Viernes, 16 de marzo de 2012 | Hoy
LUX VA A LA FIESTA DE LA VENDIMIA GAY EN MENDOZA
En Mendoza se puede pasar la lengua por todos lados menos por los cuerpos de las travestis antes del desfile: en la Vendimia Gay las lentejuelas de los trajes raspan como la arena, pero para el fin de fiesta bien vale el atracón.
Ese backstage era un hervidero de strass, lentejuelas, plumas y nervios. Tal como las damas mendocinas que zurcieron la bandera del ejército que cruzó los Andes, un equipo de vestuaristas terminaba sobre la hora todos los detalles de las travestis que competirían por la corona de la Vendimia Gay. No la Vendimia oficial, sino “la otra”, y todo en ese territorio tan excitante por lo histórico y lo pulcro: dicen que por las calles de Mendoza se puede pasar la lengua sin miedo a ensuciarse. Pero no estábamos para pulcritud y allí nos lanzamos con mi amiga Poncha, al auditorio Angel Bustelo, bajo los vapores de los Malbec, Merlot, Pinot Noir y Tempranillo que nos subían por la nuca y la peluca y nos despeinaban los rodetes. Justo antes de salir a la pista me temí lo peor: que se nos aparezca la Julio Cobos montada de mujerota entrando triunfal a la Vendimia “para todos” y disputar así el premio mayor de las travas. No ocurrió, gracias a la Virgen de la Carrodilla, patrona de los viñedos, que nos protegió en todo momento. Pero también porque, como me explicó una mendocina al oído: “acá no existe ese montaje político que tiene la Vendimia oficial, éste es el lado B de la fiesta tradicional”. Una Vendimia diferente, más salvaje, menos institucionalizada, adonde me lancé con un catsuit de lurex para no desentonar con los trajes apretados de las concursantes.
Ay, pero cuando la Virgen de la Carrodilla entró a escena aullamos al unísono en delirio místico. ¡Aquellos mantos! Las chicas desfilaron espléndidas, dando pequeños saltitos sobre el escenario. Como me dijo un día la Turca Glamour, icono y monumento viviente de las travestis mendocinas: “Acá la travesti es más cuidadosa, pide permiso para todo y se disculpa más veces que una porteña”.
Desde el VIP, la reina y la virreina de la Vendimia tradicional, de la Vendimia hétero, la que no sería tan “para todos”, aplaudían a sus colegas soberanas. Cómo han cambiado los tiempos, pienso: antes ninguna reina hubiera pisado este lugar, ahora muestran sonrisas llenas de dientes blancos como aspirinas. Moria Casán anunció finalmente a la ganadora: “la Delfina”, como le dicen las amigas. “¡Qué flaquita! ¡Me muero!”, me grita Poncha y empiezan de nuevo los comentarios con nostalgia: que cómo cambian las épocas, que cómo ha pasado ya la moda de la travesti con curvas e implantes: esos minones que ya casi no se ven: como Susana del Moro, centinela de Estación Miró, mítico reventón de Mendoza en los años noventa. Giro el cuello 180 grados y al fin la veo, ahí está la Susana del Moro, tomándose un espumante cuyano a lo lejos, o quizás algún vinito “de guarda” de esas bodegas boutique tan de moda.
En el escenario, la Turca Glamour vio eclipsado por primera vez su eterno matriarcado, al menos por una noche, gracias a la visita de su gemela malvada y porteña: Moria Casán. Misma lengua filosa, mismas caderas, mismo rictus. “Los felicito por la civilización mendocina”, nos dice Moria haciendo una reverencia. Abajo, en la pista, un gaucho de cada pueblo: matrimonios heterosexuales hartos de la rutina, rugbiers “tapados” buscando acción, imponentes lesbianas con borceguíes recién bajadas del Paso de Uspallata o del Cerro Tronador y maricas de cada uno de los rincones de Cuyo. Sólo los Miranda! son capaces de hacerlos a bailar a todxs hasta que el paladar se seca como el desierto. A nosotrxs también, claro, mientras buscábamos cada unx a nuestro propio rey con mirada láser entre la multitud. Pero el único rey terminaría siendo el propio Baco —o Dionisio, según la tradición que se prefiera—, el que nos hechizaría para llevarnos luego a los brazos de Orfeo. Gracias a él pudimos descansar esa noche para luego empezar de nuevo el ciclo de la uva, hasta el próximo descorche, que nos desconche.
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