Viernes, 23 de noviembre de 2012 | Hoy
Por Daniela Portas
Un grupo de siete u ocho mujeres sentadas en el césped de la Plaza de Mayo terminan de coser una bandera con la palabra “Bisexuales”. “La S está medio mal porque ya no veía”, aclara una de ellas. Esta es la primera Marcha del Orgullo Gay en la que participan. Se formaron hace muy poco. “Esto tiene como antecedentes dos talleres del Encuentro Nacional de Mujeres. Un primer taller el año pasado, que fue autoconvocado, una experiencia muy interesante, con muchas ganas de empezar a construir un espacio de pertenencia. Al año siguiente volvió a salir el taller, pero de forma oficial y circularon como 70 personas. La idea es generar un espacio de reflexión, de contención, para poder hacer comunidad”, cuenta Gabriela.
A pesar de que los bisexuales suelen ser incluidos en los discursos que convocan a la comunidad homosexual –son la B en la sigla LGBT–, se trata de una categoría que no posee la misma legitimidad. Muchos asocian la bisexualidad con una indefinición, con un momento transicional que inevitablemente gravitará hacia alguno de los dos polos: “O sos torta o sos heterosexual”. “En general la bisexualidad queda incluida dentro del grupo de las lesbianas o de la diversidad sexual en general, pero no hay una reivindicación específica, y esto tiene mucho que ver con el nombre ‘bisexual’, con la idea del binarismo. Nosotras elegimos la fluidez del deseo, poder afirmar todo. Quienes nos decimos bisexuales no estamos confundidas, no somos lesbianas en proceso de salida del closet y no estamos pasando por un momento transicional; no nos acostamos con mujeres para entretener a los hombres y tampoco somos cómplices del sistema heteronormativo, machista y falocéntrico. Nuestras prácticas y nuestras subjetividades son siempre bisexuales. Identificarlas como lesbianas, gay o heterosexuales implica no poder salirse del binarismo y del monosexismo.” Así gritaba una de ellas frente al micrófono minutos antes de la Marcha. El discurso, también, problematiza la cuestión de la monogamia, “porque la bisexualidad habla de una potencialidad del deseo. No porque ser heterosexual o ser gay no lo implique, la potencialidad del deseo existe en todo ser humano más allá de la identidad sexual. Pero es como si la bisexualidad lo hiciera visible, como si estuviera explícito algo que siempre está implícito. Y en ese sentido interpela a la monogamia. Porque la monogamia, como está planteada en esta sociedad, que es una monogamia obligatoria, va en contra de la potencialidad del deseo. Tenemos ideales de amor romántico que tienen que ver con formar una pareja amorosa para toda la vida, jurar amor eterno. Por otro lado, la bisexualidad también interpela lo que es ser posesivo con el otro. La idea del amor romántico tiene que ver con el control sobre el otro, absoluto, del cuerpo y del deseo del otro. ‘Soy tuya’, ‘sos única’”, explica Mayra ya abajo del escenario. Y agrega: “No es que lo bisexual está más cerca de la poligamia o del poliamor o de las relaciones libres, pero es como si lo habilitara. No elabora una norma en torno de que ser polígamo es lo mejor. Pero concibe la posibilidad. Vuelve a la monogamia una posibilidad, no una necesidad”.
A nuestro lado, una chica se acerca a felicitar a las que acaban de leer y les muestra sus uñas y su rostro, pintados con los colores de la bandera bisexual. “¡Qué buena onda!”, grita una. Otro chico se lleva una calcomanía para seguir en contacto. Actualmente el grupo está formado únicamente por mujeres, pero después de la marcha muchos hombres como él se acercaron con ganas de sumarse. Pilar explica que “coincidimos en que se trate de un espacio feminista, más allá de que haya hombres o no”. Gabriela agrega: “Tenemos interés en generar un espacio, una sociabilidad, una comunidad, que podamos debatir, ver quiénes somos. Y también generar identidad, porque si no estamos muy expuestas a la violencia de los demás”.
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