Los ecos de la histórica revuelta de Stonewall en la Nueva York del 30 de junio de 1969 comenzaron a hacerse oír por estas tierras en la década del 80, y fueron las primeras manifestaciones de un orgullo que en sus comienzos eligió llamarse dignidad y que iba a hacer eclosión 30 años más tarde con la sanción del matrimonio igualitario. Aquí, un rastreo arqueológico de los hitos que comenzaron en unas gélidas tardes de otoño porteño y que se convirtieron en las rutilantes y calurosas fiestas de principios de noviembre que hoy todos conocemos.
› Por Mabel Bellucci*
El 30 de junio de 1986 en una gélida tarde de otoño en el Parque Centenario, pleno centro geográfico de Buenos Aires, se congregaron unos cuantos gays para conmemorar la revuelta de Stonewall. Tal insurrección fue la que abrió paso a nivel internacional a una efervescencia activista por la liberación colectiva de los homosexuales, así como también originó las multitudinarias marchas como recordatorio de ese hito histórico.
En esos tiempos, en nuestro país se recordó a Stonewall como el Día Internacional de la Dignidad del Homosexual en vez de la Marcha del Orgullo. En realidad, los debates que se promovían en los inicios de los años ‘80 significaron una mezcla caótica de tendencias y personajes que dialogaban y se enfrentaban a la vez por fuera del orden estatal. El renacer de la movida homosexual también estuvo plagado de tensiones que catalizaban las polémicas de la comunidad y los enfrentamientos entre sus corrientes internas. Por ello, se presentaron diferenciaciones en cuanto a la implementación de políticas de visibilidad y transparencia. Oposiciones, por cierto, tanto del orden semántico como ideológicas, que replicaban las disputas arrastradas de las capitales del Norte. Por caso, el concepto orgullo provocaba tensas discusiones en el interior de la comunidad, a diferencia de dignidad que sonaba menos provocativo y más mesurado. Para muchos activistas, la expresión sonaba frívola y, además, festejar no representaba, precisamente, un arma crítica para la lucha contra la discriminación. En esos momentos, no se lograba percibir que todas esas manifestaciones de alarde no hacían más que responder contrafácticamente a la nefasta asociación de homosexualidad con perversión. Asimismo, el término homosexual vino a sustituir gay, situación por cierto que enardeció intensos debates hostiles no del todo saldados. Entre los anglosajones, gay retrotraía a diversión, a vida festiva. Hacia los años ‘70, los homosexuales de San Francisco eligieron esa manera para nombrarse a sí mismos. En líneas generales, en los cenáculos más radicalizados de la comunidad mundial, había una reticencia en reconocerse como tal: algunos lo consideran un anglicismo; otros, una corrección política para mejorar su lugar en la sociedad mediante una valorización como ciudadano. Mientras que para muchos otros, gay representaba la forma en que el mercado asimilaba a las minorías sexuales como un consumidor de privilegio, configurando un modelo de homosexual conforme al esquema de vida de los sectores medios, profesionales, blancos y heterosexuales. Finalmente, hacia los años ‘90, se globalizó el modelo gay estadounidense.
Con respecto al cambio de la fecha de la Marcha del Orgullo también tuvo sus dimes y diretes. Efectivamente, del 28 junio se pasó al 1º de noviembre. Pero ¿por qué y cómo alteró las fechas? Son varias las versiones y ninguna se pone de acuerdo al respecto de esta modificación. Desde los sesgos de carácter local, la necesidad de tener antecedentes históricos propios, hasta evitar realizarla en esos meses de crudo invierno con una población fuertemente asaltada por el sida que no permitía ampliar la convocatoria, hicieron lo suyo. Esta situación llevó a pensar que el día era movible, lo cual trajo aparejado fuertes discusiones políticas. Entonces para reconciliar voces opuestas y contrincantes se trajo el antecedente histórico que permitía convertirla de un hecho internacional a uno nacional. Por un lado, fue el 1º de noviembre de 1973, frente a la aparición del órgano oficial Somos del Frente de Liberación Homosexual (FLH), la primera revista de ese tenor en América latina, de la cual lograron salir ocho ejemplares hasta el inicio de la dictadura militar de 1976. Sin embargo, no todo quedó allí. Por otro lado, al revisar la página web de la CHA se invoca otro hito criollo: el 1º de noviembre de 1969 se creó, en pleno imperio absolutista del dictador Juan Carlos Onganía, Nuestro Mundo, el primer grupo homosexual de América del Sur. Lo conformaban diez personas, entre las cuales se encontraban obreros y delegados sindicales. En fin, tanto uno como otro dato componen la genealogía del movimiento homosexual en la Argentina y ninguno debería ser desechado como fuente del mito fundacional. Así, en un otoño de 1995, en los encuentros semanales en el bar Tasmania, con argumentos sólidos e históricos fue de la única manera que se pudo sostener el cambio mediante un consenso de voluntades por parte de los propios activistas y referentes del movimiento Lésbico, Gay, Travesti, Transexual (LGTT) de la época.
Durante la etapa de la posdictadura, la temática de la homosexualidad se integró a una coyuntura atravesada por los organismos de derechos humanos que, por un lado, dispensaban una contención política y, por el otro, servían como espacio canalizador de conflictos. En simultáneo, había una confrontación con el Estado por el uso de la violencia como factor de intimidación dirigido a la comunidad. De todas formas, algo no quedaba claro: en 1983, el gobierno de Raúl Alfonsín, que se esmeró en anunciar garantías institucionales donde la paz, el respeto por los derechos humanos y la democracia serían su reaseguro, mantuvo posturas ambivalentes entre el accionar concreto de las fuerzas policiales y el discurso de defensa de las libertades individuales. Precisamente, el entonces ministro del Interior, Antonio Tróccoli, afirmaba que la homosexualidad era “una enfermedad” y que “nosotros pensamos tratarla como tal”. Sus declaraciones aparecieron en un reportaje realizado por Enrique Symns en la revista El Porteño, Nº29, en mayo de 1984. Como respuestas dichas desde el poder, resultaron escandalosas pero, lo peor de todo, dejaban una puerta abierta al accionar del aparato represivo policial que aún gozaba de buena salud. Por ello, la aplicación de los edictos 2ª F y 2ª H y la Ley de Averiguación de Antecedentes se hicieron cada vez más frecuentes. Fueron los soportes cruciales para que la policía, mediante allanamientos, razzias y detenciones arbitrarias, pudiese perseguir, detener y reprimir a los homosexuales en sus lugares de encuentro.
Así, en esa coyuntura bisagra que fue la transición democrática se conmemoró el Día Internacional de la Dignidad del Homosexual en nuestras pampas. Gustavo Pecoraro, ex integrante trotskista y de la Comunidad Homosexual Argentina, más conocida como CHA, parece ser uno de los nombres indicados para reconstruir ese acontecimiento inaugural. Al respecto, “Peco” recuerda: “No cabe duda de que tal hecho representó la primera movida articulada entre dos agrupaciones gays: la CHA y el Grupo de Acción Gay (GAG). Por supuesto que no faltó a la cita Alternativa Socialista por la Liberación Sexual, colectivo mixto que funcionaba dentro del Movimiento al Socialismo (MAS). Si bien los presentes nos proponíamos invocar la fecha, también afloraba un interés en denunciar las violaciones cometidas por las fuerzas policiales. Así, la acción consistía, además de visibilizarnos en los espacios públicos, en hacer una volanteada callejera en contra de los edictos en plena vigencia. Si la memoria no me falla, recuerdo los nombres de casi todos los participantes: Oscar Gómez, Carlos Luis, López Busto, Marcelo Pombo, Jorge Alesandria, Jorge Gumier Maier, Alejandro Salazar, Angel Pérez, La Petela, Juan Pablo Guidice, Zelmar Acevedo, Carlos Jáuregui y yo. Colgamos una bandera con el lema “Por el libre ejercicio de la sexualidad.” Luego dimos unas vueltas alrededor del lago del Parque Centenario para repartir nuestras proclamas escritas con un tono rabioso. El día estaba nublado y el frío nos helaba los dedos. La gente que circulaba por allí, en general familias y mujeres con niños, no entendía mucho, pero no recibimos agresiones ni situaciones incómodas. Y como todos éramos jóvenes, bellos y beligerantes aprovechamos la oportunidad para pavonear un poco a la espera de un amor”. Ahora bien, para que no suene una sola campana, escuchemos a Enrique Yurcovich, periodista de la red de medios independientes Indymedia: “Fui a esa marcha no tanto por mi activismo, que por otra parte no tenía, sino por ser practicante homosexual. Eramos muy pocos. Si mal no recuerdo llegamos a treinta con mucha suerte y viento a favor. Eso sí, íbamos a cara descubierta, al menos yo. Hicimos poco ruido, nada del otro mundo. Creo que la bandera se pintó en el Parque. A mí me invitó un amigo, Oscar Gómez, comprometido con el GAG, cuyo referente más consignado era el artista plástico Jorge Gumier Maier. El representaba una especie de oposición a la CHA, liderada por Carlos Jáuregui. Yo seguía con sumo interés las picantes notas de Maier en la revista El Porteño. Por obra de la suerte, fue nuestro columnista en el primer y único número impreso que sacamos de Manuela. El Ojo en la Paja Ajena. En esos momentos, el concepto orgullo provocaba divisiones de aguas. A mí me resultaba medio pavota esa discusión. Y como yo no estaba avergonzado de nada no me cabía enarbolarme detrás de esa consigna. No era transcendente y aún sigo pensando lo mismo”.
Entre tanto, una breve reseña titulada “Encuentro en el Parque”, en el Boletín Nº6 de la CHA, en julio de 1985, completaba la data. La nota hacía hincapié en considerar que fue el primer acto público de la comunidad y que sirvió para tomar contacto con pares así como también con el resto de la población. De acuerdo con lo publicado también hubo otras adhesiones, el Partido Los Verdes, el Partido Anarquista, la revista Vómito del Buey y Lugar de Mujer. Esta última firma, en la lista de adherentes para el Día Internacional de la Dignidad del Homosexual, revelaba un secreto a voces. Se suponía algún tipo de diálogo entre tal colectivo feminista y el Grupo de Mujeres de la CHA. De alguna manera, su documento fundacional, fechado el 13 de noviembre de 1985, confirmaba ese vínculo. Efectivamente, dos integrantes de la CHA intervenían en las actividades desarrolladas en Lugar de Mujer junto con el intercambio de materiales e información.
Mientras esa misma publicación institucional describía otros eventos afines, en la emblemática Galería del Este funcionaba el Teatro del Este. Allí, el 1º de julio, se organizó una charla, “Stonewall en 1969”, donde Carlos Jáuregui hizo “un especial llamado a la participación de los homosexuales para reivindicar sus derechos civiles y humanos desde cualquier lugar que ocupen y con los medios que posean a su alcance, sin discriminación social, de sexo, orientación sexual, raza, religión e ideología”. Nuevamente, un número importante de organizaciones brindaron su apoyo: la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), la Juventud Socialista del MAS, el Partido Los Verdes, La Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Profesionales del Sexo, Lugar de Mujer y el diputado nacional del Partido Intransigente Rabanaque Caballero. Al día siguiente, se desarrolló otra conferencia: La Asociación Nacional de Medicina: “sida”. Y para que no todo quede en palabras, una fiesta llamada Dignidad en el pub Luz Verde cerró las primeras acciones conmemorativas del 28 de junio en la Argentina.
En los años ‘90, la globalización de las políticas neoliberales condicionó todos los aspectos de la vida colectiva de acuerdo con la lógica del mercado capitalista. Por un lado, las secuelas económicas, sociales y culturales fueron arrasadoras. Por el otro, los movimientos colocaron el debate de las identidades en el escenario político, siguiendo la huella de las sociedades centrales, con nuevos modos de participación. Fue el caso de las Marchas del Orgullo Lésbico-Gay para el Día Internacional del Orgullo Gay.
En la Argentina, las pocas y proféticas organizaciones dispuestas a realizar la Primera Marcha del Orgullo Lésbico-Gay; en 1992, dejaron atrás las charlas informales entre activistas y dieron paso al diseño de políticas de coalición. Discusiones van y discusiones vienen, al final llegaron a un consenso para reconocer que el 28 de junio era una señal de pertenencia a una amplia genealogía: no sólo se respaldaba el perfil internacionalista de la marcha que los involucraba, sino que también se partía de la firme creencia a futuro de un panorama alentador de crecimiento. Así, ese día se convirtió para todas ellas en un laboratorio de exploración al conformarse un espacio eficaz para cristalizar todas esas redes de coaliciones entre frentes, grupos y partidos políticos que garantizaba una mayor adhesión y notoriedad. Se lograba también que los reclamos de la comunidad LGTT alcanzaran estado público.
Rápidamente, Gays por los Derechos Civiles (Gays DC), liderado por Carlos Jáuregui y su grupo, se conectó con ocho organizaciones de gays, lesbianas y transexuales, tan sólo dos meses antes de la fecha. Su objetivo era ver cómo repercutía la proposición. Así, el comité de organización se conformó con las siguientes agrupaciones: Gays DC, Convocatoria Lesbiana (Ilse Fuskova), Transexuales por el Derecho a la Vida y a la Identidad —Transdevi— (Karina Urbina), Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina SIGLA (Rafael Freda), Grupo de Investigación en Sexualidad e Investigación Social ISIS (Andrés Frebalo), Cuadernos de Existencia Lesbiana (Lydia Markos), Iglesia Metropolitana ICM (pastor Roberto González) y el Centro de Documentación en Sexualidad (Cedosex).
La idea de implementar una Semana del Orgullo Lésbico-Gay llevaba al grupo organizador de la marcha descubrir hasta qué extremo debían avanzar en los medios como un modo de entablar un diálogo con la sociedad y también de presionar a los poderes para lograr transformar legislaciones represoras de las minorías sexuales. Por ese motivo, propusieron una serie de actos que representaban una vuelta de página. El 28 de junio de 1992 comenzó la Semana del Orgullo Gay con una volanteada en lugares de reunión gay y una misa de recordación y gracias en la Iglesia de la Comunidad Metropolitana. Asimismo, una nota del diario Crónica, “Los Gays con todo el Orgullo”, fechada el 30 de junio, informaba sobre la conferencia de prensa que se llevaría a cabo en la sede de Gays DC para anunciar al periodismo acerca del evento en cuestión. Por intermedio de una gacetilla de prensa institucional, del 23 de junio, se anunciaba el calendario de actividades: “Nos proponemos llevar adelante la Primera Muestra de Artes Plásticas, Fotografía, Periodismo y video relacionados con el movimiento internacional de gays y lesbianas. Dicha muestra constará de dos partes: una eminentemente artística en la que a través de pinturas, afiches, fotografías, esculturas y poemas se reflejarán aspectos particulares de la realidad de las personas gays y lesbianas, y otra, documental, en la que se exhibirán videos, fotografías y prensa de la historia del movimiento homosexual en la Argentina y en el mundo y su presente”. El 30 de junio, en el hall de entrada de la Sala D del Centro Cultural General San Martín, se abrió la muestra anunciada: Expoarte Orgullo Gay y Lesbiano, declarada de interés por el Concejo Deliberante de Buenos Aires de entonces. Una hora más tarde, estaba la conferencia “El Movimiento de Gays y Lesbianas en la Argentina”. El 1º de julio se inauguró el “Cine de temática gay” con las películas Juntos para siempre y En una noche de claro de luna.
En ese caldo, el 3 de julio, se congregaron al lado del Cabildo para comenzar el recorrido de la Primera Marcha del Orgullo Lesbiano y Gay que llegó a reunir en Plaza de Mayo a unas trescientas personas. El diario Clarín en una nota, “Gays y lesbianas piden en una marcha que no se los discrimine”, contaba que “Jáuregui dio las primeras consignas por un megáfono, mientras que con toda la Avenida de Mayo a su disposición, los gays y lesbianas marcharon hacia el Congreso al revoloteo de ‘las locas unidas jamás serán vencidas’. Avanzaban entonando el cántico pergeñado por Jáuregui: ‘Respeto, respeto/ respeto que caminan/ los gays y las lesbianas/ por las calles de Argentina’”. Al respecto, Ilse Fuskova recordaba: “Eso de ir por Avenida de Mayo cantando fue emocionante. Ese cantito era de su autoría, lo inventó la noche anterior a la movilización”.
Los manifestantes llevaban banderas rosas y cintas rojas como adhesión a la lucha contra el sida. Los curiosos se sorprendieron al ver a muchos ocultar sus rostros con pañuelos o máscaras al estilo del carnaval de Venecia, confeccionadas para la ocasión por el artista plástico Marcelo Benítez. Jáuregui, al ser consultado por ese diario, respondió con firmeza: “Ellos tienen miedo de que los reconozcan sus familiares, sus vecinos o sus compañeros de trabajo. Es para evitar los despidos. No es problema suyo sino de los demás. El año que viene habrá menos enmascarados”. Durante el desarrollo de la marcha, Carlos leyó un texto en el que reivindicaba la defensa de “nuestro estilo de vida” y declaraba que “seguiremos luchando por alcanzar una vida más digna, porque sin libertad sexual no existe libertad política”. Hubo adhesiones y expresiones de solidaridad por parte de entidades defensoras de los derechos humanos —Madres de Plaza de Mayo—, algunos grupos políticos, de agrupaciones feministas y también contó con la presencia de varios periodistas. Era de esperar una compañía de ese talante “porque nosotros siempre hemos acompañado los actos por los derechos humanos y son estos organismos los que ahora nos apoyan a nosotros”, declaró Jáuregui a Página/12. Como telón de fondo, se escuchaban los ruidos de una concentración de docentes en defensa de la educación pública. Gays, lesbianas, travestis y transexuales avanzaron valerosamente sobre la Avenida de Mayo, desde la Casa de Gobierno hasta el Congreso nacional, sin importarles el asedio de los flashes, las cámaras de televisión y la mirada de un público sorprendido por la novedad. Al pie del Parlamento, Jáuregui, Ilse Fuskova y otros representantes más de la comisión escucharon con atención la lectura de una declaración firmada por las ocho organizaciones: “Los derechos humanos y civiles de las personas gays y lesbianas y todas las otras minorías sexuales en la Argentina son violados. Que así, un millón y medio de personas son discriminadas por la sociedad y el Estado. Aunque intentan educarnos para la vergüenza, los gays y las lesbianas de Argentina estamos orgullosos de nuestra forma de amar”. Alejandra Sardá, activista lesbofeminista, en su testimonio, repara en el hito histórico: “Gracias a gente maravillosa que conocí, empezando con Carlos, pude cambiar de posición. A esa marcha fui sola, sin banderas, y aún tengo un recuerdo fortísimo. Las Lunas y las Otras se negaron a participar. Yo no, porque me pareció algo que tendría futuro. Eramos poca gente. No olvidaré la electricidad que me corrió por todo el cuerpo al encontrarnos. Carlos estaba en la escalera de la Plaza del Congreso y él dijo lo siguiente: “Esta vez fuimos treinta, el año próximo vamos a ser cien, después mil y después cien mil y vamos a venir todos los años. Y nosotros gritamos: ¡Sí, Sí, Sí!” Mientras, Gustavo Pecoraro se suma en la misma dirección: “Fue grandiosa. Eramos doscientos aproximadamente. Carlos llevaba la cara descubierta. En ese momento, yo estaba en el grupo Eros. El decía algo muy interesante que yo después lo tomé como propio: ‘En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política’. Por su parte, el escritor Alejandro Modarelli reconstruye un clima de época con su testimonio: “Se mezcló todo por una protesta de maestros que tampoco eran una multitud. Habían cortado Avenida de Mayo y estaba toda vacía. Salimos de Paraná, éramos cuatro, y después nos encontramos con otros conocidos. Pero no éramos más de treinta. Imaginate que cuando hablamos de los militantes que podían animarse a ir... ni yo mismo me animaba. Me animé porque Carlos me empujaba a hacer de todo. Lo que me acuerdo —que era como gracioso— es que nos habían dejado la avenida para nosotros. Eramos diez caminando y decíamos: ‘¿Qué es esto?’. Estábamos tan ocupados en pensar otra cosa que ni sabíamos que había esa marcha de protesta. Entonces llegamos a Plaza de Mayo y cuando vieron a unas locas con los carteles, todas las cámaras se nos vinieron encima. La difusión fue tremenda”. Entre tanto, la prensa gráfica se hizo eco y lo reflejaba de esta manera: “‘En una sociedad que discrimina, decir que soy lesbiana o soy gay es un gesto político’”, sintetizó Ilse Fuskova, de Convocatoria Lesbiana.
Y el resultado fue exitoso, es decir, se apostó a que alcanzara los niveles de masividad y popularidad de los que hoy goza. El movimiento LGTT argentino así se unió al camino ya iniciado a escala internacional por otras coaliciones y organizaciones, y está a la vista de todo el mundo.
* Autora del libro Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política. Ed. Emecé.
Integrante del programa radial “El vahído”.
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