LUX VA > A FIESTA ESTRENO DE LA PELI PORNO 42 DE TéRMICA
Carnivorx incurable, nuestrx cronista salió a buscar carne argentina en una atípica fiesta del cine nacional. Entre lomazos y canapés, le hizo honor al título de la película en cuestión.
Me dice la babeante Melito que sus fotos de chongos musculosos en pleno ejercicio de la sodomía son de las mejores que se consiguen en Buenos Aires, y mientras las miro casi no puedo responderle, atoradx como estoy en el cuello de botella de mi calentura. Exijo que alguien frote la lámpara sexual que hay en mí y me ponga en punto G, porque el invierno es menos cruel si se encuentra un dulce lomazo calefactor. Salgamos entonces a hacer de este viernes de julio una acuarela pornonaturalista, con frutas y verduras de estación cocinándose a fuego intenso en las cuevas de nuestros cuerpos.
“¡Lux, amigx poeta, me encendiste la memoria; hablando de porno hay que ir a Soho Disco que es la fiesta de estreno de la peli 42 de térmica, con todos los protagonistas en vivo!” grita la Melito. Y ahí vamos lxs dos, llevando en la retina del deseo un detector de chongos onda muscle, dioses que después de la tercera copa bajen de su Olimpo XXX, y quien te dice por ahí no me llevo de la fiesta a uno para ponerlo sobre la mesita de noche a hacerme danzas de pelvis.
Díganme si el escenario de Soho Disco no parece un cuadrilátero de boxeo, y Juan Bautista ahí arriba un profeta evangelista anunciando la llegada de los gladiadores en pelotas. Que vengan los chongos porno star a darles pelea a los ojos ávidos del público, no sé a cuál de los doce apóstoles que aparecen ahora traca traca en la pantalla elegir, o si a los doce juntos para hacer estallar un gang bang en mi colchón. 42, 50, 100 centígrados de térmica, me elevo hasta el VIP del boliche como un globo aerostático. Si los lomonautas de la película están para un crimen serial, los muchachos de acá abajo no se quedan atrás. No sé de dónde sale, pero siento que una mano me lleva —¿o soy yo quien la lleva?— y de pronto aparezco en un vestuario revestido en testosterona. Ay Juan Bautista, que esto no estaba en el programa.
Créanlo: me rodean tres actores monumentales desnuditos en plena manuela, con sus 24 cm reales de serpientes adormecidas que hay que despertar para que el show que prometen sobre el ring nos deje a todos y todas knock out. “Necesitamos de tu estímulo para ponernos a punto caramelo, Lux”, me provoca el más zafado, y a mi juego me llamaron. Pero, ahora que lo pienso, ¿quién me pagará por despuntar el oficio de boca auxiliadora? ¿Soho Disco, la gente de Soy? ¿Nadie? En fin, en todo caso este sacrificio ad honorem lo ofrezco a la memoria de mi señorita de catequesis, que me enseñó a convertir el mal en bien.
Del otro lado de la puerta se oye a la multitud rugiente reclamando a las estrellas atléticas. Que esperen sentados, porque Lux recién empieza. El chico del slip rojo me enamora más que los otros y ahí me detengo en el centro de esa escultura para producir con su espada mustia mi obra maestra. “Viste que soy un muscle grosso real, posta”, me susurra al oído y hago como que no lo escucho. No hables... shhhh, no digas nada, belleza. Así callado me gustabas más. Para qué arruinar este momento con palabras que a vos siempre te sobran. Vamos, que ya estás listo para salir a escena. ¿No oís las trompetas del cielo?
Nadie mejor que yo para levantar a los muertos. Miren qué buen trabajo el mío. Uno tras uno salen los chicos patovicas de 42 de térmica con las sungas agigantadas apuntando hacia delante como flechas. De pronto me quedo solitx frente al espejo del vestuario, feliz sobre los charquitos de sudor y lágrimas, y con los deberes bien cumplidos.
Soho Disco,
Scalabrini Ortiz 1429.
42 de térmica
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