› Por Mauro Cabral
El mes de junio ha sido siempre, para mí, el tiempo de los cambios que ya no se insinúan: se sienten. En el Hemisferio Sur el frío se ha instalado, aunque aún no es invierno; en el Hemisferio Norte hace calor, aunque aún no es verano. Los días y las noches se suceden, y antes de que podamos darnos cuenta y sin que podamos evitarlo llega julio —y es invierno—. O es verano.
Junio del 2011 ha sido, y es, un mes de una intensidad política inusitada. Despleguemos el almanaque.
Entre el 5 y el 7 de junio se reunió en San Salvador la 41ª Asamblea General de los Estados Americanos y, en ese contexto, se aprobó la cuarta resolución sobre Derechos Humanos, Orientación Sexual e Identidad de Género.
A través de este documento, la Asamblea General de la OEA resuelve, entre otras medidas, condenar la discriminación por orientación sexual e identidad de género, instando a los Estados a adoptar las medidas necesarias para prevenir, sancionar y erradicar dicha discriminación, condenar los actos de violencia y las violaciones a los derechos humanos basadas en la orientación sexual y la identidad de género, instando a los Estados a prevenirlas y a asegurar a las víctimas la debida protección judicial en condiciones de igualdad, así como el juzgamiento de l*s responsables; alienta la adopción de políticas públicas contra la discriminación, así como garantías de protección para l*s defensor*s de derechos humanos que trabajan sobre cuestiones de orientación sexual e identidad de género. Y solicita también a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que preste particular atención a su plan de trabajo titulado “Derechos de las personas LGTBI”, y que prepare un informe hemisférico sobre el tema, encargando a la CIDH y al Comité Jurídico Interamericano la realización de estudios sobre las implicaciones jurídicas y los desarrollos conceptuales y terminológicos relativos a orientación sexual, identidad de género y expresión de género, encomendando a la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos que incluya en su agenda la consideración del resultado de los estudios solicitados, con la participación de las organizaciones de la sociedad civil interesadas, antes del próximo período de sesiones de la Asamblea General.
Esta resolución, al igual que las tres anteriores, es fruto no solamente del compromiso asumido por los gobiernos de la región con estos temas sino también del esfuerzo de l*s activistas que integran la Coalición de Organizaciones LGBTTTI de América latina —quienes, como en oportunidades anteriores, realizaron actividades de fuerte incidencia política durante los días que precedieron la sesión—.
Entre el 8 y el 10 de junio tuvo lugar en Nueva York la Reunión de Alto Nivel sobre VIH/SIDA. Y en el texto de su Declaración Final se incluye, entre las llamadas poblaciones clave, a hombres que tienen sexo con hombres, usuarios de drogas inyectables y trabajador*s sexuales. Es cierto: no se incluyó a las personas trans* ni entre las poblaciones clave, ni entre los grupos considerados en función de su género (básicamente, mujeres y niñas). La Declaración tampoco incluye mención alguna a la orientación sexual o a la identidad de género de las personas. Sin embargo, las voces trans* LGTB —y, en particular, las voces trans*— se escucharon en distintas sesiones y la propia ministra de Salud de Sudáfrica habló de la epidemia de violaciones destinadas a “corregir” a las lesbianas que asuela su país.
El 17 de junio de 2011 el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó una resolución sobre derechos humanos, orientación sexual e identidad de género, conocida como L.9/Rev.1. La resolución fue presentada por Sudáfrica, junto con Brasil y otros co-sponsors adicionales (entre los que se cuenta la Argentina). Obtuvo 23 votos a favor, 19 votos en contra y 3 abstenciones.
A través de esta resolución, el Consejo solicita a la alta comisionada para los Derechos Humanos que prepare un estudio sobre violencia y discriminación basados en la orientación sexual y la identidad de género; este estudio será discutido en un panel que tendrá lugar también en el Consejo de Derechos Humanos, de modo “constructivo y transparente”, y considerar un “seguimiento adecuado”.
Esta es la primera vez que se aprueba una resolución específica sobre orientación sexual e identidad de género. Y esta primera vez adquiere pleno sentido si recordamos que hace apenas seis meses fue necesario un esfuerzo gigantesco para mantener la orientación sexual en el listado de vulnerabilidades que incluye la resolución sobre Ejecuciones Extrajudiciales, Sumarias o Arbitrarias.
Estos acontecimientos, mezcla inseparable de activismos, instituciones, documentos y negociaciones, marcan un camino de transformaciones que, sin embargo, no pueden darse por sentadas. Resoluciones y declaraciones son, sin duda, extremadamente importantes, pero, al fin y al cabo, sólo tendrán sentido si se encarnan en prácticas concretas también transformadas. Por ejemplo, si este o cualquier gobierno argentino traduce su excelente performance en la ONU y en la OEA en compromiso y trabajo hacia adentro. Y estas transformaciones tampoco pueden darse por sentadas porque su propia enunciación está todavía, como siempre, en riesgo. Sin ir más lejos, la Resolución sobre Violencia contra las Mujeres excluyó cualquier referencia a la sexualidad al mismo tiempo que se aprobaba la resolución sobre orientación sexual e identidad de género. En la lucha por afirmar nuestros derechos el tiempo no siempre marcha hacia adelante —y es necesario asegurar día a día cada conquista, no sea que pase junio y se las lleve el viento—.
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