Vie 05.04.2013
soy

Calzón quitado

¿Cómo se filma una película porno en Argentina? ¿Quién está detrás de cámara y qué hay que tener para estar del otro lado? ¿Cuál es la diferencia entre espectadores y clientes? La irrupción del Viagra, de Internet, del porno casero, impuso sus propias reglas a un lenguaje con códigos muy precisos. El responsable de una de las pocas productoras que comercializan porno gay para exportación responde a estas preguntas y cuenta un poco más.

Navegando en Internet encontramos un llamado a casting para actores de entre 18 y 21 años “de aspecto adolescente, dispuestos a atreverse frente a una cámara” y maduros mayores de 40, de aspecto paternal. La convocatoria de Alfa Productora hace hincapié en que los videos se comercializan solamente en Estados Unidos y en Europa, lo cual garantizaría un alto grado de reserva. Enseguida mandé un e-mail y conseguí una entrevista con Fabián, que me dio cita en una elegante heladería-cafetería de Barrio Norte, una especie de Vesubio fashion. Al ver que había muchas señoras y niños decidí esperarlo en la mesa más apartada que encontré, para poder hablar tranquilos de pijas y garches, sin eufemismos y en voz suficientemente alta como para que la charla pudiera ser registrada por mi grabador. Pido un café, que viene acompañado por varias masitas y un helado. Al rato Fabián llega y nos reconocemos sin dificultad. Tiene unos 35 años, viste de manera sencilla, con una chomba y una bermuda, es un osito simpático, con acento norteño. Apenas se sienta empieza a hablar muy bien dispuesto, arrastrando sensualmente las erres.

¿Es un buen negocio el porno en Argentina?

–No es un buen momento. Yo trabajo con clientes de Estados Unidos y de Europa que tienen sitios web. Ahora hay muchísimos sitios gratuitos. Lo que antes el cliente pagaba por ver, lo encuentra gratis. Realizar películas como hace cinco años, con presupuestos de entre 10.000 o 15.000 dólares, no existe, se filma con bajo presupuesto y te adaptás a lo que sea. A mí me salva que trabajo para afuera y me pagan en dólares. En el año 2007 y 2008 yo filmaba por mes veinticinco o treinta videos, tranquilamente. Hoy seis, a veces diez; si filmo diez videos estoy muy contento.

¿Videos cortos?

–Sí, de películas, olvídate. Antes vos mandabas un guión básico (como es la pornografía), y en base a eso te pasaban un presupuesto. Hoy no se filman películas sino cortos de dos, tres o cuatro pibes, y se trabaja con un asistente, un fotógrafo, un camarógrafo, y a veces un maquillador. Con esos mismos cortos después se hacen películas, o sea, se juntan cuatro o cinco cortos de 20 o 30 minutos y los ponen en un DVD, ésas son las películas de hoy en día.

¿Aunque sean de diferentes actores?

–Sí, hoy una película porno son cuatro o cinco videos que no tienen nada que ver uno con el otro. Así es como afectó al porno la cultura de Internet; están muriendo las grandes producciones.

También hay mucho porno casero.

–Sí, estuve filmando algunos hace poco, porque me los pidió un cliente. Entonces, lo que hacía era darles a los actores una minicam y una idea de lo que quería en el video. Les decía cuánto tiempo tenía que durar, les daba la locación, es decir, un departamento, y nos íbamos. Cuando terminaban nos mandaban un mensaje, nosotros volvíamos, mirábamos el material y se les pagaba, según hubieran cumplido con las pautas requeridas. Generalmente lo que hacíamos era contratar a un actor nuevo y a un actor con experiencia, que ya sabe de qué va la cosa, por ejemplo cuánto tiempo de sexo oral y cuánto de penetración, y sobre todo que se tiene que ver la eyaculación, porque no es tan fácil, cuando vos tenés la cámara, filmar la acabada. Me pasó muchas veces que por ahí la cámara se movía y cuando volvía la acabada ya estaba ahí. El momento de la acabada es fundamental, si se te escapa es como perder el final.

¿Participaste en películas como actor?

–Hice algunas. Tengo un cliente que me compra material de tipos grandes, mayores de treinta y cinco o cuarenta, con pibes de dieciocho a veintiuno, onda daddy/boy. En algunos de estos videos actué.

¿Por morbo?

–Sí, más que nada por morbo.

Y entre los actores que se presentan a los castings ¿hay actores profesionales?

–Por la edad en la que trabajo, casi siempre me doy con pibes que en su puta vida han filmado una porno. La mayoría de los productores trabajan con tipos de veinticinco a treinta años, con cuerpos marcados, musculosos, más grandes, más hombres. Muchas veces son pibes que empezaron conmigo y que después se hicieron más profesionales. Llegué a hacer videos de travestis o mujeres o mujeres con “cinturonga” que se cogían a los pibes. Creo que eso fue lo más loco. Alguna vez filmamos sado, que también fue loco; para mí era la primera vez que chocaba con el cuero. Eso de pegarle a la gente no es mi morbo y me costaba.

¿Pero no tiene cierta ventaja mantener una distancia con los temas?

–Depende. Si yo no voy a estar en el momento en que se filma, da lo mismo. Pero si vos estás, es bueno tener un acercamiento con los actores porque se sienten más cómodos. Para ellos no es lo mismo filmar con alguien con quien tuviste sexo a filmar con alguien con quien no tuviste relación y que está mirando lo que estás haciendo. Siempre depende también, porque hay pibes que se morbosean con que la gente los vea, otros tienen su pudor. A veces te piden “Yo quiero que me filmés vos”. Muchas veces hice de camarógrafo.

Y un actor ¿cuánto cobra?

–Depende de si le toca hacer de activo o de pasivo con varios tipos, si tiene que filmar sin forro, si le tienen que pegar o si son videos de pissing, que también se pagan más, obviamente. Va de 100 a 500 dólares. También depende del cliente. Hay clientes que pagan más y clientes que pagan menos. Yo les planteo a los chicos “Hay un video donde hay que hacer esto y esto; se paga tanto”. Y el actor tiene la posibilidad de decir si le interesa o no.

Buscando el bolo

Las mesas a nuestro alrededor se fueron poblando, pero ninguno de los dos se sentía inhibido. Mientras Fabián hablaba, casi sin necesidad de que yo preguntara nada, se me derritió el helado que sirven con el café. A él todavía no le habían traído el suyo, que había pedido cuando me trajeron el mío. Mientras le reclama al mozo, yo hacía cuentas mentalmente y pensaba que un ingreso extra no me vendría nada mal. Fabián y el mozo hablan con familiaridad, ahí ya lo conocen y saben que es un productor de películas porno, es en ese lugar donde siempre realiza la primera entrevista a sus actores. Yo seguía soñando morbosamente que tal vez podía entrar en el target de los mayores de cuarenta. Me tiré solapadamente un lance y el rebote no se hizo esperar. Enseguida Fabián supo irse por la tangente.

Supongamos que me presento para un casting, yo conozco bien las prácticas leather SM.

–Primero dependo de lo que el cliente me pide. Una vez que me pide el material y yo sé lo que quiere, de ahí salgo a buscarlo. Si el cliente me dice “necesito un video leather SM de uno o tres pibes con un tipo grande, en general elige a los pibes, le da lo mismo cómo sea el tipo grande. Al tipo grande lo busco yo, y ya tengo muchos. Si es algo que yo no tengo, generalmente lo busco a través de Manhunt. Antes de que se prohibiera el rubro 59, publicábamos avisos en Clarín, buscando chicos dispuestos a atreverse delante de una cámara (siempre ponemos eso). Cuando nos contactan los citamos y les contamos de qué se trata. Si están de acuerdo les hacemos un set de 20 fotos, desnudo obviamente. Si da para hacer fotos con erección, las hacemos, pero generalmente no porque están nerviosos.

Y si no hay erección, ¿Viagra?

–No siempre que tomás es seguro que se te va a parar. Lo que tiene el Viagra es que, una vez que te calentás, la erección es más dura y se mantiene más, eso nos sirve mucho porque por ahí, cuando cortás veinte o treinta segundos para cambiar la posición, muchas veces el actor si no tiene Viagra se cae, entonces tenés que esperar, muchas veces los ratones pasan y ya no es lo mismo. Si el actor está nervioso desde el momento en que empezamos a filmar, no va a tener erección nunca.

¿En ese caso es un día perdido de filmación?

–Sí, suele pasar que en el video tuviste uno o dos minutos de penetración y el resto es todo falso. A veces no hay nada de química y muchos me han dicho: “La verdad que no era tan impactante ver filmar pornografía”. En cambio, otras veces te tocan actores que tienen muchas ganas, son chabones sueltos, desinhibidos, y vos lo único que tenés que hacer es poner la cámara. A veces la falta de erección o eyaculación te pone nervioso. Los camarógrafos, fotógrafos y asistentes, el dueño de la locación, todos están esperando y ponen mucha presión. Lo que sí es más común es que les cueste eyacular, porque con el Viagra se consigue una buena erección pero demora la eyaculación, entonces el actor está bajo la presión de que tiene que eyacular, le estás exprimiendo la pija y no le sale, y vos te das cuenta, ya estás oliendo que el tipo está nervioso porque no puede acabar.

¿Y qué pasa cuando, al contrario, hay eyaculación precoz?

–La eyaculación precoz, bien trabajada y si estás preparado, te sirve. Muchas veces me han avisado y también me han dicho “pero me das quince o veinte minutos, se me para de nuevo” y eso me recontramil sirve, porque tengo la eyaculación asegurada. La filmás como si fuera el final, y después seguís, cuando lo editás está bárbaro, no te das cuenta. Normalmente el que tiene eyaculación precoz –no sé por qué– acaba dos veces.

Y además de los clientes que tienen sitios pagos de Internet, ¿te llaman tipos particulares?

–Por ahí te contactan, pero por lo general son pajeros, tipos que sueñan y capaz del otro lado se están masturbando mientras piensan que te van a pagar por que les hagas una película. Nunca se concreta.

¿Cómo es la industria del porno en Argentina?

–Somos pocos y nos conocemos, debemos ser cinco o seis. Cada tanto vienen algunos de estos tipos que tienen sitios en Europa o Estados Unidos, filman acá y se van. Hacen viajes de dos o tres semanas. A veces nos buscan para que los ayudemos.

¿Se produce más porno hétero o porno gay?

–No tengo idea, hubo una época en que por una de esas casualidades me encontré con Víctor Maytland, muy conocido, que filma porno hétero argentino y vende acá. Vos viste lo que son las películas, presentás una película en el cine y al otro día la tiene un mantero pirateada en venta acá en la esquina. Con el porno es igual. Las productoras que trabajan mucho con porno acá, por ejemplo American Top, para poder vender acá necesitan hacerse conocidos. Nosotros, que vendemos para afuera, tratamos en lo posible de no hacernos más conocidos de lo que necesitamos, salvo entre los actores.

En la página de ustedes veo mucha insistencia en la cuestión de la privacidad. ¿No hay chicos que quieran ser porno stars?

–En general son pibes, más que nada estudiantes. Me pasa que tengo muchos chicos de Colombia o chicos del interior que están acá estudiando y que tienen que bancarse su departamento. Para ellos filmar una o dos películas por mes es una entrada extra que les sirve. Yo me siento más cómodo con ese tipo de actores, los taxi boys son más jodidos. Alguna vez tuve que trabajar con ese target y los tipos son más complicados, quieren más plata y tienen más exigencias con respecto al tiempo cuando, en realidad, el tiempo no depende de mí, depende de los actores. Yo necesito un video de treinta o cuarenta minutos y lo ideal sería que se filme en cuarenta y cinco o cincuenta minutos. Yo dependo de la erección, de la eyaculación, de los actores. No lo defino yo.

¿Y cómo se resguarda la privacidad de estos chicos, cuando los sitios de Internet se pueden ver en cualquier parte del mundo?

–Hay muchísima pornografía. No es tan seguro que vos filmes una porno y sí o sí todo el mundo se vaya a enterar. Hoy en día, ya no existe tanto el porno star. El que es fanático del porno por ahí lo puede reconocer pero no recuerda el nombre. No es lo mismo, más en el target con el que yo trabajo, de pibes de dieciocho a veintiún años, que tres años después ya no tienen el mismo cuerpo, ni la misma carita de pendejo.

El tema daddy/boy, ¿lo elegís por una cuestión de mercado?

–Sí, mientras pague y sea legal, lo elige el cliente. Si el cliente me pide orgías, sado, pissing, al aire libre, tipos grandes con pibes musculosos o con pibes bien pibes, yo no tengo problema. A mí me tocó un cliente bueno que trabaja mucho con esa temática. Hace poco filmamos una película de militares y el cliente me pidió que hubiera armas, réplicas que se vieran bien reales. Cuando piden cosas así, entro a Mercado Libre, veo cuáles son los precios, le mando el mismo link y el tipo me manda un extra por el dinero que se necesita para eso en particular. También me tocó alguna vez filmar SM, con un Master grande y los pibes como los esclavos. Tuve un cliente que era fanático de eso, vino acá y compró un montón de ropa de cuero, que debe salir fortunas. Cuando se volvió me dejó todo, después lo perdí como cliente y me quedó toda esa ropa, que prácticamente no uso porque no estoy filmando películas de temática leather.

Porno génesis

¿Cuándo empezaste a hacer películas?

–En el 2006. Yo vine a Buenos Aires por los videos, pero arranqué sacando fotos. En esa época, si vos seguís el transcurso de Internet, hubo una época en que el negocio pasaba por las fotos, que al principio demoraban en cargarse, descargabas varias y las ibas viendo una por una. Subir un video era una cosa pesadísima que no se podía ver por Internet. Cuando la velocidad de carga mejoró, Internet empezó a trabajar con videos.

Y con las fotos, ¿cuándo empezaste?

–En el 2003 más o menos.

¿Dónde?

–Empecé en Tucumán, después saqué fotos en Córdoba, y en el 2006 me vine acá por el tema de videos. Yo no tenía filmadora, no tenía equipos de video, solamente la cámara de fotos y los flashes, que no me servían para nada porque tenía que usar otra iluminación totalmente diferente, y cámara de video, que no tenía. Me pasaba que en Córdoba todos te alquilaban la cámara pero con el camarógrafo. Y vos tenías que ver si el camarógrafo era gay o no, y si se animaba a filmar porno. Entonces vine a Buenos Aires porque te alquilaban la cámara de video por día, sin camarógrafo. Empecé en una productora con la que me habían contactado unos amigos, donde al principio no sabían para qué les alquilaba la cámara. Después, por cuestiones de iluminación, en un momento se enteraron, porque nos alquilaban las luces que normalmente se usan en cine: se ve muy lindo, son luces más cálidas, que pintan mejor los rostros, pero cuando teníamos que filmar una penetración desde abajo se veía todo en sombras. Al chabón que nos atendía tuvimos que decirle que hacíamos porno y explicarle “necesitamos filmar esto y esto”. Recién ahí entendió. El no tenía esos equipos, los tuvo que improvisar. Nos adaptamos, empezamos a usar tubos, paneles de luces frías, que son más envolventes.

Me acuerdo de que íbamos a la productora, no voy a decir cuál porque en realidad era una productora conocida que hoy filma documentales, y nos pedían que habláramos en voz baja; los chabones editaban después de la medianoche, porque tenían (y tienen) clientes.

¿Y cómo entraste en el mundo de la pornografía?

–Es una historia medio loca. Yo tenía veintisiete años y estaba de novio con un pibe que tenía veinte. Un día me encontró mirando páginas de fotos de pibes de su edad y le dieron celos, empezó a decirme “yo no voy a ser nunca tan lindo como estos pibes”, le empezó la inseguridad. Y yo le dije: “Vos sos tan lindo como cualquiera de estos pibes que están acá”. Entonces decidió probar, mandó unas fotos de él que hice yo con mi cámara. Al cliente le gustaron y nos pagó y nos pidió más. En ese momento yo recién salía del closet, a medias, porque algunos sabían y otros no.

¿En Tucumán o en Córdoba?

–En Tucumán. Nos fuimos a vivir juntos a un departamento chiquito. Con las fotos hicimos los primeros pesos y empezamos a equipamos totalmente el departamento. Seguí haciéndole fotos a él, después le hice fotos a un amigo; en esa época se compraban sets de chicos solos desnudos. Más adelante hice fotos de dos amigos juntos, seguí con amigos de amigos y ahí fue creciendo de a poco. Llegó un momento en que ya no tenía más modelos y por eso nos mudamos a Córdoba. En Córdoba me empezaron a pedir videos, ahí fue cuando me vine a Buenos Aires.

¿Tenés un nombre de director?

–Franko Rossi, es el seudónimo que uso siempre. De hecho te pasa que a los clientes primero los contactás en Internet con tu seudónimo y después cuando empezás a conversar conocen tu nombre verdadero. Generalmente todos usamos seudónimos, el nombre verdadero no se usa.

¿Si yo menciono tu nombre de director en la entrevista y una persona te busca en Google, no llega a tus películas?

–La verdad, nunca probé. No sé, no creo. Porque más que nada trabajo con videos, donde normalmente no figura el director. Las películas sí, pero si bien en muchas películas figuro como director, en la mayoría soy el productor.

Después de la entrevista en el café, vamos a su casa, que está a unas pocas cuadras, porque me quiere mostrar una de sus películas. Vive en un departamento amplio, decorado sin ostentación. Por los títulos de las películas es evidente que los actores cogen sin forro: Bareback scouting, Bareback Sport Games. Entonces le pregunto a Fabián si para filmarlas toma alguna precaución, y me explica que antes de filmar películas de bareback, a los actores los manda a hacerse un test de VIH llamado PCR. A diferencia de otros tests en los que el virus se detecta después de un período ventana de tres meses, el PCR, mucho más caro, detecta el virus 48 horas después de la infección.

Fabián elige, vemos Bare Rape: dos pibes despiertan juntos en una cama matrimonial. El mayordomo, tan pendejo como sus patrones, golpea a la puerta y entra descalzo (un homenaje a La jaula de las locas, acota Fabián). Después de servirles el desayuno en la cama, les informa que ese día irán a instalar el cable y que también irá un chico a limpiar la pileta de natación. Los patrones le indican al mayordomo que para el mediodía pida un delivery de pizza. De a poco la casa se transforma en un paraíso de chonguitos flaquitos y lampiños de diferentes oficios, primero un dúo, después un trío, todos tienen unos pijones impresionantes. Nunca me había pasado, tener una erección durante una entrevista. De pronto entra al departamento una chica. “¿Interrumpo algo?”, pregunta. Fabián pone pausa y habla un momento con ella, que se retira a una de las habitaciones. “Es mi nueva inquilina, le alquilo una habitación acá. Todavía no sabe que hago películas porno”, me explica y seguimos mirando la película que poco a poco deriva en una coreográfica orgía de mancebos.

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