LUX VA A LA LIBRERIA DE MUJERES
Necesitadx de calor humano, Lux fue en busca del fuego de la pasión y el debate. ¿Y qué mejor que un encuentro de activistas lesbianas para conjurar el frío con calentura? Eso pensó nuestrx cronista, aunque al final hubo más chispas que brasas en la mano.
Lo había escuchado en El vahído (sí, ese programa de radio que suelo escuchar en la computadora en el mismo cíber con cabinas en el que a veces hago manualidades) y me lo había agendado, so pena de que la virgen roja de la Belluci me incendiara las partes con sólo apuntar sus anteojos sobre mí. Ya sé que ya lo había presentado. Ya sé que parecía un poco tirado de los pelos juntar a seis tortas para hablar del estado del movimiento lésbico con la excusa de presentar el libro de la Bellu sobre Carlitos Jáuregui —¿o era al revés?—, pero a la Bellu si algo le sobran son pelos, así que allí fui para abrigarme entre mucha teta y mucha lengua. Mucha, mucha lengua: afiladas, en movimiento, peladas, peludas, casi nunca en reposo ni siquiera en silencio. Y tetas... claro que había. Hay quien dice que el culo unifica los géneros y yo, qué quieren que les diga, he visto culos flacos, gordos, chupados, comilones, bamboleantes... pero ni uno solo que unifique: cada culo es cada quien y lo mismo puedo decir de las tetas, sean de quien sean, y no es poco decir de quién sean las tetas porque ellas también tienen su nombre, su historia y su manera de responder. Cuestión que ahí estaba, en medio de una ronda de lesbianas, en medio de la Librería de Mujeres, que es como estar en el templo del debate feminista, lesbiano y lesbofeminista, cuando alguien tiró la primera piedra: “¿Por qué me invitan a un encuentro entre mujeres si yo no soy mujer?”, dijo valeria flores con minúscula, aunque no son nada minúsculas las cosas que tenía en la mochila y que le pude chusmear con la anuencia de Gracia Trujillo, la española que cuando le pregunté si era la chica de tapa de un suplemento Soy, creyó que la invitaba a ir de tapas y de inmediato me puso la tapa con su lengua áspera, un tanto achongada, siempre cantarina. Demasiado power femme para Gracia, o algo así me dijo, mientras yo le masticaba el labio. ¿Sólo porque tengo tacos? Ni los tacos ni el escote me sacarán mi lado b, ni mi lado c, ni mi lado Lux. Un codazo sin querer llegado del Olimpo del que bajaron Ilse Fuskova y Claudina Marek me obligó a dejar de hincar el diente y mirar con amor a Adriana Carrazco, todas eternas, tortones patrios frente a los que quise cantar el Himno si no fuera porque Yuderkys Espinosa me bajó a la tierra recordándome que la patria somxs todxs, sobre todo si somos oscurxs. Y sí, ahí me anoto, como también en la predisposición “Zen para no agarrarnos de las mechas”, como dijo la morena y me di cuenta de qué pocas mechas tienen las tortitas más jóvenes. “¿Cuántas generaciones de tortas hay acá adentro?”, pregunté, tratando de no interrumpir a Anita Rodríguez, orgullosa de las diferencias entre las activistas y también orgullosa de saltarlas para poder debatir. “Y, por lo menos tres generaciones”, me dijo Gustavo Pecoraro, voz grave y barba recortada. Demasiados animales políticos en esta ronda y ningunx se privaba de apoyarte un poquito para que el calor humano circule. “Hay que articular, hay que articular, es la voluntad de todas”, dijo Gabriela Aldestein. Y yo salté: “¿Dónde? ¿Con quién?”. “Bajá un cambio, Lux”, me dijo un muñequito entre aputosado y tortón que había resistido el debate muy compuesto, hasta que se decidió por ubicar mi mano ahí donde podía hacer un cambio y lentamente me llevó entre los libros. “Sí, lentx y frotadx, Lux, que a mí me gustan los amores lésbicos”, dijo él y en un instante me hice tribadista mientras, oh casualidad, se presentaba una agrupación nueva de la zona oeste que se llamaba Lybido. Sí, de eso sobraba. Tanto que el tortaje prometió repetir la reunión para fines de junio. Juro que ahí estaré y ahí me frotaré.
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