Vie 11.07.2008
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ITS

Temidas pero a su vez morbosamente reverenciadas por sus connotaciones sexuales, detrás de las Infecciones de Transmisión Sexual se encuentra una historia no siempre conocida de nominaciones y resemantizaciones que lucha por quitarles la mácula que liga placer con culpa y enfermedad con castigo. Las hay de dos tipos, bacterianas y virales. Por ejemplo: sífilis, gonorrea y clamidia son causadas por una bacteria y se curan con antibióticos; en cambio VIH, HPV (las verrugas genitales), herpes y hepatitis B son causadas por un virus y por lo tanto no tienen cura. Todas luchan por desembarazarse del estigma vergonzante del “algo habrá hecho”. En un principio fueron famosas como enfermedades venéreas, llamadas así por Venus, la diosa del Amor, la Pasión y también del Sexo. Según esta denominación las únicas que contagiaban eran las mujeres, ligadas a la noción de pecado. En los ‘80, cuando se empieza a aceptar que cualquier persona, sin importar su sexo, puede transmitirlas, y en especial con la revolución de conductas y hábitos que significó la aparición del VIH, su denominación cambia a ETS, Enfermedades de Transmisión Sexual. Y a pesar del nombre más aséptico, no dejaron de ser motivo de segregación. A finales de los ‘90 y por iniciativa de la Organización Mundial de la Salud, que tuvo a bien señalar que no hace falta tener el síntoma para contagiarlas, se opta por la terminología “infecciones”, que abarca a todas las personas, incluso las asintomáticas, lo que vulgarmente se conoce con el nombre de “portador sano”. Ultimamente las ITS comienzan a ser denominadas Infecciones de Transmisión Genital, en un último intento de adoptar una terminología no sólo menos discriminatoria sino también más ajustada, porque efectivamente muchas se contagian a través de las mucosas genitales, pero no necesariamente por intercambio sexual. Estas infecciones son absolutamente democráticas, pues no distinguen ni discriminan a las personas por sexo, edad, raza u otra variable. Aunque algunas, como el VIH, tienen más prensa y producen mayores miedos, ninguna debe ser desatendida pues sin tratamiento pueden causar desde complicaciones cardíacas o cerebrales hasta daños irreversibles como infertilidad.

Contraerlas o contagiarlas sólo dependerá, no ya de denominaciones más acertadas que pugnen por no señalar ni marginar a grupos o individuos sino de formas de autoprotección mutuas y recíprocas.

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