TEATRO
¿Para representar a Copi hay que copiarlo? Roberto Plate, responsable de la puesta de El Uruguayo, donde una actriz francesa hace de Copi y dice el monólogo al maestro pelotudo pero no en uruguayo sino en francés, intenta espantarnos como a las moscas.
› Por Flor Monfort
Son muchos los que participaron del hervidero que fue el Instituto Di Tella. Algunxs se perdieron en el camino, otrxs son célebres artistas y algunxs más se exiliaron y poco se sabe de ellos acá en la Argentina. Con su arte a otra parte se fue Roberto Plate hace 43 años, después de presentar la instalación El baño en Experiencias ’68, una muestra que vio la acción, el rechazo y la autoincineración de sus obras en menos de una semana con artistas como Stoppani, Bony y Paksa en el catálogo. Allí, Plate le puso la firma a un espacio blanco donde la señalización de hombres y mujeres indicaba el mismo cubículo sanitario, pero sin dispositivo para hacer necesidades, una suerte de espacio diverso que Plate proponía muchísimo antes que las nociones de género y sexo fueran cuestionadas desde un arte conceptual que no evadía el compromiso político. El baño se llenó primero de graffitis y después de candados, el público en general rechazó la propuesta, pero la censura reviste todo de un carácter antológico que hoy Plate rememora sin nostalgia. A Nueva York primero y después a París se fue el artista, donde conoció a Copi y junto al grupo TSE hicieron la famosa puesta Eva Perón con pelo en pecho que protagonizó Facundo Bo y que traspasó la censura para ver la gloria.
“Eramos amigos, sí; simplemente que yo era heterosexual, pero nos quisimos mucho”, aclara sin que nadie se lo pida el director de la puesta de El Uruguayo que estrenó en El Excéntrico de la 18, el teatro de Cristina Banegas que cumple 25 años y que con esta obra rememora también los mismos años de muerto de Copi. La obra está dedicada a Plate, que explica que no tomó conciencia de la importancia de la dedicatoria, pero que siempre la sintió como una deuda pendiente y que ahora, que era tiempo de saldarla, la necesidad lo trajo a montarla primero en Buenos Aires, pero en francés, lengua en la que fue escrita. “Hay que hacerla en francés si se quiere ser justos con la obra”, dice Plate. La actriz francesa Claire Ruppli hace de Copi y un tecnológico muñeco-perro es Lambetta, el compañero de aventuras del diario caprichoso que escribe cada día el narrador al pelotudo viejo: a veces no tiene ganas de escribirle, lo insulta y se despide, deseando que haya tachado todo lo anterior, generando ese vértigo de que cada página tenga una fecha de vencimiento como la Montevideo cambiante, escenario de explosiones nucleares, juegos de palabras y de cuerpos que no son de aquí ni de allá, como Copi.
“Andá a preguntarle a Escari”
El director se enoja cuando esta cronista le reclama anécdotas, jugosas, íntimas o públicas sobre el autor que fue su amigo y sobre el que tanta tinta ha dedicado este suplemento. Pero Escari no está poniendo a Copi y tampoco estamos pidiendo ningún cuento sexual, le aclaramos a Plate. Tal vez producto de tantos años de exilio se contagió esa ira parisina que sale a la luz frente a un desafío que se sospecha inútil, pelotudo, como le dice Copi al maestro todo el tiempo. “Ah, no puedo contar intimidades”, dice y a modo de consuelo cuenta que desde que Copi dibujaba para Le Nouvel Observateur él fue uno de sus primeros fans.
“¿Y por qué cree que Copi le dedicó la obra?”, insistimos. “Por amor —dice Plate—; es un lindo gesto, pero yo no le pedí que lo haga”, aclara. Tal vez Plate sea un pelotudo, pero esta cronista no se anima a preguntarle si se siente así: Plate siente que fue un par de Copi, y esta puesta es un gesto de amigotes, nada del otro mundo. Para el resto de los mortales que sentimos respeto o admiración por Copi, la tentación después de ver esta obra es preguntarse: ¿para qué sirve? Si con este frío se puede estar intramuros leyendo El Uruguayo del Tomo I de la edición de Anagrama con el prólogo de María Moreno, que además cuenta las anécdotas de Escari que Plate nos manda a buscar. Moreno además da pistas, porque para eso sirven los buenos prólogos sobre autores complejos, para entender, y tranquiliza cuando escribe que es natural perderse en Copi, no tener de donde agarrarse, pensar ¿esto de dónde salió?, ¿es una genialidad o una idiotez? Y menciona esa condición de inasible ejemplificando con Una visita inesperada, puesta que tuvo a Moria Casán en el rol de enfermera. Ese desconcierto que habita en el lector de Copi, y más cuando ese lector quiere dar el salto y representarlo, es normal, pero Plate no quiere aceptarlo. Claire Ruppli viene a este lado del océano por primera vez en su vida y deambula con prótesis faciales por un escenario con lo que los actores llaman un buen uso del espacio, sí, también con buena voz, manejo de los tiempos y muchas acciones (Plate la pone a hacer cosas en toda la obra, aunque más no sea mirar el texto y volver a mirar al público, y así 200 veces), porque es una buena actriz, pero no alcanza. Y como Plate también sabe que no alcanza con decir un texto con una actriz parecida al autor y que alguien del público se pueda fumar el viaje, como Escari se fumó las cenizas de Copi, y llegue a creer que Claire Ruppli ES Copi, entonces lo pone a Lambetta hiperrealista, casi un perro real, y remata con una pija en el centro del escenario. A la pija le pone forro “porque Copi es uno de los primeros que murió de sida, hubiera querido que se concientice a los jóvenes”. Esta cronista cree que ponerle forro a la pija es un error, que incluso la pija es un error, pero que el error más grande es haberle puesto forro porque la tarea del teatro no es concientizar a nadie y porque la pija con forro es una anacronía que Copi no se merece. Una proyección en la pared permite acceder al texto traducido, como una suerte de subtítulo en forma de libro gigante que funciona, pero distrae.
Al final de la trabada entrevista, Plate se prende un porro, pero no para fumarse las cenizas de Copi como Escari —porque él piensa, además, que la que se tiene que fumar a Copi es la actriz y no él, que es heterosexual— sino porque el dentista le dijo que mejor marihuana que tabaco, porque el tabaco impide la cicatrización. No explica qué, pero algo tiene que cicatrizar en su boca.
A la pregunta de cuál es la cicatriz por la que Copi pasa el dedo en El Uruguayo, Plate enumeró: “El exilio, la madre, el padre”. Tal vez algo del lenguaje corporal de Ruppli da cuenta de esa herida pero, como todo en Copi, no lo hace en un gesto solemne, ese que parece quedarse atrapado en esta obra y que confirma la bruma sobre la Montevideo que Copi describe, la misma que envuelve a los que quieren bajarlo a tierra y hacerlo forma, palabra, lengua y dispositivo.
El Uruguayo. En El Excéntrico de la 18, Lerma 420. Funciones: viernes a las 22; sábados y domingos a las 20.30. Entradas: 50 y 70 pesos.
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