MI MUNDO TRAVESTI DEL ALTIPLANO
Una muestra montada en un museo de la capital boliviana y la edición del libro La china morena. Memoria histórica travesti rescatan del olvido las historias de Barbarella, Ofelia y la Familia Galán, auténticos iconos del folklore popular boliviano que revolucionaron desde la década del 60 y gestaron los dos festejos más grandes del país andino: la celebración del Gran Poder y el fastuoso Carnaval de Oruro.
› Por Nicolás G. Recoaro
Con bombos y trompetas como banda de sonido y entre bailes callejeros de morenada, Barbarella, con un beso, madrugó al pequeño dictador boliviano. Corría 1974 y los festejos de la Fastuosa Entrada del Señor del Gran Poder, la fiesta popular y religiosa más importante de La Paz, por primera vez en su dilatada historia rebasaba los límites del marginal barrio de Chijini, y miles de bailarines hacían su ingreso triunfal al aristocrático –y hasta entonces vedado– centro de la capital andina. En el palco de honor donde comenzaba el festejo estaba el diminuto Hugo Banzer Suárez, el dictador nacido en la tropical Santa Cruz de la Sierra que desde agosto de 1971 conducía a punta de pistola el más represivo gobierno de la historia boliviana del siglo XX. En la calle, bailando sobre sus empinadas plataformas estaba Barbarella, la emblemática travesti que desde la década del 60 se había transformado en la figura más popular en la morenada de los residentes de Achacachi. Los labios generosamente maquillados de Barbarella apenas rozaron la mejilla del dictador. Cuentan que aquel fugaz beso heló, y quizá también encendió, al sangriento tirano. Banzer prometió vengarse.
Un año después, como nunca antes había pasado, la prohibición oficial vedó la participación de las travestis en el festejo del Gran Poder. Dicen que en aquel junio de 1975 Barbarella, acompañada de algunas compañeras que integraban las comparsas en aquella década, para eludir la prohibición mareaban a los policías con sus diminutas polleras y se colaban en el festejo que escalaba por las calles de La Paz. También cuentan que aquel año fueron defendidas de la policía por las comparsas unas veces, y por el propio público en otras. La prohibición duró varios años, como la sangrienta dictadura de Banzer, y Barbarella y sus compañeras tuvieron que llevar sus bailes a barrios marginales de la ciudad y al interior de Bolivia; a las fiestas en las comunidades rurales que, por suerte, eran muchas y estaban frágilmente apartadas de la influencia del tirano. “Desde aquel año del beso ingresamos con la fiesta al centro paceño, pero también nos sacaron de ella. Sin embargo, esas participaciones se constituyen en las primeras interpelaciones y transgresiones del sistema patriarcal”, cuenta desde las alturas paceñas David Aruquipa, integrante del colectivo travesti la Familia Galán y miembro de la Comunidad de Investigación Diversidad, quien junto a la antropóloga Varinia Oros y el escritor Clevert Cárdenas son algunos de los responsables del libro La china morena. Memoria histórica travesti y de la muestra homónima montada en el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF) de la capital boliviana. Aruquipa explica que: “Este libro tiene una gestación conectada con mi vida personal como Danna Galán, con mi vida como parte de la Familia Galán y también con un pasado y personas que alimentaron este proceso y se convirtieron en los referentes para impulsarlo, como París Galán, Barbarella y Ofelia. Muchas historias que todavía están en la memoria de mucha gente, y muchas fueron borradas por las manos de quienes no querían reconocer o respetar estas vidas, pero lo más importante es que este libro es un testimonio oral y visual de lo que significó la presencia de estas compañeras, como un acto de reivindicación, de reinterpretación y de hacer justicia por la memoria de estas compañeras”.
Una foto de la glamorosa Barbarella bailando en el Gran Poder, justo antes de la prohibición del ‘75, ilustra la portada del libro. Aruquipa aclara que es una pena que Barbarella, fallecida hace diez años, se haya llevado consigo el significado de aquel beso. “Ese beso de la prohibición, el beso de la violación de los derechos, el beso que se convertirá en el detonante de la exclusión de las compañeras travestis. Este beso que Barbarella le da a Hugo Banzer Suárez podría haber sido por un desafío al poder, o por un coqueteo de clase de verse de ‘igual a igual con el presidente’.”
Chinas y morenas
Durante el festejo del Gran Poder, la fiesta de los migrantes rurales llegados a la capital boliviana, las travestis que querían bailar no eran discriminadas. Al contrario, era mimadas y atendidas como reinas. “Entre cholos no se las discriminaba; fue en el contacto con una clase media occidentalizada que surgió la prohibición. En ese entonces todas eran pagadas, todas eran tratadas como estrellas, como las imprescindibles en cada conjunto, contratadas para ir de un lugar a otro, desde el hotel, los pasajes, las ropas, la estadía, tenías todas las atenciones que las grandes vedettes populares se merecían”, aclara Aruquipa.
La yungueña Barbarella y la orureña Ofelia, hoy de 72 años de edad, fueron las dos travestis que revolucionaron el Gran Poder en la década del 60. Estilistas y costureras de profesión, amantes de las minifaldas, las pelucas y las vedettes argentinas y mexicanas, fueron las autoras de una renovadora estética en el folklore popular boliviano y con su personaje de la china morena se transformaron en verdaderos talismanes de las fraternidades de bailarines. La china morena, más conocida como figura, ingresa en la danza morenada –que hasta ese momento era exclusivamente de hombres– como una exaltación de la idea de lo femenino, tanto en la estética como en los movimientos de baile. Las travestis introdujeron este personaje, que actualmente también es interpretado por mujeres jóvenes.
En el libro se cuenta que Ofelia, durante aquellos años, logró crear un traje muy seductor: con encajes y transparencias, cancanes y otros detalles, como acortar la pollera. Aruquipa explica que para los festejos del Carnaval de Oruro, en plena dictadura militar, “Ofelia replantea el diseño de las polleras largas y cambia los colores del rojo, guindo y azul, por tonos dorados, amarillos y polleras cortas. Mientras, en La Paz, Barbarella introdujo los canelones, los cabellos en color rosa y verde; caretas más seductoras con pestañas, labios rojos y sin trenzas. Y también la moda fue recreada por otras como Juana, Pochi, Titina, Diego y Verónica. Las chicas recogieron todo eso y lo sumaron a los elementos ya presentes en el folklore”.
Algunos de esos diseños componen la exposición que se puede visitar en el MUSEF paceño: botas, polleras, máscaras y blusas de época, acompañados de fotos, entrevistas a las protagonistas y las presentaciones de la Familia Galán, el colectivo que recuperó la herencia de Barbarella y Ofelia y la resignifica año a año en el fastuoso Carnaval de Oruro. Danna Galán explica que: “Las travestis hemos hecho de nuestra corporalidad un escenario de lucha, y eso permitió ir conquistando espacios públicos, como espacios legítimos de reivindicación personal y política. Este libro está bañado de tantas historias, memorias y hechos de activismo político muy importantes, que trascienden para convertirse en la historia del movimiento trans en Bolivia”.
El próximo sábado 2 de junio, durante el festejo del Gran Poder 2012, las chinas morenas recorrerán las empinadas calles de la ciudad de La Paz nuevamente.
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