valeria flores construye una relectura fragmentaria, poética de Beatriz Preciado, Virginia Wolf, Donna Haraway, Adrianne Rich, Jacques Derrida, entre otras voces, en su libro Deslenguada, que acaba de editar Ají de Pollo.
En la solapa del libro, una sucinta biografía de la autora, más que biografía es definición: “Activista lesbiana feminista heterodoxa queer maestra practicante de escrituras”. Así, sin signos de puntuación cada una de las acciones, actividades, movimientos, gestos que la hacen ser quién es. Sin mayúsculas los sustantivos comunes ni el nombre propio. valeria flores es, entre tantas cosas, una maestra que ha ejercido durante años en su provincia natal, Neuquén, la docencia en escuelas primarias. Podría decirse, la cuna de los signos de puntuación y las mayúsculas, del deber ser y deber decir, de la regla sin discusión la mayoría de las veces. Por eso este disloque de la gramática llama doblemente la atención. Y ese modo de despanzurrar los términos es un recurso que aparecerá en todo este libro, donde las voces que se han levantado antes contra lo esperable aparecen releídas y multiplicadas en un lenguaje propio y exclusivo de valeria flores, que ella va construyendo como quien poetiza y polemiza en voz alta. “El uso de las minúsculas —explica Valeria— tiene que ver con una estrategia de minorización del nombre propio, de problematización de las convenciones gramaticales, de dislocar la jerarquía de las letras. Es una apuesta al texto, más que a su autora... Mi propio nombre es un espasmo de una ficción llamada ‘yo’”. Ese yo que escribe deslenguada es un eco de muchas otras voces, que se reviste de un tono singular en las ondulaciones del texto, en el cual no cesa de latir ese murmullo colectivo. El libro, que está compuesto por una serie de apostillas a citas de autores que han pensado la disidencia cada uno a su modo, tales como Rosario Castellanos (“Me dijeron que no busques. Nada se te ha perdido. Y los vi desde lejos ocultar lo que roban y reír.”), Violet Leduc (“Si los bastardos son monstruos, son también abismos de ternura”), Ursula Leguin (“En la política de la carne están las raíces del poder”) es el cuarto título de la colección Conversaciones Feministas que edita el grupo feminista Ají de Pollo. Las editoras Josefina Fernández y Mónica d’Uva explican en el prólogo el proyecto al que este libro pertenece: “Sacudir el canon en el que como otros pensamientos se enrola el feminismo fue el objetivo de estos primeros volúmenes. Esta obra en particular erosiona los límites entre lo literario, lo político o lo teórico e incita a la reflexión compleja que tiene como foco principal la lengua, el lenguaje, su carácter opresivo y su potencial disruptor”.
Escrito en clave, más para aclarar que para oscurecer, estos textos construyen la figura de una proletaria de la lengua que desenreda fórmulas a dentelladas para salir del cautiverio, sabiendo que nunca podrá ni querrá desprenderse de las palabras.
“La indocilidad no es una casta de la luz infinita y salvadora. Es el lugar de una experiencia radical, la de la lengua que secciona sus propias extremidades hasta conocer el límite de lo tolerable”, así dice valeria flores.
Deslenguada. Desbordes de una proletaria
del lenguaje.se presenta este domingo a las 20,
en Casa Brandon, Luis María Drago 236.
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