CINE
El domingo 13 de noviembre se cumple un año de la muerte del comediógrafo valenciano Luis García Berlanga. El Festival de Mar del Plata programa un top ten de sus máximas creaciones como homenaje a este erotómano y fetichista que hizo de la anarquía cinematográfica un placer supremo.
› Por Diego Trerotola
“Una extraña particularidad: si Hitchcock hace una aparición en todas sus películas, Berlanga se manifiesta en las suyas, todas, mencionando al pasar, y fuera de contexto, al Imperio Austro-Húngaro. ¿Los motivos? Es tarea para mañana, lectores”, escribe el cineasta José Martínez Suárez en el catálogo del Festival de Cine de Mar del Plata, que este año le hace un homenaje al valenciano Luis García Berlanga. Y la recurrencia de menciones al Imperio Austro-Húngaro, en cada comedia de Berlanga, no pasa desapercibida, y muchas personas creen que es un secreto que el cineasta se llevó a la tumba. De hecho, el diario ADN de Madrid empezó así una necrológica del director: “Los libros de Historia dirán que el Imperio Austro-Húngaro fue un Estado centroeuropeo nacido en 1867 y que se disolvió en 1918, tras ser derrotado en la Primera Guerra Mundial; pero los amantes del cine de Luis García Berlanga sabemos que su desaparición se produjo un sábado de noviembre de 2010, con la muerte del cineasta valenciano. La mención al Imperio Austro-Húngaro es una constante en las películas de Berlanga. Por supuesto, sin venir para nada a cuento”. Por su parte, Joaquín Sabina le dedicó un poema a Berlanga que empieza así: “Del Imperio Austro-Húngaro, estreñido, / por falta de sonrisas verticales, / a Tombuctú, provincia del olvido, / partió don Luis, en bici de pedales”. Pareciera que no se puede evocar a Berlanga si no se parte de su máximo fetiche, la palabra austro-húngaro, como un territorio que lo contiene y lo define, aunque nadie haya podido explicar, hasta ahora, por qué. Creo tener una teoría, simple, pero que podría dar cuenta del origen de la sensualidad de esa palabra, tanto como la profunda erotomanía de Berlanga.
Nacido en 1921, Berlanga vivió la época de la Guerra Civil durante la adolescencia, y siempre repetía lo mismo, un poco provocador: “Para mí la guerra, como dice Radiguet en El diablo en el cuerpo, fueron unas largas vacaciones”. Como ni siquiera asistía a clases, Berlanga se dedicaba a leer libros robados para entretenerse. Un libro al que pudo acceder en esos años de iniciación diablesca fue Psychopathia sexualis, de Richard von Krafft-Ebing. Y fue para el imberbe valenciano una suerte de revelación instantánea. Tanto que muchos años después, en 2000, reeditaría una traducción del libro de Krafft-Ebing al que le dedicaría un prólogo con sus recuerdos de aquellas vacaciones como delincuente juvenil y erotómano precoz. “Leyendo Psychopathia sexualis creí reconocer algunas de mis aficiones, por lo demás nada desarrolladas o muy poco, y me extrañó no compartir otras. Había modalidades que ni siquiera sabía que existían, o cuya filiación erótica desconocía: lluvia dorada, enemas, coprofilia, gerontofilia... Otras, en cambio, como el exhibicionismo y las relaciones con los animales, me parecían más comunes. Muchas de esas aficiones o fijaciones se han convertido hoy en especialidades eróticas, y existen publicaciones, videos y páginas de Internet para sus adeptos. Pero entonces, cuando yo leí el libro, nada de esto existía”.
Como al Reinaldo Arenas de Antes que anochezca, al haberse criado en ambientes rurales no le parecía extraña la zoofilia en la que insiste Krafft-Ebing en su compilación de parafilias, que antes que un libro científico es una serie de relatos fascinantes, con descripciones de alto nivel literario, por algunas de las zonas más creativas de la sexualidad. Y, justamente, en esa identificación temprana con las parafilias de Krafft-Ebing, Berlanga creó su propio territorio erótico, pero también, como señala, lo relacionó con una forma de puesta en escena cinematográfica. Y allí, tal vez, no sólo haya leído por primera vez sobre ciertos placeres que luego iba a reescribir a través de algunas de sus películas, como Tamaño natural (1974), sino que también hubiese conocido la palabra austro-húngaro, porque fue dentro de ese estado donde el psiquiatra y sexólogo se instaló y publicó su libro en pleno apogeo imperial. De hecho, es en el prólogo de Psychopathia sexualis donde Berlanga usa la expresión “austro-húngaro” seriamente, fuera del contexto disparatado de sus comedias. Krafft-Ebing es célebre, entre otros hechos, por crear las categorías sadomasoquismo y sadismo para describir ciertas prácticas sexuales, y Berlanga lo homenajeó, en cierto sentido, al crear en 1977, en el inmediato post-franquismo, la colección La Sonrisa Vertical, una apuesta a editar literatura erótica que incluyó entre su catálogo las obras del Marqués de Sade y de Leopold von Sacher-Masoch. Krafft-Ebing fue, además, uno de los primeros sexólogos en tener una postura apologética de la homosexualidad, algo impensable para un científico de aquel fin de siglo, lo que lo convirtió en un condenado para sus colegas. Cañeque y Grau le preguntan a Berlanga si se considera perverso: “Sí, totalmente, por eso respeto todo tipo de perversiones, porque aunque no las practique, las entiendo. Todos estamos en el mismo barco, tenemos los mismos problemas frente a la sociedad”.
Tal vez no sea casualidad que el primer libro de Néstor Perlongher se llame Austria-Hungría, porque Berlanga también fue, ante todo, un barroco. Pero sin lujos del imperio sino un barroco del mismo barro en el que metía las patas Perlongher. Y su amplitud de criterio, más allá de sus opciones sexuales, hizo a Berlanga moldear su cine desde un encuadre plural hasta lo imposible, como si tratara de incluir cada categoría, cada rasgo mínimo, como en las descripciones exhaustivas de Krafft-Ebing. Porque su cine se caracteriza por esos planos donde se amuchan cantidad de personajes, todos hablando al mismo tiempo, en coreografías virtuosas de voces y acciones apiladas en un espacio extendido, como si hubiese descubierto que la perspectiva se pudiera estirar hasta horizontes inconquistados. Berlanga es un genio de los encuadres barrocos, colectivos, movedizos, descentrados, donde la mirada se sorprende con un espesor visual inagotable: puede sacar del (doble) fondo de un plano a personajes inesperados como salidos de la galera de un ilusionista. Para él la comedia es una forma de mirar al mundo en plano general y generoso. Es que Berlanga siempre defendió una creación comunitaria para dilapidar todo tipo de jerarquías disciplinarias y centros ideológicos, en sintonía con su espíritu anarquista, libertario y libertino. Fue un cineasta del todo: acumular todo, reírse de todo, especialmente para luchar contra el totalitarismo; y habiendo iniciado su obra dentro de la España franquista, éste no es un detalle menor. Y fue censurado, claro, pero siguió combatiendo desde un cine como deseo polimorfo. Y si bien el gran Buñuel fue un tirabombas desde el exilio, el gigante Berlanga puso sus comedias anarquistas al servicio de la resistencia dentro de la España dominada (Franco, ¡vos también la tuviste adentro!). El comediógrafo español dijo alguna vez: “Me atrae la ropa interior negra y también la blanca. No me seduce la combinación tópica del rojo y el negro, que sí me gusta desde el punto de vista ideológico, como anarquista”. Berlanga sabía, y sus películas lo demuestran, que cómo nos vistamos o desvistamos para gozar es tan importante como saber cuál es la bandera que nos arropa mejor, y qué colores nos representan comunitariamente. Sus anarcomedias son revoluciones parafílicas, de una sonrisa amplia que llega hasta el humor negro y la escatología, obras donde el cineasta valenciano no oculta sus fetiches para enseñar a reírnos de manera diversa. Y no sólo sus películas adelantaron la potencia de la movida española, especialmente el cine de Pedro Almodóvar, sino que lograron conquistar un territorio donde la pasión por incluirlo todo es igual a luchar porque ningún sistema político y estético sea válido si excluye el placer.
Entre hoy y el domingo 13 se podrán ver las diez películas programadas por el Festival de Cine de Mar del Plata como homenaje a Berlanga. Más información y horarios en www.mardelplatafilmfest.com
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