Del 7 al 11 de este mes tendrá lugar la cuarta edición del Festival Internacional de Cine por la Equidad. Aquí, imperdibles y no tanto de la sección diversa del evento.
› Por Paula Jiménez España
En la tercera edición de Mujeres en Foco, el Festival Internacional de Cine por la Equidad de Género, se proyectará una de las mejores películas sobre diversidad que de la vieja Europa ha llegado a nuestras tierras. Su realizadora es la noruega Stian Kristensen y el título del film es El hombre que amó a Yngve. Se trata de una historia en la cual un dato no menor se desliza: lo público y lo privado van por los mismos carriles y producen sus efectos simultáneos. Lo personal es político o lo político, personal: una mirada dialéctica que podría ser también la que caracteriza a Mujeres en Foco. En la película de Kristensen, la recurrencia de las imágenes televisivas sobre la caída del Muro de Berlín y las charlas entre los personajes acerca del fin del comunismo, dan contexto: aquél fue un punto bisagra, de inflexión, en la historia de Occidente. Transcurre el año 1989. La profunda transformación del corazón europeo coincidirá con otra que para Jarle Kepple, el encantador protagonista de este film, atañe nada menos que a su propio corazón. Antes, todo andaba sobre ruedas para él: una novia preciosa, el éxito de la Mathías Rust Band —una popular banda punk que integraba junto a su grupo de fieles amigos— y una madre que no había perdido su trabajo aún. Pero cuando Jarle conoce a Yngve, el hermoso y delicado tenista, discontinuo por donde se lo mire, todo empieza sincrónicamente a desarmarse. La década que empezó con la muerte de John Lennon culmina con la unificación alemana y aunque el tema sociopolítico no parece tener injerencia directa en la vida de este adolescente noruego, la tiene, porque nada de lo que sucede en este mundo nos es ajeno. O al menos esto es, entre otras cosas, algo de lo que parece querer decir la impresionante El hombre que amó a Yngve. La ironía es que el hombre no es un hombre todavía, sino un chico de diecisiete años que comienza a madurar, a los golpes, en el transcurso de los ’98 minutos que dura el film. Con suma sensibilidad, este film narra magistralmente el camino que va desde la exitosa identificación de Jarle con el modelo heteronormativo, a las contradicciones infernales que aparecen cuando el rígido muro que sostiene ese modelo cae por fin. Otra de las joyitas en el rubro Diversidad de este Festival es el conmovedor docuficción uruguayo-alemán El Bella Vista. Esta película cuenta la historia de un club deportivo pueblerino vendido a manos privadas y transformado primero en un prostíbulo de travestis y más tarde, acorde con los tiempos que corren, en una iglesia evangelista (donde a los chicos se les enseñan canciones que dicen, por ejemplo, que el único teléfono de Dios es rezar de rodillas). La película muestra cómo la pugna por la potestad de las instalaciones del Bella Vista enfrenta a los antiguos socios del club —que se han quedado sin sede— con el staff trans que depende del prostíbulo para sobrevivir, con los vecinos conservadores que consiguen juntar firmas para que las travestis se vayan, y también con una maestra de catequesis, última beneficiaria en la distribución moral del inmueble, que necesita este espacio techado para dar clases a sus alumnos. El film, capaz de mirar la conflictividad desde diferentes distancias y ángulos, logra finalmente mostrar su visión gestáltica: la atinada dirección de Alicia Cano consigue hacer foco en la historia del lugar, en la dinámica del pueblo, en las vidas privadas de los personajes. Una obra imperdible que visibiliza a la comunidad travesti desde un lugar honesto, sencillo y poco habitual para el cine latinoamericano. Claro que si hablamos de regiones, no se puede decir lo mismo de la película chilena dirigida por Constanza Fernández Bertrand y que se presenta también en este festival. Su título —algo tirado de los pelos— es Mapa para conversar, y se trata de un film que, pese a haber sido rodado mayormente sobre un velero, navega sobre aguas muy inciertas. Es que algo de complicado e inorgánico se percibe en la trama, en los diálogos e incluso en las actuaciones. En Mapa..., Fernández Bertrand intenta construir una situación tensa entre una pareja de chicas y la madre de una de ellas durante un paseo en barco que, habiendo tenido fines conciliadores, se transforma en un desastre. Es que a la hora del almuerzo y bajo el cielo azul, suegra y nuera se emborrachan juntas y en el afán de esta última por ser genuina en sus opiniones políticas, no duda en estamparle los principios, para la sexagenaria incomprensibles, del post porno. Tras cartón, la nuera la besa sensualmente, pero es un hecho que no debería asustarnos —sobre todo después de haber visto a Isabelle Huppert arrojada sobre su madre en La profesora de piano ocho años atrás— si la hija finalmente se enojara más con la novia que con la madre o, contrariamente y al estilo Criaturas celestiales, colaborara con infartarla. Pero la cosa no es tan jugada. Si bien su complicidad parejil sigue intacta, su actitud es tibia frente a la situación: ella muestra, apenas, una especie de fastidio adolescente hacia su progenitora que no se condice para nada con su edad, ni con su vida (la chica también es mamá). No caben dudas: la temática lésbica no parece haber sido, justamente, la más descollante dentro de Mujeres en foco 2013. Lo demuestra también el corto esloveno (Una) pareja (a) típica que, pese a su cuidadísima estética y fotografía, fracasa en su intención narrativa y parece conseguir algo opuesto a lo que se propone. En pocas palabras, este film es un canto a la simbiosis disfrazado de paraíso. Y si con él se pretendió mostrar felicidad y completud en el amor lésbico, al espectador/a solo le llega la angustia de una regresión asexuada a la niñez. Las protagonistas no hablan entre sí sino que emiten sonidos guturales o cantan canciones infantiles (¡canciones infantiles!) y en medio de una escenografía hecha de muñequitos de todos los tamaños estas dos mujeres viven una relación sin ningún viso de adultez. Si bien es cierto que algo de esto —de lo lúdico y de lo simbiótico— está presente en las relaciones lésbicas, (Una) pareja..., parece ser lo único que allí ve. Cartón lleno cuando se obtiene esta información de la grilla del Festival: “La película fue rodada, actuada, producida y editada solo por dos personas”. Por supuesto. Ellas son las cineastas Masa Zia Lenardic y Ana Wutej.
Pero más allá de las películas que se centran en el tema de la diversidad, Mujeres en foco ofrece un variado panorama que reúne gran cantidad de ficciones y documentales. Entre las obras argentinas podrán verse: Abril, de Víctor Palacio, la ya estrenada El sexo de las madres de Alejandra Mónica Marino, y el bellísimo documental de Marcia Paradiso Lunas cautivas, sobre los talleres de poesía en la cárcel de mujeres de Ezeiza.
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