TEATRO
Original y desmesurada, un adelanto de la historia de amor en tiempos de matrimonio igualitario que Darío Cortés presenta simultáneamente en formato de libro y de obra teatral.
› Por Adrián Melo
Quizás uno de los méritos mayores de la obra de teatro Desmesura de Darío Cortés es que pone en escena un conflicto que es, por decirlo de alguna manera, universal en las relaciones amorosas. Es en ese sentido que la obra se inscribe en el marco del amor en los tiempos del matrimonio igualitario. Desmesura no ahonda (aunque aparezcan sutilmente) en clisés casi típicos cuando se narra una historia de amor gay o lesbiana, como la humillación y el insulto durante la adolescencia, la importancia de la comunidad de amigos, los encuentros eróticos pasajeros o la promiscuidad sexual, entre tantos otros, sino que se centra en la crisis de una pareja cuando vuelve el pasado.
En la obra se trata de una pareja de hombres, el dramaturgo Manuel y el pintor Pablo, ambos unidos por el amor al arte, ambos jóvenes y bellos pero en el otoño de una relación de seis años. La manifestación de la crisis marital es la infidelidad de Pablo con su primer amor. Entonces, los fantasmas de ese pasado no compartido y de ese amor que le perteneció a otra persona acechan a Manuel, quien pretende exorcizarlos escribiendo una obra de teatro que narra una relación triangular entre lesbianas. Así, la historia de amor ficticia entre Mía y Luz, con el recuerdo omnipresente y la presencia física de Marisa, funciona a la vez como un espejo de la relación en crisis entre Manuel y Pablo y como ejemplo de las formas que a veces toma el proceso creativo de un artista.
En tiempos en que la ficción gay adopta frecuentemente la forma de la autoficción, Cortés le da una interesante vuelta de tuerca a ese formato, recurriendo a un esquema novedoso y clásico a la vez: el teatro dentro del teatro. Si en el teatro clásico este mecanismo servía para descubrir los crímenes del pasado o como forma de presagiar el futuro, en Desmesura, el teatro dentro del teatro sirve para contar dos historias de amor paralelas atravesadas por conflictos similares, para que Manuel deje estallar y corporice los demonios de su cabeza y de su corazón y para que los personajes reales y los de ficción se entremezclen en situaciones más bien cómicas que alivianan el drama y que incluyen el infaltable llamado de la madre sobreprotectora del gay y la presencia del perro.
El mecanismo del teatro dentro del teatro sirve también para que Manuel pueda tomar una decisión sobre su destino próximo, y sobre el recomenzar una nueva vida y para que pueda cuestionarse: ¿Qué hacer con los excesos, con la desmesura en los deseos y en las pasiones, en el amor, en la alegría y en el dolor? ¿Vivirlos en la vida a sabiendas de que pueden producir el drama o la tragedia o dejarlos en el teatro? En todo caso, el final con su aire agridulce también interpela al espectador a pensar si los finales felices son sólo para el teatro o puedan existir también para la vida.
Con momentos muy dulces que reflexionan sobre el amor y sobre los momentos efímeros de felicidad (en un momento la pareja de muchachos intenta hacer una lista de las cosas que los hacen felices), sobre el ansia de amor (“Que te cuide y que me cuides al fin y al cabo es lo que necesitamos todos ¿no?”, le dice en el final Manuel a Pablo como una plegaria) e impregnado de un sutil erotismo (“podríamos inventarnos el día de tocarnos las espaldas”), es celebrable que el texto de Cortés llegue a la Argentina (luego de haber sido premiado y representado en el Festival de Teatro por la Igualdad en Madrid), en momentos de madurez del movimiento LGTBI.
Desmesura se estrena el 8 de julio, 22 hs.
Teatro El Piccolino, Fitz Roy 2056.
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