Vie 08.04.2011
soy

Un nuevo agujero para la teoría

› Por F. R. *

Lo más interesante de las humanidades y de las ciencias sociales es su capacidad de volver sobre sus pasos, rediscutir sus hipótesis. Lo mismo ocurre en otros campos epistemológicos, como las ciencias fácticas naturales que más de una vez se ven enfrentadas a contradicciones, o la caída (falsación para los popperianos) de sus hipótesis que se creían explicativas, predictivas o productivas políticamente en contextos determinados. En este sentido, Sáez y Carrascosa vuelven a poner en debate un elemento de una discusión con historia: la del género y las sexualidades a partir, nada más y nada menos, de la zona en donde la espalda pierde su buen nombre; al decir de Catita: el trasero. El culo y su abyección no sólo se reproduce en la vida cotidiana de todos/as nosotros/as sino, también, en el campo de la reflexión teórica, salvo los tibios acercamientos de la denominada “izquierda freudiana” de los años ’70 que pretendían adjuntar de manera demasiado automática, a mi parecer, un carácter revolucionario a la sexualidad no normativa, y al culo como un estandarte de esa lucha. El manido debate entre constructivistas, esencialistas y deconstructivistas no ha culminado, por lo que será interesante ver los modos de apropiación de este refrescante aporte que pondrá en perspectiva los fundamentos de tantas aseveraciones que consideraban encontrar un punto de Arquímedes para la interpretación o la emancipación total. Todavía recuerdo aquella frase que sostenía que la persona más explotada en el capitalismo no era el obrero sino su mujer. ¿Podemos seguir sosteniendo esto hoy en día? ¿Qué dirían los/as que adhieren a este enfoque respecto de las mujeres en estado de prostitución, las personas trans o los/as chicos/as esclavos/as de las corporaciones sojeras argentinas? En este sentido, la productividad de la teoría sobre sexualidades y género, que deberían estar relacionadas con el activismo para no convertirse en “palabra de gurú” o para no repetir el tan peligroso hablar por los/as otros/as, pasa por la articulación productiva en términos políticos y teóricos de los distintos aportes que la academia y que el activismo producen en campos que son a la vez, valga la redundancia, políticos-teóricos (así, con guión medio). Esto más allá de que el activismo no deba validarse ante ninguna Coneau y la academia no deba sentarse a organizar la Marcha del Orgullo: las prácticas políticas e intelectuales recorren todo el cuerpo social y sus movimientos, la teoría se escribe no sólo en papers y opiniones, como ésta, sino también en los recorridos urbanos, en las performances artísticas, en el deambular deseante en las ciudades, en los cabildeos parlamentarios, en los debates televisivos, en la industria cultural. Recorridos que, queramos o no, están atravesados por los circuitos creados por un mercado diverso que reproduce subjetividades entre el marketing y la resistencia. Ahora bien, esta articulación no es un pastiche, tal como denuncia cierta paranoia antipost, sino que la validación de los aportes reflexivos sobre el culo que abordan Sáez y Carrascosa reconocen una genealogía: el orgullo marica, sobre todo durante el franquismo, que hizo del menear sus caderas un símbolo de reconocimiento, visibilidad, resistencia y seducción. Es por esto que el libro es un llamado a retomar, en el marco de la reflexión, aquellas señas, símbolos y prácticas que hicieron de los gays un objeto de diferencia y conflicto en el seno de una sociedad pacata en la que la discriminación se reproduce en formas menos cruentas, pero más sofisticadas, a partir de leyes que consagran la igualdad jurídica y que hacen retroceder, en algunos espacios y sentidos, a las conductas de marcaje y exclusión. La discusión sobre derechos y subjetividad política se ve sacudida por las prácticas fist, feet o S/M, que vuelven a replantear la pregunta que obviamente no tendrá respuesta: ¿cuál es la fuente fundacional de los derechos para las personas de la diversidad sexual y genérica? ¿Los usos del culo? ¿La orientación sexual y la identidad-expresión de género? Nunca mejor que aquí el agujero cumple una función teórica: ese espacio vacío no es más que la metáfora del hiato en el cual, como sostiene Jacques Derrida en Fuerza de ley, “el derecho se funda no como la ley del más fuerte sino como acto de una relación hegemónica de fuerzas entre el dominio y la resistencia, entre el Estado, la sociedad civil y el mercado” (Delfino, Forastelli, 1999). Pero, como aclaran Sáez y Carrascosa, la fundación de una política y una teoría libertaria en base al culo no son siempre un acto de liberación. Es así como los autores llaman la atención a las prácticas como las sostenidas por algunos leathers y cierto cine porno afín que corren el riesgo de extraviarse en devaneos machistas en sus prácticas despreciativas del mariconeo y la feminidad, posiciones nada emancipatorias tal como se supone deberían sostener quienes pretenden agitar el avispero además de la propia humanidad y/o a quienes reconocen que la propia vida no es ajena al movimiento de la colmena que nos toca habitar.

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