Vie 04.04.2008
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ENTREVISTA > CARLOS CASELLA

El bailarín melancólico

Objetivamente guapo, tentadoramente flexible su cuerpo trabajado por la danza, Carlos Casella, además, canta con sentimiento encendido tanto a la pasión como a los amores prohibidos. Se lo puede ver en Sucio, la obra en la que por primera vez permanece todo el tiempo en escena y en la que se reflexiona sobre lo masculino. Aquí, un recorte de la vida cotidiana de este hombre que detesta lavarse la ropa solito.

› Por Marta Dillon

¿Por qué una obra como Sucio, que reflexiona sobre el género masculino, se sitúa en un laverap?

—La idea fue buscar un lugar culturalmente más ligado a la identidad femenina. Aunque ahora, claro, la contemporaneidad hace que todos hagamos todo... Pero bueno, ver un tipo con traje lavándose la ropa solito te da como una cosita... ¡ah! ¿No tiene mamá? ¿No tiene pareja?

Lo decís como si esa imagen te diera pena.

—Un poquito me da...

¿Sos habitué de los lavaderos automáticos?

—Ahora sí... es que me separé hace unos meses y no me queda otra.

No me vas a decir que antes te lavaban la ropa.

—Obvio, teníamos chica todos los días. Ahora sólo una vez por semana, así que me lavo la ropa solito. Odio el laverap, lo odio. Yo tenía lavarropas pero como, además de separarme, tuve que irme a un departamento chiquito no tengo dónde ponerlo y ponerlo en el patio me da pena porque se me moja, así que el lavarropas se lo regalé a un amigo.

Se te nota un poco apichonado por la separación...

—Un poco estoy, pero bueno, no, tengo mis momentos. Ahora estoy como un poco más... arriba.

En la obra se te ve muy sexy.

—¿En serio?

Al menos en la parte en que tenés sexo con un muñeco...

—A raíz de ese oso recibí muchas confesiones de gente que se sintió completamente identificada con la escena porque tuvieron su peluche propio. ¿No es loco? Tres amigos cercanos me lo confesaron, así que imaginate cuántos millones que no conozco y tampoco me lo dirían también lo tendrían. Gente que les dio masa durante muchos años.

Una vez más podemos decir que la realidad supera a la ficción.

—Y sin querer, porque yo no sabía de esa relación con los peluches. La idea inicial de esa escena era usar una muñeca inflable, pero me pareció que era una bajada muy a tierra, era privar al personaje de un par de líneas un poco más locas o más absurdas. La verdad es que empezamos a probar la escena con un almohadón, pero era un asco... y el muñeco es lo más símil persona que se puede encontrar sin que fuera un símil berreta. Además, y eso sí lo pensé, el peluche es de uno, se desarrolla una relación, lo lavás, lo acomodás, es visible, no hace falta esconderlo. Por eso supongo que la escena termina siendo sexy, porque por un lado es perversa pero por otro se nota el cariño con el objeto.

Además si hubiera sido una muñeca daría demasiado hétero.

—Hubiera sido muy determinante. Aunque yo me tenga que cuidar durante toda la escena porque la idea es que no se sepa si el tipo es gay, hétero o qué. Y a mí me sale hablarle en masculino.

¿Por qué no puede ser gay el personaje? ¿No se puede pensar lo masculino gay?

—En Sucio hay tres varones héteros medio raros, de hecho en los ensayos nos reímos porque el putómetro sube o baja según el día. Yo creo que sí se indaga en la identidad gay sin nombrar porque trabajamos con los “colores” de cada uno. Yo también canto una canción de Whitney Houston que es un icono gay... la idea era dejar las ventanas abiertas para cuando eso apareciera, porque tanto Juan (Minujín) como yo y como Guillermo (Arengo) somos... se nos ve... o pueden decir que somos gay y esto está en la obra, está presente desde la impronta física.

¿Y qué efecto produce en la audiencia?

—Los heterosexuales se acercan mucho, pero más las minas, ellas ven el corte de género en la obra.

Es que a los varones les cuesta mirarse...

—¿Te parece? ¿Más que a las mujeres? No sé, será que yo vivo en un submundo donde la gente es diferente... pero puede ser que el hombre sea más como una jabalina, una vez que se lanza sólo puede ir para adelante.

Volviendo al tema de tu separación, ¿no sentiste la falta de leyes que resguarden a las parejas que no son heterosexuales? Separación de bienes, por ejemplo.

—No, porque nunca concebí una pareja como todo es de todos. Me da un poco de vergüenza que escuche esto mi ex pareja...

Escucharlo, no lo va a escuchar.

—O leerlo... Más allá de eso siempre estuve con gente con las cosas claras, nunca me compré una casa con nadie. Cada uno tenía su casa, cada uno tenía sus cosas.

¿Pero vivían juntos?

—Sí, yo en la casa de él. Lo que digo es que siempre estuve con tipos piolas y amorosos y generosos, si me fui sin algo es porque no lo quise, no lo pedí o no lo busqué. De todos modos me parece alucinante y necesario que exista una ley para que podamos heredar, porque se dan también situaciones terribles. Imaginate la situación de vivir diez años con alguien, hacer una familia propia y que venga la familia de origen y te raje. Es terrible... Ahí sí, ahí sí que me voy a la Marcha del Orgullo.

¿Hasta ahora nunca fuiste?

—Te voy a decir algo pero quisiera que se tome con cuidado: a mí me gustan las marchas del orgullo y todo, pero sinceramente en algún lugar me da un dolor, una tristeza, una angustia que eso exista.

¿Por qué?

—Porque en algún lugar profundo me parece que no tendría que haber una lucha para que lo gay tenga lugar, porque lo gay es, no pide permiso. Yo sé que los espacios son restringidos y entonces una lucha por nuestros derechos tiene que existir, pero en sí mismo me da tristeza, me cuesta colaborar con eso con mi cuerpo, porque hay algo esencialmente mío que dice que no tengo nada que reclamar porque ya me pertenece. Por suerte hay gente que se dedica, porque con mi pensamiento y mi sensación de angustia no se llegaría nunca a nada; es demasiado utópico lo que digo.

O romántico.

—Soy muy romántico, soy insoportable, tengo como un submundo en la cabeza, me pierdo en mis pensamientos. Ser romántico me roba mucho tiempo porque pienso la vida entera desde un punto de vista romántico y fantasioso.

¿El amor roba tiempo?

—No hablo sólo de estar enamorado de alguien; lo romántico es también enamorarse de un modo de ser con uno, de sentir... De repente puedo empezar a escuchar una canción mexicana hoy a la tarde y esa sola canción puede hacerme perder toda la tarde en un ensueño. Y lo más terreno, lo más urbano y lo más que tiene que ver con el deber pasa a un plano totalmente secundario.

¿Romántico y melancólico son inseparables?

—Yo soy muy melanco. Creo que sí, que son palabras que están ligadas. Ahora estoy tratando de mezclarme con otra tesitura, porque lo romántico también es felicidad, es alegría, es amor ¿o no? Lo que pasa que es más fácil meter la pata en el barro que lavar bien la bota.

¿Eso quiere decir que es más fácil sufrir que ser feliz?

—Es proporcional, aunque en un único sentido: de arriba abajo. Porque cuando estás sumergido en un sufrimiento muy grande es difícil escalar el pico de la alegría. Aunque cuando estás en la cima te podés caer en el abismo muy fácil. El sufrimiento se siente mucho más, no sé por qué se puede permanecer ahí tanto tiempo y tan poco en la felicidad, por qué es más creativo el dolor, por qué las canciones de amor más bellas son las de pérdida y sufrimiento.

¿Hay alguna respuesta?

—Hay preguntas. Desde el sufrimiento uno se hace miles de preguntas, de alguna manera eso construye o crea algo. Desde la felicidad no te hacés preguntas, estás chocho. Y... yo le desconfío a la felicidad, no sé, algo se debe traer entre manos.

Sucio se presenta los viernes y sábados a las 23.30 en El Cubo, Zelaya 3053. Carlos Casella, Juan Minujín y Guillermo Arengo, dirigidos por Ana Frenkel y Mariano Pensotti.

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