› Por Lohana Berkins
Yo he seguido este debate más que nada por Facebook, y me parece que tanta opinión furiosa terminó mezclándolo todo. Lo que Florencia de la V hizo fue hacer uso de un derecho que va perfecto dentro de esa vida hollywoodense que ella vive. Uno puede o no compartir la decisión de bautizar a un hijo o hija. Yo, que estoy en contra de todas las religiones y combato contra todas las jerarquías eclesiásticas y contra todos los instrumentos de subordinación, jamás bautizaría a un hijo o a una hija. El bautismo es algo que no tiene nada que ver con el sentido que yo quiero darle a mi vida. Pero ésa también sería una decisión personal que los demás pueden compartir o no.
He llegado a leer cosas como que ella al hacer esto estaba pactando con la misma Iglesia que bendijo la dictadura. A mí, sinceramente, lo que hizo Florencia me parece una reverenda pelotudez, pero de ahí a acusarla de ser cómplice de la dictadura... ¿no será mucho?
Ella no hizo un llamamiento para que todo el mundo, o todo el mundo trans, bautizara a sus hijos. Solamente está haciendo uso de una posibilidad, hizo un sacramento que hacen quienes quieren adherir a esas cuestiones.
Me parece que todo esto, más que para criticarla con furia –como muchos están haciendo–, debería servir para empezar a abrir algunos debates. Y para que también salten algunos hilos de la transfobia.
Me parece necesario separar, dentro de la Iglesia, dos cosas: por un lado, las cúpulas de las jerarquías de la Iglesia (que nos han hostigado y lo siguen haciendo, a todos, poniéndose en contra de todos los avances sociales y civiles). Por otro, está la fe. Y yo no les concedo a los curas que sean los administradores de mi fe. Nuestra comunidad tiene un alto porcentaje de gente que cree y/o es católica. Pero si hay un lugar donde Dios seguro no está, ese lugar es la Iglesia. Ella dijo: “Quiero que mis hijos crezcan en la fe”. ¿Y por qué ella no debería tener derecho a pensar y decir eso? Ok, dijo eso, ¿y qué esperaban? ¿Una declaración tipo Rosa Luxemburgo? Esperen sentadxs. No se puede pretender una declaración revolucionaria de alguien como Flor de la V, que es parte del establishment. Es hija de una industria cultural que la produjo y que la sostiene, y ésta es su fantasía. Habría que marcar una diferencia entre ella y el resto de nosotras. Y esa diferencia es de clase. Ella es una figurita hollywoodense y la mayoría de nosotras somos proletarias, buscadoras del mango. En ese marco ella hace estas declaraciones.
Yo usaría esto para ir a preguntarle a la Iglesia qué piensa de nosotras, si nos casaría, si bautizaría a lxs hijxs de cualquiera de nosotras. Yo me metería un poco más en averiguar cómo fue la trama interna, cuánto tuvo que luchar para lograrlo. Si le decían que no, seguramente al día siguiente habrían tenido 150 travas en la puerta gritando. La posibilidad de bautizar a los hijos sigue siendo un derecho para gente privilegiada, casi ninguna de nosotras podría llevarlo a cabo.
¿Acaso se hizo tanto quilombo cuando se debatía la Ley de Matrimonio Igualitario? Y estábamos hablando del derecho a casarse, a ser parte de la institución más retrógrada que existe. Yo no recuerdo haber escuchado a nadie en ese momento disparar contra el derecho a casarse. Para renegar de un derecho (o no ejercerlo), primero hay que tenerlo. Yo jamás me casaría y, sin embargo, combatí con todas mis fuerzas por el matrimonio igualitario.
Ella realizó su fantasía (una fantasía que para mí es una pavada), pero es su fantasía al fin. A nosotras siempre se nos acusa, se ponen siempre bajo la lupa nuestras actitudes. Es un poco la historia de siempre: para nosotras, tolerancia cero.
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