El histórico asistente y amigo de Freddie Mercury, Peter Freestone, llega a Buenos Aires para ver al clon argentino del cantante en el espectáculo realizado por Dios Salve a la Reina. El show de la nostalgia tiene muchas anécdotas.
Durante doce años, Peter Freestone pasó las 24 horas de los siete días de la semana junto a Freddie Mercury. Lo asistió, le cocinó, lo aconsejó a la hora de vestirse, fue desde su chofer hasta su confidente. Lo acompañó en sus giras y estuvo a su lado hasta el final. Por estos días Freestone está de paso por estas tierras invitado a ver el concierto de Dios Salve a la Reina, la banda tributo a Queen que desde 1998 hasta la fecha se convirtió en una de las más populares y reconocidas del planeta, elegidos en 2006 por el Fan Club internacional de Queens de Gales como la mejor en su especie. Los amantes de Queen irán a ver a su doble, Pablo Padín y se comerán el sapo de las salvedades que hace el cantante clon sobre su no homosexualidad y, sobre todo, del levante que el original tenía con las mujeres. Mientras tanto, Peter Freestone en Buenos Aires ensaya para Soy algunos fragmentos de la biografía que podría escribir si quisiera remontándose a 1979 cuando lo conoció, hasta los últimos días, los de la despedida.
En 1979 yo trabajaba en el Royal Opera House en Londres como vestuarista para el Royal Ballet. Freddie fue la estrella invitada a la gala de caridad, donde interpretó “Crazy Little Thing Called Love” y “Bohemian Rhapsody” mientras era manipulado por varios bailarines alrededor del escenario. Yo hablé con él en la fiesta que se hizo esa noche y le dije que pensaba que Freddie y el Royal Ballet eran una gran combinación. El me dijo que me había visto durante sus ensayos, me preguntó qué hacía yo, la conversación terminó ahí. Dos semanas después, alguien de la compañía llamó a mi jefe y le preguntó si yo estaría disponible para ir a un tour con Queen, durante seis semanas, para encargarme de sus vestuarios. Acepté. Me convertí en el asistente de Freddie alrededor de un año más tarde.
La manera más fácil de describir nuestra relación es trazar una línea entre jefe y amigo. Esta línea divisoria en el medio siempre estaba cambiando dependiendo del tiempo; Freddie necesitaba un asistente o un amigo en un instante. Si hacías tu trabajo poniendo todo lo mejor de vos, él era un gran jefe. Como amigo, el más leal.
Freddie vivía una vida normal cuando estaba en su casa. Se levantaba a las 9.00 y pasaba mucho tiempo en su hogar, o iba de compras. Le encantaba entretener a los amigos en almuerzos o cenas. Le gustaba ir a las grandes casas de subasta, para ver pinturas, muebles o preciosas piezas antiguas de cristal. Le gustaba ir a bares y a clubes casi todas las noches.
En los tours se levantaba, desayunaba, usualmente tostadas, jamón y té, mientras yo empacaba sus trajes. Era un destino tras otro. Yo desempacaba sus trajes mientras él se tomaba un té caliente; luego íbamos a las pruebas de sonido y ya nos quedábamos en el lugar para la presentación.
Cuando grababa si de pronto no le convencía lo que salía, se iba luego de pocas horas. Otras veces se podía quedar hasta las 4 de la mañana, si sentía que estaba surgiendo algo bueno.
Empezó a dar cada vez menos entrevistas a medida que pasaba el tiempo, porque comenzó a enfurecerse por la forma en la que se lo malinterpretaba. Usaban sus palabras pero cambiadas de lugar u omitían algo que cambiaba el sentido. Además no creía que el uso de la prensa lo fuera a ayudar a expresar sus ideas al mundo. Nunca me voy a olvidar de Freddie con la cabeza para atrás riéndose. En las entrevistas lo podías ver usando su labio superior para cubrir sus dientes o llevándose las manos a la cara cada vez que se reía. Esto era porque odiaba sus dientes. No los arreglaba por si eso cambiaba el sonido que producía. En casa, con amigos no tenía de qué preocuparse, él solo se reía con la boca abierta. Tenía un gran sentido del humor y disfrutaba reírse. En cuanto a su enfermedad, lo vivió como algo muy personal. Era algo que sólo quería que lo supieran pocas personas y quería llevar una vida normal el mayor tiempo posible. Al mismo tiempo no quería preocupar a amigos y familiares más de lo necesario, de tal manera que sólo les contó a aquellos que creyó necesario. Aceptó el diagnóstico una vez que estuvo confirmado, sintió que no tenía tiempo para perder pensando cómo y dónde había contraído la enfermedad. Se dio cuenta de que tenía mucho menos tiempo para hacer las cosas que quería hacer, por lo cual se internó a grabar. Dejó de fumar y tomar en los últimos dos años, luego de que el doctor le dijera que podría conseguir un poquito más de tiempo si lo hacía. Pero poco antes de morir salió a decirlo. Freddie sabía que no le quedaba mucho tiempo y quería que el mundo supiera que esta enfermedad devastadora podía afectar a cualquiera. Sintió que si el mundo sabía, tal vez, podrían aprender que había que luchar contra esto con conocimiento y cuidado.
Los últimos días fueron silenciosos y cortos. Yo no los pensaba como los últimos días, había dejado de tomar las drogas que lo mantenían vivo y estaba sólo con los calmantes. Estaba comiendo y tomando menos, pero supongo que yo todavía no quería aceptar el hecho de que él no estuviera. Mientras hubiera aliento en su cuerpo, había vida, y él estaba ahí.
Queen sinfónico se presenta este viernes y sábado a las 21.30 en el Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125.
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