Tan oscuro y desconocido como su origen, existe un aspecto por pocos conocidos del Art Noveau, lo mágico. Cuando esta magia llega, sólo resuenan coincidencias y se revelan ancestrales conexiones a través de arcanos siempre presentes ahora evidentes. Según Jung, psicólogo suizo padre de la teoría que considera la existencia de un inconsciente colectivo, un arquetipo hecho símbolo sería un arcano. Un concepto cargado de implicaciones, referenciado en una mente global inscripta posiblemente en el ADN de nuestra especie que a todxs nos es común. Los arquetipos acompañan a la humanidad desde que vimos nuestro reflejo en el lago y están evidentes en la naturaleza, la misma poderosa fuente vital de inspiración que según los promotores de este orgánico arte nuevo, sería el antídoto contra el nefasto reinado de la parca modernidad que a velocidad de locomotora se abría paso, cambiando el cotidiano de la ciudad de principios del siglo XX.

El ornamento de origen vegetal sirvió de decorado a la “belle époque”, un período de bonanza económico de finales del siglo XIX y principios del XX del que Argentina hizo parte, en el que la rentabilidad alcanzó niveles que posiblemente no se repetirán jamás. Auge que se evidenció en la preferencia por lo francés que tanto caracteriza a parte de la ciudad y en la que y cada tanto en su extensa obra visual entre arquitectos, ilustradores y artistas, incluyeron a modo de ornamento, fórmulas mágicas y retejieron arcanos que, de no ser así, se habrían perdido con el paso a la vida urbana. Desde sus orígenes el checo Alphonse Mucha maestro renovó el arte del poster y “escondió” entre sus ninfas de largos cabellos ondulados con tocados de pitonisa, algunos arcanos, signos y señales de oraciones y rituales. Oráculos que poco interesaron a quienes en cuestión de años masificaron su estilo, generando uno de los primeros fenómenos de moda transoceánicos. Como a otrx ninfx, a Sussy le rodean fetiches y talismanes, anudados y mandalas que velan sus horas de trance, invocación y conjuro.