Denise Murz acaba de estrenar el video de la canción “¿Qué diría tu madre?”, con Dani Umpi. En el clip, una peluquería se convierte en pista de baile, mientras en la vida real la pista es para ella algo más que una pasarela de raros peinados, un termómetro de la vida gay.
› Por Federico Sierra
–En realidad esa canción que cantamos la hice pensando en él. Fuimos a ver un día su show con Robert, el tecladista de mi banda, y fue muy trash, muy fuerte verlo a Dani en vivo. Robert se quedó impactado y me comentó al oído: “¿Qué diría su madre si lo viera?”. Entonces compusimos el tema “¿Qué diría tu madre?”. Luego le mandé el mail, le mostré la canción, lo invité y le gustó.
–El tercer invitado es un reaggetonero argentino: Trova D, que teloneó a Daddy Yankee, es un genio. Tuvo un hitazo que pasaban mucho en Los 40 principales, un tema que se llama “Para mí”, un temazo con destino de hit desde el primer momento en que lo escuchás. Su música tiene cosas muy de Michael Jackson, lleno de coritos, arreglos, ese estilo. Cuando supe que era argentino lo busqué y le conté que quería cantar con él.
–Surgió escribiendo mi tesis de licenciatura para la carrera de Comunicación en la UBA. Me gustó mucho El amor y Occidente, un libro de Denis de Rougemont que habla sobre el lenguaje del amor y estudia el discurso del amor como conquista, como guerra. El nombre parte de un capítulo de ese libro.
–La concepción del amor en los medios de comunicación modernos, basándome sobre todo en las revistas tipo Maxim, Cosmopolitan, Hombres, analizando qué significa para estos medios el amor, cómo lo conceptualizan y qué les significa en sus columnas, sus artículos y sus títulos.
–Es un discurso muy violento, totalmente paranoico, desconfiado, ¡eso de amor no tiene nada! Las revistas de hombres de ese tipo enseñan a sus lectores cómo mentir y las revistas femeninas enseñan cómo descubrir cuando un hombre miente. Son dos discursos que forman un diálogo que se corresponde totalmente: hombres y mujeres todo el tiempo jugando al gato y al ratón, que no se encuentran nunca, es muy triste. Para la tesis tuve que leer miles y miles de revistas, todas llenas de fotos con minas ¡en bikini! (se ríe).
–(Se queda pensando) No, lo que creo es que la pista 2011, actual, es más diversa. Creo que en la pista de baile actual suceden cosas que todavía no están sucediendo afuera. Esta cosa de que se mezcle todo: los gays de levante, los hétero matándose a besos en los reservados, las travestis en medio.
–Me parece que está cambiando. Que ya no es más una escena centrada en un género musical, como el electropop. Yo estoy compartiendo fechas con Kumbia Queers, con bandas muy distintas a lo que yo hago: lo que reúne más ahora es bailar, no tanto un género musical. Pueden tocar la terremoto de Alcorcón o la Bomba Tucumana, ya no es “la escenaelectropop”, sino que es la escena con mayores ganas de bailar. Vos escuchás las radios actualmente y casi no hay baladas, se volvió a la pista de baile. Lo nuevo de Britney, Lady Gaga por supuesto, Black Eyed Peas: están todos “al palo”, electrificados, trabajando con David Guetta o copiando el sonido de Guetta.
–Seguro, está electrificado el sonido y los sintetizadores están muy fuertes. Pero son las ganas de bailar lo que predomina: allá se escuchaba desde Las Primas, La Prohibida, pop de todos los colores y todo lo “latino” que no entra en el mainstream latino.
–Me acuerdo que la primera fue Oxen, y me volví loca. Pero sigo yendo a boliches gays por las mismas cosas que en ese momento estaba podrida de los boliches de hétero. Te tratan como si estuvieras en un programa de Tinelli, o la violencia de cagarse a trompadas. Además, me gustaba mucho la música. En los boliches gays se escuchaba Moloko, Pet Shop Boys, mucho chart europeo. A mí me encanta esa música y me gusta bailar. Los hombres hétero tiene el cuerpo censurado: en un boliche hétero el “macho” no baila, es más limitado. En los boliches gays el cuerpo masculino es otra cosa, hay un culto a ese cuerpo que en otros boliches no hay, está el hombre como objeto de deseo: no sólo la mujer es objeto. Yo era más pendeja y veía unos cuerpos tremendos que me encantaban. Y ahí no es humillante ser objeto, funciona de modo diferente.
–Sí, muchos reniegan de la pluma y el cliché y me parece bien, pero eso es algo que existe, acá y en Nueva York, te puede parecer una cagada, pero en realidad lo terrible es que esa sea la única representación, no ese cliché en sí mismo.
–(Se ríe) Bueno, definamos ese término primero. Sí, es un término peyorativo, pero era bastante así cuando era chica. Supongo que tenía un vínculo bastante paternal con tipos que me quieren, me cuidan y me miman y la relación no pasaba por el sexo. Me quedaba a dormir en sus casas, porque yo vivía lejos, y me despertaban con el desayuno después de haber salido la noche anterior. Era tan grande el cariño que se podía dar un vínculo muy lindo. (Se queda pensando) Mi viejo siempre estuvo bastante borrado y quizá me hice toda esa pandilla de amigos gays para compensar algo afectivo. Pero cuando lo superé seguí conservando todas esas amistades. Y eso es lo más valioso, ¿no?
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