› Por Naty Menstrual
Cuando una está encerrada por angustia o ganas de disfrutar de estar en pantuflas y tapado de zorro sin bañarnos tiradas en la cama, es una cosa. Pero en el encierro obligado hay demasiado tiempo libre. Está la Internet, por ejemplo: viendo boludeces, borrando spams que rompen las pelotas, contestando y escribiendo mails a gente amiga que me mantienen gracia dio cerca del mundo exterior, pero sobre todo con el porno, y más yo que estoy metida en el mundillo de la literatura refinadísima. Y sí, me enojo por estar encerrada, ¿y qué? Me pongo ansiosa, estoy encerrada, no es que sea mala, soy más buena que el pan –no sé si duro o rallado o mignon o flautita, yo prefiero baguette, sí, sí, sí, más rico más largo–. Me descubrieron algo en la cabeza que todavía no terminan de saber qué es, entonces, por prevención, me quedo en casa medicada hasta el orillo. Son cosas que pasan.
En un momento, para no ser víctima del aburrimiento, estaba viendo un video de lucha libre entre dos musculosos gays –no digo putos ni maricones porque hay gente que se ofende, aunque sepamos que en la jerga maricona nos decimos puto y maricón a boca suelta–. A decir verdad, el videíto en cuestión terminó siendo una fiesta de pija libre. Pero, eso sí, los dos musculosos, los dos marcados y símil machazos bien fuertes. Porque, ¿viste que hay putos musculosos que crían músculo pensando que eso los hace más machos, pero la pluma cae ante la más leve brisa y se nota que son maricones como todos, mucha abdominal marcada de tanto flexionar para chuparla? Y yo no hablo porque tenga el cuerpo de Pamela Anderson antes de la cirugía esa que se hizo en la cara que parece alienígena, que dicho sea de paso, hablando de alienígenas, ¿se enteraron que vieron ovnis en Merlo, provincia de Buenos Aires? Lo escuché el otro día a Perciavale en Tiene la palabra y mi vieja preguntó:
–¿Este es Percivale o Perciavale?
–Es lo mismo –contesté yo, los dos deben haber estado en varias batallas–. Este es Carlos Perciavale, mama, Perciavale, el que ve ovnis y estuvo de joda con los marcianos y vio a Hitler con la china.
Volviendo atrás, la relación del porno y la literatura refinadísima la hice por la cuestión de los guiones, viste, ¡qué guiones elaborados tienen esas pelis! Sin ir más lejos en estas semanas de recogimiento me la pasé mirando porquerías. Entre Rocco Sifredi –porno star italiano– y Tommyd –joven gay de vicios profundos–, he pasado algunas tardes y me asombraron hasta los nombres artísticos. Cachate éste: Trinity. No sabés si es una puta o un desodorante. Les cuento, por si no sabían, que hay morbo para todo: me encantan los que lo hacen con remeritas, los de ropa deportiva, sobre todo shorcito de fútbol, los rapados, los superdotados, los no dotados si tienen rico culito blanquito y lampiño, los de barbita candado, los negrazos que son como hechos para un buen asado: tripa gorda, morcilla, chorizo, chinchulón pero sin trenzar, pero todo sin chimichurri, para que no caiga pesado.
Y una mira y mira y se toca y se excita, y piensa que no se comió una así nunca en la vida –aunque algunas, quizá, tuvieron más suerte–, yo por ahora en este estado no me como ni los mocos, querida. No sé por qué a la hora de acabar me dieron ganas de darles un consejo: Si después de alimentarse a porno te llega a tocar un manisero, haceme caso y comprate una cerveza, y brindá, brindá por la vida che, como diría Bucay (¿o se apellida Bucal?). Bueno, como dice quien se apellide como se apellide: ...hay que ponerse de novio con la vida...
(Mirá vos qué profundo el muchacho, más profundo que el traste de alguno que otro que he visto agachándose en esas chanchonas películas.)
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