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Viernes, 2 de agosto de 2013

El rugido que no cesa

Denunció a la Iglesia con arte, fue censurado con torpeza, la Justicia le dio la razón y León Ferrari donó la indemnización a la CHA, que convirtió ese dinero en un cuadernillo que asesora a los jóvenes para dejar los hábitos del closet. No es un adiós: es la estampa de un León fuera de jaula.

 Por Alejandro Dramis

Incansable crítico de la intolerancia de la Iglesia Católica como institución represora de los derechos humanos, de la libertad de elección sexual, de las minorías, del goce y del uso de anticonceptivos y preservativos. Creador del universo de instalaciones, objetos, dibujos y collages que explicitan la barbarie de las dictaduras cívico-militares y “democráticas”, como aquella obra –una de tantas– llamada Carta a un general, composición caligráfica deformada y mejor definida por el mismo Ferrari como una “puteada artística”, o la crucifixión de un Cristo en un avión bombardero norteamericano presentada públicamente en la época de la guerra de Vietnam, las imágenes de Juan Pablo II en un frasco repleto de preservativos, fotos del papa Benedicto XVI dispuestas estratégicamente en el interior de un recipiente urinario o el desfile de un Jesús serializado y desnudo, coreografiando un siniestro y sordo musical, en posturas de libre erotismo y simbologías religiosas que el machismo eclesiástico no supo tolerar: en 2004, el portavoz oficial de la Iglesia Católica, arzobispo de Buenos Aires por entonces y hoy devenido “el Papa de la gente” (el mismo que llamó a una guerra santa contra esa “envidia del demonio” que le parecía el matrimonio igualitario), convocó abiertamente a censurar y suspender una exposición retrospectiva de su obra en el Centro Cultural Recoleta, injuriándolo públicamente como un “blasfemo”, prédica que abrió el terreno para que un grupo de fanáticos religiosos bloquearan y lograran clausurar judicial y temporalmente la exposición, irrumpiendo poco después en ella y realizando varios destrozos de las obras. Por tales acciones, en 2008, Ferrari ganó un juicio contra tres de esos fanáticos pertenecientes a sectores de la ultraderecha católica, quienes debieron pagarle una indemnización de 10 mil pesos a causa de los estragos realizados. Ese dinero fue donado por el artista a la Comunidad Homosexual Argentina como un símbolo de su apoyo a la organización, a sus políticas de no discriminación por orientación sexual e identidad de género, y en contra de la homofobia promovida por la Iglesia Católica, responsabilizando directamente a Jorge Bergoglio por su incitación a la violencia y a los atentados contra su obra. El dinero de la donación recibida fue utilizado por la CHA para la impresión de un cuadernillo titulado Salí del Closet, una guía de recursos que ofrece ayuda a adolescentes lesbianas, gays, trans y bisexuales.

En su obra también es recurrente la puesta en evidencia de la discriminación bíblica y la condena hacia la pena de muerte contra los homosexuales pregonada por las Sagradas Escrituras y sus voceros, como el cardenal Antonio Quarracino y los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, férreos portavoces contra los derechos de la mujer, de las minorías sexuales y de la utilización de preservativos, promoviendo así el contagio y la muerte por sida (catalogado como “un castigo de Dios”). También es obra de Ferrari una serie de cartas públicas, entre ellas una denuncia contra el padre José María Lombardero, quien afirmara que tratándose de homosexuales y travestis “a veces matar no es malo”, y otra dedicada contra las palabras del obispo de Formosa, Dante Sandrelli, quien declarara que la homosexualidad era “una plaga que debía ser erradicada”.

Su mirada y la riqueza inagotable de su producción artística se mantienen en permanente combate contra la hostilidad y la sexofobia presente en la política sexual católica. Un león del Cihabapai (“Club de Impíos, Herejes, Apóstatas, Blasfemos, Ateos, Paganos, Agnósticos e Infieles, en formación”) dio su último rugido, pero en su eco persistirá el amor y la lucha por el respeto y la creatividad, por la diversidad y la celebración de la vida, en esa enorme vida que nos dedicó durante 92 años, y que lo convirtió en uno de los artistas y defensores de los derechos humanos más reconocidos e importantes de todos los tiempos.

No queda más que agradecerte, León; por todo esto y por tanto más.

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