UFA!
“Siempre dije que fui acosado, pero nadie escucha. ¿Qué tengo que hacer para que la gente me escuche?”, escribió en su blog Jamey Rodemeyer, el chico de 14 años que se suicidó en su casa de Buffalo, Nueva York, el domingo 18 de septiembre, tras ser acosado sistemáticamente por sus compañeros de colegio por ser gay. El de Jamey viene a engrosar la lista de los casos de suicidio por bullying, acoso escolar que se llevó, solamente en 2008, la vida de 4500 adolescentes en Estados Unidos y que avanza allá y acá (recordar el caso de Carlos Agüero, riojano de 17 años que se ahorcó en el campo donde trabajaba su familia el 16 de abril, cansado de la intimidación que sufría por parte de sus compañeros varones). Jamie había participado en la campaña It get’s better (su video se puede ver en Youtube) donde contaba que sus amigas siempre eran mujeres y que en la escuela le decían puto casi como reemplazo de su nombre, el acoso constante vía web con máximas como “los gays van al infierno” y la esperanza puesta en su ídola Lady Gaga, quien también declaró haber sufrido bullying en la secundaria y pidió al presidente Obama que tome medidas para frenar a los acosadores: ponerle una pena más allá de nombrarlo. Los padres de Jamie dijeron que en las últimas semanas se lo veía contento y adaptado a su nueva escuela, que nunca dio cuenta de las quejas y pedidos de ayuda del chico.
El acoso o intimidación escolar no figura en ningún lado, tiene pocos años de visibilización y, en general, se minimiza bajo el velo de cosas-que-pasan-en-la-escuela-y-todos-sufrimos; y no solamente se sugiere en la voz angustiada de Jaime hablando a cámara en la soledad de su cuarto sino en sus padres, sorprendidos por el desenlace.
Parece ser que a la demanda de herramientas para ayudar a los padres y madres a conocer la orientación sexual de sus hijos y ayudarlos en consecuencia, si es necesario, en el universo de las aplicaciones para celulares tiene una respuesta. Hace unos meses, Apple ofrecía una donde bajar al telefonito el listado de famosos de religión judía (no sea cosa que nos hagamos fanáticos de un cerdo sionista). Las protestas le apuraron el paso al gigante de la manzanita y la aplicación (paga) se retiró del mercado. Pero con semejante ideón, no tardó en llegar el mismo esquema pero en plan detector de gays. La empresa Android Market decidió redoblar la apuesta y formular un cuestionario que, por 1 euro con 99 centavos, permitía a padres y madres preocupadxs, sacarse todas las dudas sobre la sexualidad de sus hijos y seguir adelante con sus vidas. El listado salvador incluía preguntas como “¿A su hijo le gusta el fútbol?”; “¿Ud. quería tener una niña en lugar de un niño?”; “¿Su hijo va bien vestido?” o “¿La mejor amiga es una mujer?”. Android dejó afuera a las chicas del horizonte del cuestionario (tal vez pensando que tener una hija lesbiana vaya y pase pero un hijo gay, vade retro, Satanás), pero le puso la frutilla a la torta (nunca mejor dicho) con las conclusiones del caso: “No te preocupes, tu hijo no es gay” o “Tu hijo es gay. Acéptalo y sé consciente de que no es tu elección”, final esperanzador al mejor estilo new age: “no depende de ti” como un buen consuelo y telón a la propuesta. También hubo quejas y la aplicación voló del mercado como la anterior, no sin recibir la defensa de sus patrocinadores: “era una buena idea”, dijeron en un comunicado. Tal vez imaginaron que podría haber servido para la familia de Jamie, o para esa bolsa de padres y madres para los que se pretende “brindar un servicio” allí donde hay un agujero institucional y legal mucho más grande.
Lo cierto es que el adolescente, como tantos, no fue escuchado por maestros y directores, ni sus padres tuvieron herramientas para problematizar el asunto, ni una empresa de aplicaciones podría haber frenado por 1,99 la poca creatividad para asumir las identidades que la sociedad tolera.
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