El pronombre neutral, que ya se propuso en los sesenta cuando el uso del masculino englobador de todos y todas comenzaba a ser políticamente muy incorrecto para el estándar sueco, acaba de ser recuperado por activistas trans y feministas. Al reconocer un pronombre de uso indistinto para femenino o masculino pero también para eludir el encasillamiento en esas dos categorías, la Enciclopedia Nacional Sueca avanza no sólo en la igualdad de género, sino en su desnaturalización y en la pregunta por la neutralidad.
› Por Liliana Viola
¿El calor o la calor? La duda, que habla más del hablante que del clima, en situación de apuro siempre termina recurriendo a una institución. La Real Academia Española en nuestro caso, es la que pone a la gente en su lugar. Si da permiso, no se dejará de observar con menosprecio y sorna a quien lo haya dicho en femenino, pero no se le podrá discutir nada. La Real, así, monárquica y mayúscula, hasta hace pocos años mezquina y estricta, entendió mucho antes que su hermana la Iglesia que renovarse era vivir. Así es que, de miserables modificaciones por año, ha pasado a unas 20 mil desde 2003 a esta parte. Entre ellas, por ejemplo, la definición de “matrimonio” se amplió luego de las leyes igualitarias de España y de Argentina, y ahora dice que significa “en determinadas legislaciones unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses”. Así, la RAE reconoció lo que ya existía, para seguir existiendo. Es apenas un ejemplo y no es la prueba de que con voluntad todo se puede. El lenguaje es un territorio de poderes encontrados. Con sus vetustas torres, con la joven y renovadora práctica, sus diccionarios, una gramática y sus hablantes, espera a cada sujeto que llega a este mundo con un “¡Bienvenido!” (en masculino, sí), con una batería de operaciones que incluyen tonos, ironías, morfología que van moldeando la verdad de los cuerpos y sus deseos. ¿Es nena o nene? Y esa pregunta inaugural que responden los padres por sus hijxs encierra una serie de obligaciones que no cesan. Salirse del lenguaje es una operación muy difícil, si es solitaria puede ser tan apasionante como imposible, y siempre riesgosa. Algo así intentaron esos padres ingleses que en pos de criar a una criatura libre de las determinaciones de género optaron por una radical huida de la lengua vía mutismo y mantuvieron en secreto hasta ahora que cumplió 5 años, para parientes, amigos, prensa, el dato sobre si era varón o mujer, lo vestían indistintamente a la manera de las nenas o de los nenes y le acercaban todos los no estereotipos y, ¡oh paradoja!, a pesar de que en verano el niño andaba sin pañales por la campiña, la pregunta sobre qué era se mantuvo en pie. El poder del lenguaje, sobre todo cuando es el de una autoridad, en este caso los padres y no el del objeto de estudio o experimento, tiene un peso que le disputa mucho incluso a la apariencia genital. Según cuentan hoy, más que preteneder que eligiera un género buscaban que disfrutara de lo que un mundo no dividido en dos tiene para ofrecer. La pretensión combina una nueva tendencia que tiende a ampliar el espectro de los cuerpos vivibles y también –no lo neguemos– un impulso de consumo que la variedad alienta. Fueron denunciados por abuso, salieron como fenómeno en todos los medios, corrieron el riesgo de perder la tenencia porque según la ley y la medicina “no había modo de saber qué consecuencias le traerá a Saha crecer sin estereotipos”, pero, guste o no, dejaron en el aire la pregunta sobre qué es lo dado y qué es lo construido. Señales no tan aisladas de un movimiento desnaturalizador que va ingresando en todos los ámbitos de una modernidad que se revisa a sí misma. A su vez, ¿hasta qué punto cada cuestionador kamikaze de las normas es un vengador solitario Internet mediante? Provocar un cambio radical en el sentido de una palabra como ocurrió con “queer”, que de insulto (como invertido, marica o torta) pasó a ser grito de orgullo, y simultáneamente cita de la academia, así como la larga lucha por anteponer el “la” a travesti, son ejercicios colectivos de militancia y sobre todo de articulación que consiguen dar vuelta en tiempo record lo que antes era un rigor mortis.
La Enciclopedia Nacional Sueca, luego de varios meses de polémicas mediáticas y académicas, y mucho antes de que las voces en contra y a favor se neutralizaran, acaba de incluir en su versión online un nuevo pronombre personal neutral (HEN), que llega –y he aquí lo más novedoso y polémico– no desde el habla del populus sino desde las esclarecidas autoridades y activismos. Una sugerencia gramaticalmente avalada para evitar el masculino obligatorio cuando se hace referencia a hombres (HAN) y mujeres (HON) y también para incluir una opción que pone en jaque el supuesto de que se puede dividir en dos géneros al género humano. ¡Y al animal! Porque, como observan algunas lingüistas y pedagogos que festejan la medida, en los cuentos infantiles prácticamente todos los animales, con quienes tanto se identifican lxs flamantes lectorxs, son “varones”. Como también ocurre en español, cuando se habla en plural o cuando no se
sabe de quién se habla, se recurre al masculino como a un universal. La entrada está definida como “propuesta de un pronombre de género neutro para referirse a objetos y personas que no necesariamente se identifiquen como hombres o mujeres”. Una palabra que no está en el uso pero que traduce una necesidad puede ser un gesto voluntarista o no. A las voces aterradas como las que cita Marlene Wayar en su columna se agregan otras más “racionales” que dicen que el chino mandarín tiene neutro y su sociedad ni se mosquea, o que no se puede cambiar un hábito desde un grupito de iluminados. Los memoriosos recuerdan que en 1969 se abolió por decreto el uso del plural (el usted) para el trato formal con desconocidos y que hoy nadie lo usa ni lo extraña.
Otras voces vaticinan que el perverso “hen” podría borrar las diferencias entre los dos géneros y sus correspondientes roles. Pero, ¿cuáles son exactamente las diferencias que no habría que perder? Preguntan del otro lado. Silencio.
A juzgar por su correcta fama, no es extraño que este golpe de fuerza al lenguaje llegue desde Suecia (en 2010, el Foro de Economía Mundial la distinguió como el país más igualitario del mundo en cuestión de género). De hecho este pronombre ya había sido propuesto en 1960 con el fin de evitar la invisibilización de las mujeres, pero no tuvo suficiente quórum en la práctica.
Sin dudas son otros tiempos, y son más los actores. A juzgar por su funesta fama, no es extraño que este golpe de fuerza se produzca en Suecia, un país que hasta hace dos años mantenía a la transexualidad en la lista de sus enfermedades, que desde 1972 tuvo una ley patologizante –que, además en 2007 incluyó a la castración como requisito para poder acceder a la cirugía de reasignación sexual– que recién en 2013 se terminó, con mucho esfuerzo, de revertir completamente. Luego del embarazo de Thomas Beatie, un hombre transexual, se presentó una moción para que se revisaran los requisitos que permitían la cirugía de reasignación de sexo, entre ellos, el de la castración, es decir, la remoción completa de los órganos sexuales (ya que si la transformación se hace por procedimiento hormonal puede ser revertida y permite la procreación, o sea un acto genocida en el país más abierto del mundo). En 2011 un joven en Jönköping fue cruelmente atacado porque estaba vestido de rosa y tenía las uñas pintadas. Sin dudas el activismo y el gobierno en la última década han estado trabajando muy fuerte. Las últimas modificaciones en las leyes de discriminación incluyen la “identidad cross y todas sus expresiones”, lo cual demuestra que un pronombre como “hen” es necesario.
Y hemos dejado para el final lo más importante. La polémica por el bendito pronombre se desató el año pasado no porque alguien salió a quemar vocales o consonantes por la calle, sino por la publicación de un libro infantil editado por Olivia, una casa editorial dirigida por dos mujeres feministas y con una decidida política de diversidad en todos sus libros. En Kivi & Monster Dog (Kivi y Perro Monstruo) todas las referencias a su protagonista Kivi se hacen con el pronombre neutro, y ni por la ropa ni por sus acciones ni por sus aventuras es posible afirmar si se trata de un niño o una niña. Y no es que sea un misterio, es que no importa. Según el autor, Jesper Lundqvist, con este recurso, se da la oportunidad de acercarse al personaje desde otros puntos de encuentro que el género definido obtura. Su autor cuenta que las nenas que leen el cuento suelen identificar a Kivi como niña y los varones lo ven como un chico. Este libro es apenas un producto de todos los que empiezan a aparecer en ciertas regulaciones y en el mercado tendientes a neutralizar la división de géneros.
Hasta el momento hay 170 casos de niñxs que consiguieron ser anotados con nombres que no denotan la pertenencia a ninguno de los dos géneros o que incluso se identifican con el del “contrario”. El Spider Man que empuja un carrito rosa de muñeca y la niña que empuña un arma parecen caricaturas, algo ingenuas o toscas, pero así están plantadas las cosas en el catálogo de Leklust Factory. Algunas escuelas están renovando su equipo de juegos o redistribuyendo juguetes y salas, incluyendo de prepo el pronombre nuevo, como un modo de recuperar un tiempo perdido, unas vidas recortadas.
En el mismo mundo, por supuesto, incluso aquí en la Argentina, tienen cada vez más popularidad las fiestas para revelar el sexo del bebé en las que la embarazada muestra primeros planos de su ecografía y recibe regalos acorde. El mundo es ancho. No sabemos cómo sigue. Qué ocurrirá en el uso y si la Enciclopedia cuando tenga que hacer su modificación impresa en 2105 va a poder incorporarlo. Sí sabemos que es un intento de dar respuesta a un problema que compartimos los/las hablantes de muchos idiomas. Basta releer esta misma nota para descubrir las estrategias engorrosas, que incluyen barras, repeticiones y consonantes sueltas a las que se ha debido recurrir para no traicionar con una palabra lo que se está diciendo con el cuerpo y con las otras palabras.
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