Vie 10.02.2012
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ENTREVISTA

Sindicalismo sensible

Desde el corazón del sindicalismo chileno, Cristian Cuevas Zambrano intenta cambiar el mundo: incorpora a la familia de los mineros en las discusiones paritarias y el factor de la diversidad sexual en sus discursos y reclamos. Mientras se prepara para ser candidato a presidente, habla de putos y travestis y rompe con los esquemas del sindicalismo tradicional.

› Por Diana Sacayán

Desde Santiago, Chile

A Cristian Cuevas Zambrano lo conocí en Chile, me lo presentó Víctor Hugo Robles, ese escritor y activista chileno que por allá es conocido como “el Che de los gays”, uno de los pocos personajes que ha retomado la idea de la performance como un acto contestatario y de trascendencia política. Algo llamativo que tiene su performance es que muchas veces se basa en el uso (o no uso) de la ropa como forma de manifestación, la ropa adquiere en él un significado distinto e icónico que muchas veces cuesta asimilar. “El Che de los gays” es relevante no sólo por sus performance callejeras, sino porque se ha convertido en el primer apóstata judicializado en la historia de Chile, es decir, el primer homosexual que renunció a ser católico legalmente, que pidió ser borrado del registro de personas católicas bautizadas, un hecho simbólico que marca pauta en el mundo actual. En el contexto de la Fiesta de los Abrazos (acto popular que se inició unos años después de instaurada la dictadura militar y que se fue transformando en la cita esperada, acto multitudinario con comidas típicas, arte, cultura, mesas redondas, documentales y un acto en el escenario central con la participación de personalidades políticas y los mejores artistas populares) se llevaba a cabo en Santiago la carpa de la organización sindical Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), que dirige Cristian Cuevas Zambrano, que a partir de este momento se convierte en el protagonista de la entrevista, ya que por primera vez y gracias a él, la CTC se plantea introducir la discriminación laboral, intentando romper con los paradigmas de la política y la sexualidad en Chile. Cristian sostiene que éste es un tránsito apasionante que lo motiva a luchar por los derechos de los trabajadores en Chile y a enfrentar no sólo las injusticias laborales sino los estereotipos y prejuicios sexuales que dominan nuestra vida política.

Tirar para adelante

La vida fue dura para él: la pobreza, la ausencia de la madre, la homosexualidad en un medio hostil. Sin embargo, no quiere profundizar en ninguno de esos temas, no debe querer recitar el lamento esperado, él tira para adelante. Es de esos sindicalistas (antes fue trabajador del carbón) que no tiene miedo de pronunciar en sus discursos la palabra marica y travesti y se atreve a desafiar a las mafias sindicales; tira para adelante quiere decir que asegura que está preparado y que no teme emprender la carrera como candidato a presidente de Chile.

Yo hice ya una presentación líneas arriba, ahora decime cómo te presentarías vos.

–Bueno, soy originario de la zona del carbón, específicamente de Coronel, y nuestra infancia transcurría en medio de la organización de los sindicatos obreros, en Lote, en Coronel, en Chagües, y eso es porque soy hijo de un obrero del carbón: Eleonoro Cuevas González. Mi madre, Benicia Zambrano, falleció a temprana edad, a los 39, cuando yo tenía apenas 4 años y 11 hermanos. Obviamente, nuestra vida era como la de cualquier niño pobre de obreros, muy vinculada a los sindicatos, lo que hace que uno fuera formándose con ese criterio organizacional, desde una identidad basada en la solidaridad, sobre todo desde otra forma de construir la familia, donde nuestros hermanos se dedicaban a nuestro cuidado cuando nuestros padres iban a la mina a ganarse el pan.

¿Cómo fue tu experiencia en la escolaridad?

–Estudié en una población de mineros y sinceramente mi experiencia fue excelente. Destaco la función que cumplió mi profesora Alba Giménez, que me fue incorporando a las artes a través del teatro y otras acciones que permitieron mi entusiasmo por la lucha social, aunque con cierta sobreprotección, que a mí tampoco me molestaba, allá por el año ’83, ’84 cuando comienza la lucha contra el golpe militar. Yo me incorporo a la lucha de los estudiantes secundarios, ahí se va definiendo mi camino, el del activismo social.

La militancia estudiantil fue medular para tu formación como político.

–Sí. Pero diría que esta vocación nace en los hechos dramáticos de marzo del ’85 cuando nuestro país se vio estremecido por el asesinato de tres profesionales comunistas: Nativo Parada y Guerrero y los hermanos Vergara Toledo y Paulin Guerra Estovar, militantes del MIR. Me golpeó en la adolescencia y fortaleció mi compromiso por los DD.HH.; yo antes asumía el compromiso pero no tenía plena conciencia, aquí se afianzó en mí y en la sociedad chilena el deseo de afianzar la lucha contra la dictadura militar.

A Cristian le apasiona el tema, se comunica con la cara, con las manos, tiene facilidad para la palabra, ¿será la experiencia en dar discursos a multitudes? Se lo escucha humilde, es simpático, buen mozo, de estatura baja pero con un empuje gigantesco. Es fácil entrevistarlo, es de esas personas que contestan las preguntas antes de que las formules. Hace chistes sobre la homofobia en medio de la entrevista. Pero prefiere que no los dé a conocer y me lo indica dos veces. Es apasionante escucharlo porque su historia está llena de desafíos.

Vos también fuiste obrero del carbón, ¿en qué momento comienza tu militancia sindical?

–Trabajé en una empresa que brinda servicio de alimentación a los trabajadores del cobre y ahí comenzamos a formar sindicatos. Yo le tenía un poco de miedo al sindicalismo dado que conocía cómo se movían y también por mi condición sexual, que en el fondo genera ciertos temores, porque el sindicalismo en general se concibe como un lugar de hombres heterosexuales, muy discriminador muchas veces, y que ve solamente la materia reivindicativa y que no puede ver otros temas que atraviesan al ser humano. Por eso, de a poco y cuando asumen el movimiento sindical en el año ‘98 fui incorporando todos estos nuevos elementos.

¿Cuáles serían los cambios respecto del sindicalismo tradicional?

–En principio, haciendo el camino de los que nos antecedieron: en las minas de carbón se incorporaba a la familia para que fueran parte de la construcción del sindicalismo. Eso estamos haciendo ahora. El sindicalismo no puede abstraerse si quiere generar transformación social, no puede excluir. Porque los que representamos a los trabajadores vivimos y convivimos con ese mundo, donde no hay diferencia con la misma clase. Eso para mí es recuperar el sentido de lo que debe ser el sindicalismo y confrontar con el sindicalismo corporativista que les teme a estos temas y que consiguió alienar a los trabajadores, despojándolos de su dignidad. Por lo tanto, este nuevo sindicalismo tiene que enfrentar primero esa formas inadecuadas que dañan al movimiento social, que sea capaz de incorporar la cuestión del género y la diversidad sexual en su agenda.

¿Cómo hacés para que no pese más ser gay que tu construcción política? ¿Tuviste alguna situación de desagrado o violencia con algunos compañeros?

–Nunca soy un dirigente gay, soy un dirigente sindical. Aquí la legitimidad se gana en la medida que tengas capacidad de construcción y que tengas capacidad de organizar. Que tenga una orientación sexual que me diferencie de una mayoría, supuestamente heterosexual, no es el tema. Ahora, yo no he vivido la discriminación que han sufrido otras personas con esta orientación, porque es cierto que el machismo atraviesa con fuerzas estos espacios dominados por machos. Quizá cuando era muy joven fue duro y doloroso por los temores propios de esa edad. En esos años me dediqué por completo a la lucha contra la dictadura, dejé de lado la necesidad de afecto, de cuidado, de sexualidad. El proceso de liberación fue clave para mí impulsado en mi relación con las organizaciones de mujeres. A los 26 años participé en talleres de sexualidad en Concepción invitado por unas amigas lesbianas. Sentí que pertenecía a ese lugar, leía revistas gays, quería ser parte de eso, pero no me atrevía del todo. Luego, viví un período de reflexión y vi la película cubana Fresa y chocolate. Entonces, yo, un hombre de izquierda, descubrí que era posible ser revolucionario y homosexual, entonces, me dije, por qué tengo que seguir en el ocultamiento.

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