A LA VISTA
Para ir al baño en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP ya no se necesita ser hombres y mujeres, ni damas y caballeros, ni parecerse a ningún muñequito colgado en la puerta.
› Por Flavio Rapisardi *
El terror penis hace decir cosas como ésta: “Pero a mí me da miedo”. Vale aclarar: no estamos hablando de cine, ni de terrores infantiles, sino de la frase de un joven de aspecto sojero que se quejaba de la “falta de información” sobre la decisión de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP de “desgenerizar” los baños en todas las sedes. Con diatribas que van desde la conservadora “¿Qué es eso de borrar la diferencia sexual?” con la que Magadalena Ruiz Guiñazú espetó al aire en su paquete programa hasta los antivoyeuristas con un toque de preocupación por el centimetraje (“¿Y si me la miran?”), pasando por risas nerviosas y aprobaciones de todo tipo, hoy festejamos que una “ontología inexistente”, al decir de Monique Wittig, está siendo enterrada por una institución autónoma, pero estatal.
En su maravilloso libro Masculinidades femeninas, Judith Halberstam reflexiona sobre el “paradigma del baño” como una especie de nefasto test a la que esta sociedad dicotómica, machista, patriarcal y pacata somete a todas las personas trans en cualquier institución pública y privada a la hora de una necesidad tan básica. Tortura diaria y silenciosa para las personas trans que nadie a esta altura puede decir desconocer o estar falto de información: la ley de identidad de género, el matrimonio igualitario, activismos políticos y académicos secundan el cuerpo que estas personas han puesto ya en la calle y en la vida.
El baño es una de las fortalezas de quienes contra Judith Butler siguen sosteniendo que el sexo es natural y el género cultural. Vade retro Stoller: el sexo es tan cultural como el “Aquí Cosquín de Julio Mahárbiz”, las imágenes combativas del Taller Popular de Serigrafía o el estilo de celular que nos compramos porque decimos que “nos gusta”, como si el capitalismo no se reprodujera en nuestras acciones diarias.
Y de esto se trata la política de nuestra facultad, que no fue tomada en el vacío sino en la densidad hojaldrada de legislaciones nacionales e internacionales, jurisprudencia y debates académicos y políticos, que en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social es una política constante. No en vano desde hace años funcionan dos observatorios de medios sobre género y diversidad, y hoy estamos llevando a cabo el III Congreso Internacional Comunicación, Géneros y Sexualidades. Y por si fuera poco, hace también años funciona en la facultad el Centro Cultural Néstor Perlongher, organización que forma parte de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt), que ha producido materiales, congresos, debates, seminarios que han acercado a los estudiantes a los estados del arte políticos y teóricos que hoy nos convoca a rediscutir esta medida. Por otra parte, no es novedad que en nuestra facultad cursan personas trans, entre ellas Claudia Vásquez Haro, migrante peruana, quien recientemente se licenció con 10 (diez) con un trabajo que no sólo historiza el movimiento trans en la Argentina sino que problematiza al sistema académico argentino en sus políticas de inclusión. ¿Qué responsabilidad tenemos en las universidades para que las personas trans no estudien? Sabemos que la educación es sólo una reivindicación del colectivo, pero no le toca sólo al Estado responder. Quienes fuimos estudiantes y hoy gestionamos, debemos hacernos cargo de esta situación más allá de los papers que la Coneau nos exige de manera antropofágica para permanecer en un sistema que debemos y vamos a cambiar.
Con esta decisión, nuestra facultad puso su cuerpo (político) en juego y dio una clara señal hacia adentro y hacia afuera: aquí peleamos para no discriminar hasta el punto que no creemos en una ficticia división basada en la violencia simbólica que desiguala en la diferencia con actos y palabras tan materiales como los mingitorios que tuvimos que anular con intervenciones de las más variadas.
A no confundirse, esta frase no fue dicha en la Facultad de Ingeniería sino por algunos/as periodistas o candidatos/as a serlo. Discutir la materialidad de lo simbólico, el corte en lo real que produce todo significante, el carácter político y de apropiación social de los significados como sostiene Voloshinov, es común en nuestras aulas y quizá por eso se explica la aceptación por parte de las organizaciones estudiantiles y de los/as periodistas de la nueva política que impulsamos, en tanto saben que el lenguaje no es una herramienta al estilo martillo sino un ámbito práctico de reproducción simbólica tan productivo como las paritarias que supimos recuperar.
Aceptamos gustosos/as la batalla cultural contra quienes aun hoy, luego de que nuestro país sea vanguardia en materia de derechos humanos, siguen pretendiendo fingir desconocimiento. La batalla continúa y seguro nos cruzaremos en un baño.
* Secretario de Investigaciones Científicas y Posgrados de la UNLP.
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