SOY POSITIVO
› Por Pablo Pérez
Hace unos pocos meses, tras un inesperado y beneficioso cambio de obra social, empecé a atenderme en Helios Salud, un centro médico modelo para pacientes con VIH. Apenas completé el formulario de admisión, la secretaria me hizo firmar una “carta de compromiso”. Acostumbrado a la atención en hospitales públicos, donde la burocracia y la atención muchas veces deficiente sirven como justificativos para que los pacientes hagamos lo que se nos dé la gana y/o abandonemos los tratamientos sin que nadie se entere ni nos reclame por eso, tener que firmar esa carta no me gustó, me hacía sentirme demasiado controlado. “¡Vigilar y castigar! –pensé– Helios, el dios sol, como un panóptico controlando si tomaba o no la medicación. No sé si hubiera podido negarme a firmarla, lo hice de mala gana y pedí una copia para analizarla más adelante.
El compromiso comprende entre otros ítems dos controles médicos anuales y retirar la medicación mensualmente, tarea que se facilita al poder pasar por la farmacia sin necesidad de pedir cada vez la receta al médico. Todo está informatizado. “De constatarse la interrupción/discontinuación/mal cumplimiento del tratamiento –advierte Helios en la carta–, será incorporado/a a un programa de adherencia al tratamiento. En caso de que usted no cumpla con estas pautas, Helios Salud, en acuerdo con su obra social, lo contactará inicialmente por vía telefónica, luego por carta documento y finalmente será derivado a su obra social para seguir los trámites judiciales que correspondiesen, a fin de reencauzarlo en el tratamiento para el VIH.”
“La adherencia –leemos en The Body (http://www.thebody.com/content/art12838.html), donde además encontramos algunos consejos al respecto– es el cumplimiento con el régimen terapéutico prescrito. Incluye su buena disposición para empezar el tratamiento y su capacidad para tomar los medicamentos tal como se los recetaron.” Según una reciente investigación de la OMS, sólo el 30 por ciento de pacientes utiliza las medicinas tal y como las prescribió su médico. El informe no se refiere en particular al cóctel para el VIH, sino a todos los medicamentos en general.
Confieso que tuve épocas en que muchas veces no tomaba las pastillas porque había tomado mucho alcohol en una fiesta y no quería sobrecargar el hígado, y que por fines de semana enteros no las tomaba con la ilusión de desintoxicarme de tanto fármaco. Durante un par de años, los exámenes médicos no reflejaron ningún cambio, pero el día llegó en que mi carga viral dejó de ser indetectable y las defensas bajaron. Un amigo que también se salteaba algunas tomas se enfermó de toxoplasmosis y tuvo que ser hospitalizado por más de un mes. Casi no cuenta el cuento.
A pesar de lo intrépido, como buen hijo del rigor que soy, bastó con poner mi firma en esa “carta de compromiso”, para no saltearme ninguna dosis más. Bueno, casi ninguna, rara vez me olvido. Pero sigo considerando que seguir o no un tratamiento debería ser una opción y no una obligación.
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