Modelo andante de libertad en los años ochenta, su genio pop logró encandilar a chicos y grandes, que encantados con sus videoclips pasaron por alto el detalle de que era un homosexual vestido de mujer. Boy George, uno de los máximos referentes de la cultura queer, se presenta el próximo miércoles en el Luna Park. Vida y obra de esta superestrella que si alguna vez visitó el closet fue para buscar algo que ponerse.
› Por Gustavo Lamas
Existe en muchas de nuestras vidas ese primer “momento Boy George”. La primera vez que nos topamos con su imagen, el primer impacto, la duda sobre si era una chica, o ni dudarlo, y después desayunarse. Suena a ingenuidad total pero hay que ubicarse a principios de los ’80 y, y en el caso de quienes vamos por los treinta y pico, promediando el primario. A un millón de años luz de Google, los mp3 y YouTube. Epoca en que la digestión del consumo cultural era bastante más lenta. La tele era a color no hacía tanto y MTV eran apenas las iniciales de Música Total Videos, programa en el que, con suerte, podías toparte con un grupo llamado Culture Club. Seguramente, la primera vez que muchos vieron esa imagen fue cuando el clip Karma Camaleón copaba la pantalla en plena cena familiar en el “El bailando”, que no era por un sueño sino con Michael Jackson, presentado por Domingo Di Núbila de riguroso smoking. Ahí aparecían los Culture, vestidos de época victoriana, navegando por el Támesis. Lo que desencajaba, descolocaba, era la cantante con ese look, maquillada y vestida a lo muñeca pepona con trencitas. La música también despistaba: era pop fácil, sí, pero también country con esa armónica chirriante. Cuando te dabas cuenta ya estabas contagiado para siempre por el estribillo trabalenguas del “kama kama karma kameleón”. Para saber quién era Boy George, estaban las revistas musicales de la época, la Pelo, Twist y Gritos o quizás la Toca y Canto que venía con los tonos en guitarra de Karma Kameleon o “La canción de la guerra”, y poster para completar el combo. Sonaban en las FM pre Rock & Pop y hasta los podías bailar en las matinees o cumples de 15.
¿Qué más significaba para muchos su figura travestida? La oportunidad de permitirse la diferencia, no sentirse tan solos y poder relacionarse con otros a partir de un nuevo referente. Mientras vendía millones de discos alrededor del mundo, ayudaba a muchos a salir del closet, convirtiéndose en icono indiscutible de la cultura queer.
Su verdadero nombre es George Alan O’Dowd. Se crió en los suburbios de Woolwich, al sur de Londres, en una familia trabajadora de origen católico irlandés, el menor de seis hermanos. Su padre trabajaba en la construcción. Muchas veces encontraba discos en las casas a demoler y se los llevaba a casa. Así empezó el gusto de George por el soul: Shirley Bassey y Dione Warwick eran de sus cantantes favoritas; Smokey Robinson, su compositor más admirado. De adolescente comenzó a interesarse por el Galm-Rock. Lo echaron del colegio por llevar plataformas a lo Ziggy Stardust. “En casa se escuchaban cosas como Sinatra. Pero mi hermano empezó a escuchar a Rod Stewart y Bowie. Recuerdo haber visto a Bowie a los trece y nunca más volví a ver algo similar. Si tengo que nombrar antecedentes musicales no puedo dejar de citar a él y a Marc Bolan.”
A fines de los ’70, comenzó a merodear la escena punk de Londres y codearse con personajes como Sid Vicious. Ya empezaba a cobrar notoriedad por su look andrógino y su maquillaje recargado. Malcolm McLaren lo fichó para cantar en los Bow Wow Wow, uno de sus grupos post Sex Pistols. La idea era que Boy entrara como performer en medio del show para alternarse con la cantante del grupo, Anabella Lewin. Sólo funcionó en un par de presentaciones, suficiente para aparecer fotografiado en la Melody Maker. Ahí fue visto por el bajista Mickey Craig, quien lo fue a buscar al club Planet donde Boy trabajaba como DJ para armar un grupo que terminaría siendo Culture Club. Luego el baterista John Moss y, finalmente, Roy Hay completarían la formación original de uno de los grupos más exitosos de los ’80.
John Moss era el más experimentado del grupo. Boy recuerda los primeros ensayos cuando sintió el flechazo con el batero; apreciaba su belleza y pensaba: “Ahora voy a quedar perdidamente enamorado de este chico y va a ser una fucking pesadilla”. No se equivocó. Durante los años dorados de CC la relación trató de mantenerse oculta, aunque los fans sabían todo. Ellos dejaban sus pistas: en el video de KarmaChameleon cuando canta “tú eres mi amante” aparece Moss mirando a cámara en primer plano; en el documental sobre la banda, The tube, Boy canta el tema “I´ll tumble for you” detrás del percusionista, señalándolo con sus ojazos brillantes. Varios años más tarde, en su celebrada autobiografía Take it like a man revela el romance con lujo de detalle y confirma que la ruptura precipitó el desbande del grupo.
Culture Club no se parecía a nada. Había algo del pastiche y mezcla de estilos de los ’80, sonaban a reggae con el desparpajo del Glam, rítmica funk, cadencias soul a lo Motown y usaban máquinas para agregar pulso disco a temas como “I’ll tumble for you” o “Miss Me Blind”. Tal vez su eclecticismo derivara de la mezcla de personalidades y culturas de sus cuatro integrantes: un irlandés que se viste de chica, un negro-afro, un judío y un anglosajón. A ellos les gustaba remarcar esos orígenes y desmarcarse del resto. Boy actualmente lo mira en perspectiva: “Wham era un dúo de chicos apuestos, mientras que los Duran o Spandau Ballet aparecían como un grupo de hombres que en una despedida de soltero se visten con las cortinas de su madre. Nosotros no lo planeamos, pero éramos un grupo de inadaptados”. No se puede hablar de ellos sin hacer referencia a sus clips, que alcanzaron un alto grado de sofisticación y barroquismo. Basta con ver “No Mistake Nº3”, una megaproducción simulando una gran fiesta de casamiento freak y Boy George, envuelto en tules, arriba de una torta de bodas gigante, en su época “más mujer” de todas. El éxito arrasador de los dos primeros álbumes era difícil de mantener en el tiempo. Así fue que el tercero, Walking with the House on Fire, marcó el fin del grupo.
En los ’80, en la Inglaterra de la Dama de Hierro, la cuestión gay continuaba siendo tabú. George Michael todavía disimulaba coqueteando con chicas y Elton John hasta llegó a casarse con una mujer. En ese contexto, Boy George rompía las reglas de las estrellas pop gay de su época: se vestía de mujer. Igual sufría la tensión de tener que equilibrar entre las recomendaciones de la discográfica que prefería que se mantuviera en la ambigüedad (?) y sus convicciones. El artículo “he” (él), que usaba en sus primeros demos al referirse al objeto del amor, desapareció en los temas oficiales por recomendación de sus compañeros.
En los ’80 se hizo famoso al declarar que prefería tomar una buena taza de té antes que tener sexo. Esto, a pesar de lo inverosímil, le permitió parecer “inofensivo” y ponerse a las amas de casa de su lado. Sin embargo, cuando en 1984 —tras el superéxito de su segundo álbum Coloured by Numbers— recibe un Grammy vía satélite desde Londres, se exalta: “Gracias América. Ustedes tienen estilo, tienen buen gusto y saben reconocer cuando una drag queen es realmente buena”. Obviamente, la compañía discográfica enfureció.
En esa época, Boy se jactaba: “Lo importante es abrir puertas. Ahora ya no hay temor a disfrazarse, maquillarse o vestirse de chica aun si no sos gay, tan sólo por divertirte. Yo predigo que en diez años todos los hombres se maquillarán. Lo que intimida a la gente es que realmente yo no estoy confundido con respecto a mi sexualidad. Ya he dicho que soy bisexual y esa explicación ya es suficiente. Mi vida sexual es importante pero sólo para mí”.
En 1987 aparece su primer tema militante por los derechos GLTTB: “No Clause 28”, en referencia a la cláusula del gobierno conservador que restringía cualquier tipo de expresión homosexual en ámbitos públicos. Recientemente declaró a la revista Q: “Sigue habiendo un montón de intolerancia y disparidad con la gente gay. Por eso en los ’80 me veían a mí como un símbolo de libertad. Lo cierto es que acá en UK, ahora hay más tolerancia que en otros lados. Recientemente una drag argentina me comentaba que si los padres la veían así la podrían matar. También me pregunto por qué hay tantos italianos gays en Londres. Es porque no pueden lidiar con sus padres. En los ’80, verme en Arkansas vía MTV era grandioso para muchos jóvenes. Esto me lo estoy tomando en serio recién ahora”.
Disuelto Culture Club en 1986, Boy comienza su carrera solista con el exitoso álbum Sold. Para su segundo álbum, Tense Nervous Headache, las cosas comienzan a no ir tan bien en términos de popularidad. Boy comenzó a involucrase con la escena raver y clubber que copaba el Reino Unido. Se embarca en la conducción de un sello propio, More Protein, dedicado a la producción de Acid House. Para esta etapa, relacionada con el movimiento house, sintió que tenía bajar el perfil y usar distintos alias. Ingresa a la década del ’90 como Angela Dust, un nuevo proyecto y un álbum bajo el brazo: The Martyr Mantras y su himno para la pista “Generations of Love”. En 1993 vuelve a cobrar notoriedad al grabar el tema principal de la película El juego de las lágrimas junto a los Pet Shop Boys. En el ’95 lanza el disco más roquero de su carrera Cheapness and Beauty. En 1998 el canal VH1 logra reunir nuevamente a Culture Club, con gira y disco nuevo: Don’t Mind If I Do. En medio de los ensayos de aquel tour, Boy queda a centímetros de la muerte más glamorosa al caérsele una gigante bola de espejos sobre el hombro. Paralelamente, se lanza como DJ, afilando su técnica y codeándose con las estrellitas del dance 00, pinchando alrededor del mundo. Así vino por última vez a la Argentina, para tocar en una disco de la Costanera.
A partir de 1985, tras el éxito de los tres primeros discos de Cuture Club, Boy cae en la tentación de la heroína. Un año más tarde encuentran al tecladista Michael Rudetsky muerto de sobredosis en su departamento, cuestión por la que tuvo que declarar en tribunales y soportar un festival de la prensa sensacionalista que llegó a titular: “A Boy George le quedan ocho semanas de vida”. La alternancia entre sus adicciones y períodos de recuperación ha sido una constante hasta ahora. Boy relaciona su última recaída con la ciudad de Nueva York, en donde estuvo haciendo el musical Taboo: nombre de un mítico club londinense, especie de semiautobiografía, con música de él, en la que participaba haciendo las veces del desaparecido performer gay Lee Bowery. Dice Boy que en Taboo había tanta referencia a las drogas, que se vio tentado una vez más a sucumbir. La paranoia desembocó en marcar el número de la policía que terminó allanando su casa. El resto es historia conocida. El pobre Boy fue condenado a realizar trabajos comunitarios, barriendo las calles de Manhattan. Pasada la pesadilla, con nueva banda y dispuesto a volver al ruedo, se topa con la imposibilidad de girar por Norteamérica, tras el rechazo de su visa. Por eso, esta gira baja desde el Reino Unido directo a Latinoamérica. Estos shows lo encuentran reivindicando su pasado con los Culture Club y repasando su carrera solista. Además de presentar algunos temas nuevos como “Yes, we can”, en apoyo al candidato demócrata Barack Obama por quien siente entusiasmo: lo asocia con su propia recuperación personal y el fin de la era Bush.
Boy George
Luna Park
Corrientes y Bouchard
Miércoles
10 de septiembre, 21 hs
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