida a Master X, que entusiasmado insistió en que fueran lo antes posible: tenía dos invitados más para la época de los carnavales, un Leather Master inglés con su esclavo español. T le explicó que los dos estaban con sífilis y en tratamiento. “Nao há problema, amigo, curtiremos sem risco”, dijo con picardía Master X.

T consiguió enseguida los pasajes, los pagó carísimos, pero estaba dispuesto a todo para salvar la pareja. P, por su parte, estaba decidido a obedecerle y a no engañarlo más. “¡Ahora te metés en Internet y avisás a uno por uno de tus contactos que estás con sífilis! —dijo T—. Si no, cuando volvamos de Río, ¡vamos a encontrarnos con una epidemia!” “¡Sí, señor!”

(Continuará)

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