Viernes, 2 de marzo de 2012 | Hoy
Por John Waters
¿Soy un pervertido por amar el trabajo de Bobby García y David Hurles? Bueno, sí, supongo. Pero sano. Conocí a muchos amigos con mi neurosis, creo en la cura hablada, y ustedes también deberían. Freud tenía razón en muchas cosas, pero hoy en día las compañías de seguro no te pagan por la terapia, te dan pastillas: un turno para ser diagnosticado por ansiedad, y otro para que te droguen. No me malentiendan: la terapia con Prozac salvó la vida de varios de mis amigos, quienes eran realmente maníacos depresivos, del tipo que se queda en la cama por días mordiendo sus almohadas con una ira interminable. Para ese tipo de personas los estabilizadores de humor son enviados de Dios. Nunca mencioné los efectos sexuales, siempre pienso que prefiero estar deprimido pero tenerla dura, a estar feliz pero floja... pero hey, estoy abierto a las posibilidades. Sentirte mal puede hacerte sentir bien si sos del tipo creativo. El daño emocional puede que ya te lo hayan hecho, pero deja de llorar. Usa tu insania para ponerte adelante.
¿Y el amor no nos salva? Esa terrible y excitante enfermedad que para mí se siente como un trabajo de tiempo completo. ¿Acaso no es el amor lo que uno hace tratando de recuperar lo que los padres no te dieron antes de los tres años? Una cosa que aprendí en terapia es que eso nunca se recupera, así que superalo, ¡por Dios! Hacete amigo de tu neurosis.
Todo el mundo tiene su “mapa del amor”, como decía el brillante, tristemente desacreditado sexólogo de Baltimore, Dr. John Money. Y nosotros rara vez podemos cambiarlos, pero podemos aprender a verlos venir. Un neurótico sano sabe que su tipo puede traerle problemas emocionales combinados con un gran sacudón sexual. Pero podemos ver, luego de una terapia efectiva, que tenemos una opción. Sí, nuestros mapas amorosos pueden hacernos mal, pero ¡wow! No voy a encontrar este tipo de sexo en relaciones sanas. Entonces, ¿vale la pena? Si la respuesta es sí, estás jodido; pero mientras lo elijas, también estarás neuróticamente feliz. Cuando Bobby García y David Hurles construyeron la autoestima de sus masculinas y problemáticas estrellas disminuyendo la propia en el nombre de la excitación sexual, ¿quién soy yo para decir que estos artistas estarían mejor con una relación madura con auto-respeto? Tal vez por estar jodidos son tan originales.
Y sé lo que estás pensando al leer este capítulo, pero te equivocas. No sólo me gustan los heterosexuales. De joven tuve tres novios gays, y en mi vida adulta tuve tres relaciones que fueron importantes para mí: una con un gay, una con un hombre que hasta el día de hoy se identifica como heterosexual y otra con un completo bisexual. Mantengo mi amistad con ellos hasta hoy también. Y, para que conste, nunca me acosté con ningún prisionero al que le haya enseñado o aconsejado profesionalmente. Ni siquiera cuando con un relativo buen humor, casi con aprobación, gritó: “Hora de la revancha”, después de que le hayan dado la libertad, y yo lo fui a buscar a la casa de su familia para nuestra primera noche en el mundo libre. No hubiera sido lo correcto. Yo estoy en el campo de las “correccionales” y tomo mi trabajo seriamente. Pero claro, puedo ir por un pito confundido. Mi tipo real, en estos días, son los blue-collar closet queen, son los mejores. No quieren ir a las premières con vos, no quieren ir a ver una película, no quieren conocer a tus amigos famosos, ni siquiera quieren ser vistos con vos porque, si no, la gente va a saber. Sólo quieren pasar a visitarte. El novio perfecto.
Tomar con sentido del humor tus mapas amorosos puede hacerlo todo mucho más fácil. En la fiesta elegante de Elton John en L.A. (la gala de los Oscar), varios amigos neuróticos, sin razón aparente, susurraron en mi oído “¿Qué es mejor que un beso negro?”. Sorprendido por lo inapropiado de la pregunta en medio de todo ese glamour, conteste: “Ok, ¿qué?”. “Nada”, me dijo con la autosatisfacción de un pervertido feliz. Tenía otro amigo blanco querido en Baltimore, el cual tenía muy preocupado a su psicólogo porque tenía la compulsión sexual de acostarse con aterradores hombres negros heterosexuales, por lo cual le recetó Depo-Provera: es la droga que las autoridades les dan a los violadores para quitarles su deseo sexual. ¡Pero a mi amigo aun así se le paraba después de tomarla! Verlo en acción era increíble. Se acercaba con coraje a cualquier ghetto que codiciaba, miraba con ojos muertos, y luego arrojaba un aro con llaves a sus pies sin decir una palabra. Claro que se puede ir demasiado lejos. Hay neuróticos sexuales que pierden su sentido de la ironía sobre su compulsión y dejan que sus mapas amorosos los destruyan. Como el pobre Tío Ed, nombre real Ed Savitz, el más evidente pervertido salido de Philadelphia, quien por años les pagó a adolescentes por sus penes y su ropa interior que luego guardaba como una colección de mariposas. ¿Quién elegiría ser el Tío Ed? Cuando la policía finalmente entró y lo arrestó, pasó décadas suministrando “dinero de cerveza” a jóvenes que lo miraban sin culpa, como a un cajero automático (“no es gran cosa –comentó uno–, era un buen hombre y puto”), encontraron 312 bolsas de basura llenas de medias y calzoncillos. Cuando los encabezados gritaban y al Tío Ed lo llevaron a prisión con una fianza de 20 millones de dólares, todo el mundo menos las víctimas levantaban sus manos con consternación. Uno de los jóvenes declaró: “Necesitás dinero, vas a lo de Ed, le vendés tus medias sucias, le escupís en su boca, le vendés tu remera”. Otro joven de 16 años perplejo por la furia de los adultos con los malos entendidos en la comunidad de Philadelphia comentó: “Si vender medias y ropa interior fuera ilegal, Woolworth estaría fuera del negocio”.
Luego se enteraron de que el Tío Ed tenía sida y todo el mundo se puso loco. Policías de la prisión le quitaron su vieja peluca y dejaron que otros prisioneros lo golpearan y le robaran hasta dejarlo inconsciente, antes de que empezara el juicio. ¿Nunca hubo ninguna evidencia de que alguien hubiera contraído sida del Tío Ed? Pero, ¿a quién le importa? Es cierto, había chupado a algunos chicos heterosexuales, pero todos los médicos están de acuerdo de que la manera principal de contagiarse esta enfermedad es siendo la pareja pasiva en una relación anal, algo de lo cual estos chicos nunca participaron. Y ciertamente entregar tu ropa interior mojada era sexo seguro. El Tío Ed murió en prisión, el último monstruo de la homofobia.
No siento simpatía por todos los pervertidos. A veces los peores son heterosexuales, como el empresario de Connecticut (no voy a mencionar su nombre por si acaso está en recuperación) el cual se convirtió en el hazmerreír del país en 1995. Volaba en la clase business en el vuelo 976 de United de Buenos Aires a JFK, nuestro pasajero se estaba tomando tragos de una manera alarmante, por lo que las azafatas le cortaron el suministro. De acuerdo con los reportes policiales, este pasajero frecuente rechazó “el ultimo aviso” con una resolución furiosa. Se abrió camino hacia la primera clase y comenzó a servirse solo sus tragos. Cuando la tripulación trató de pararlo, tiró a una azafata a un asiento, se subió al carro de servir comida, se bajó los pantalones y cagó en él.
Imagínense si están leyendo un libro o mirando una película y cuando miran para arriba ven a un hombre cagando en el carrito de comida. El presidente de Portugal y el ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina estaban en el vuelo. Imaginen su última conversación. ¿Compartirían los detalles del horror que pasaron en el aire?
Piensen cómo este loco cagador se debe haber sentido cuando empezó a irse el efecto del alcohol en la celda de la cárcel. ¿A quién llamó? ¿A su esposa? “¿Cómo estuvo el vuelo, amor?”, debe haber sido la pregunta a la cual le temía más. ¿Le contó la verdad: “Me emborraché y cagué por todo el avión y voy a estar en todas las portadas mañana”, o murmuró: “Voy a llegar un poco tarde”? ¿O era un cagador serial que estaba escondiendo su pasado terrorista? ¿Habrá estado haciéndolo por años en su comunidad? ¿Sería el que inventó la táctica de venganza a los enemigos de cagar en el tanque superior del inodoro para que no puedan localizar de dónde proviene el olor?
Como la necrofilia. La única perversión que no he probado. Uno tiene que guardar algo para el otoño de su vida, ¿no es cierto? Un neurótico sano nunca dice nunca a una nueva fantasía sexual. ¿Es acaso la necrofilia el mayor miedo de la performance? Pregúntenle a Karen M. Greenlee: ella debe saber. Esta veinteañera se autodescribe como “rata de morgue”: trabajó en los funerales (¿donde más se puede conocer cadáveres?) y tuvo sexo con un muerto. Fue atrapada por la policía después de robarse un cuerpo. Le dijo a la policía que su intención era permanecer con su amante hasta que su cuerpo se descompusiera tanto y no lo pudiera soportar.
Lo que me hizo pensar: ¿todas las celebridades son cogidas después de que se mueren? ¿Debería ser tan liberal de que acepto este hecho? Cuando Anna Nicole Smith falleció, ¿no se esparció la voz en el circuito necro “ok, tenés 36 horas y las apuestas empiezan en 200 mil”? Se la chuparon a Elvis después de muerto? ¿Acaso Piaf fue cogida por varios?
¿A qué celebridad te gustaría cogerte? Vamos, es una pregunta que todos los neuróticos sanos van a tener que contestarse alguna vez. Muchos de mis amigos eligieron la respuesta obvia: Marilyn Monroe o James Dean. Pero no yo. Yo elegí al director Luchino Visconti. En ese elegante cajón en el que su novio Helmut Berger debe haber querido tirarse en el funeral. O bien Rotten Rita (nombre real Kenneth Rapp), el dealer más grande de speed a la más nueva estrella gay de las películas de Warhol en el período de Silver Factory. Tal vez Ingrid Superstar (la llamada estrella perdida de Warhol, vagó lejos de la casa de su madre por décadas hasta que, disminuido el estrellato, nunca se volvió a escuchar nada de ella) podría unírsenos en un trío. Y ahí, si tenemos suerte, Andy podría filmarnos.
Adelanto de Role Models (Beautiful Books). Traducción: Clara Izaguirre.
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