Vie 13.09.2013
soy

Una guerra solapada

Las restricciones sobre las fotografías de las principales tiendas de aplicaciones para celulares inteligentes han desatado una protesta empresarial por parte de las plataformas de contactos gay, que ven en el asunto un punto de inflexión de la sociedad de control.

› Por Daniel Link

“Capitalismo: vive y actúa como si no vivieras en una sociedad capitalista” debería ser una divisa ética por todos aceptada, incluso por las locas más recalcitrantes (me incluyo en esa fracción intransigente). No siempre es fácil determinar qué conducta sostiene y cuál mina los fundamentos del capitalismo, porque, como se sabe, éste obliga a una relación de doble vínculo (double bind o, como se dice entre nosotros: esquizofrénica).

El capitalismo (y su forma actual de organización: la sociedad de control) nos plantea un mandato que no se puede cumplir (“sé libre”), porque cumplir ese mandato implica, de inmediato, quedar preso de él: eso es el double bind, y según ese rasero angustiante deberían considerarse nuestras conductas, especialmente las que afectan la identidad y la sexualidad (que, misteriosamente, no son lo mismo). Lo esencial de la doble vinculación es el hecho de que hay dos imperativos en conflicto, ninguno de los cuales puede ser ignorado, transformando al sujeto en víctima de una disyuntiva insoluble. La solución patológica al conflicto crea una salida en un registro ilusorio, y es entonces cuando nos volvemos locos (socialmente locos, en el sentido en que el capitalismo produce esquizofrenia).

Basta examinar dos mercados, el de las comunicaciones y la sexualidad, para comprender los alcances del conflicto.

Mercadillos

Las páginas de contactos gay constituyen el mercado de la carne y uno allí se comporta como cuando va a la carnicería: quiere ver qué va a llevarse a la boca antes de decir “dame de esto”. Como la sexualidad, asociada con la libertad (capitalista) se agota en sí misma, ningún misterio. La relación de deseo está puesta en las páginas de contacto bajo el influjo del reflejo de si las leyes de la atracción son fácilmente codificables según lo que se ve o se muestra (en relación con lo cual se comprende lo que se pide).

Pero la loca no sólo busca carne, también busca dispositivos (es más: la loca es una enamorada de los dispositivos).

GayRomeo.com es una plataforma de contactos gay administrada por la empresa GayRomeo BV (Responsabilidad Limitada), fundada por un grupo de amigos berlineses que decidieron explotar su profundo conocimiento del universo de las locas para estimular el levante cibernético.

Pero, además, GayRomeo es el principal soporte económico de PlanetRomeo Foundation, una entidad de bien público fundada en 2009, que canaliza las donaciones (a la Russian LGTV Sport Federation, a la Queer Alliance Nigeria, al Grupo Artemisa de Honduras, entre decenas de beneficiarios) recibidas de los usuarios a través de la página GayRomeo.

Como plataforma de contactos, GayRomeo sostiene que “la libertad de expresión no debe verse limitada por una cuestión de pago. Por eso nos comprometemos a mantener las funciones principales de PlanetRomeo gratis para todos. Sin límites molestos que otras comunidades imponen a sus usuarios”.

O sea que GayRomeo sublima su carácter de mercadillo de la carne en relación con la “libertad de expresión” y la beneficencia respecto de los semejantes: las locas oprimidas del mundo.

Recientemente, GayRomeo hizo una encuesta entre sus usuarios a propósito de las restricciones que sostienen las aplicaciones para ios y para android (es decir, para teléfonos celulares inteligentes con navegación 3G incluida) en relación con la publicación de desnudos de todo tipo.

Respondieron 143 mil usuarios de todo el mundo (en 25 idiomas), de los cuales el 56 por ciento tiene estudios universitarios, el 89 por ciento vive en ciudades (es decir, que tiene acceso a un sauna o un cine porno) y el 86 por ciento utiliza un teléfono inteligente, mayoritariamente con sistema ios (44%) o android (54%) o, lo que es lo mismo, Apple y Google. “¿Son Apple y Google culpables de censura?” El 89 por ciento de los encuestados opinó que sí (aun cuando sólo el 65 por ciento de los usuarios publica fotos desnudo). Las locas de GayRomeo, que además de cultas tienen un pasar holgado (acaso ambas variables sean correlativas), son también generosas (donan para sus semejantes en Sarajevo, Ghana o Suiza), y quieren ser libres de ver y mostrar lo que quieran.

Así, la política de restricción de imágenes aplicada por los gigantes de las telecomunicaciones en las aplicaciones diseñadas para los dispositivos que las usan (entiéndase: cero tolerancia con las pijas y los culos, lo que multiplica exponencialmente el porcentaje de tetas exhibidas, un alimento indirecto para la mercadotecnia de los gimnasios, porque lo que natura non dat, el gimnasio y los suplementos te lo prestan) es considerado por los usuarios de GayRomeo (que son más educados, pero no muy diferentes de los usuarios de otras páginas) “remilgado y sin sentido”.

Tal vez por eso la marca más enemiga de las desnudeces, Apple (que, a diferencia de Android, no permite la descarga de aplicaciones desde otro servidor que no sea su púdica tiendita) comienza, según la encuesta de GayRomeo, a ser vista progresivamente como “antigay” (la conclusión es un poco apresurada porque, si cualquiera que le guste andar mirando pijas fuera gay, habría que prohibir las actividades deportivas).

GayRomeo, fiel a sus principios universitarios, libertarios e igualitarios, diseñó una “app sin restricciones” que se llama “planetromeo uncut” que se puede descargar de su página, eludiendo los controles de la evitable tienda de Google. Apple no permite esta opción, se lamenta la encuesta.

¿Qué hacer?

El nombre de la aplicación, “uncut”, remite al universalismo paulino (europeo y cristiano) antes que al fundamentalismo norteamericano o semita (árabe y judío) en relación con el prepucio. Puede considerarse un chiste cuyos alcances los responsables de mercadotecnia no alcanzaron a medir bien o que midieron en su justo alcance (el del propio mercado: Europa y América latina), pero lo cierto es que establece en el seno mismo del capitalismo una línea de separación (y, por lo tanto, de debate) de imposible solución, como es de prever y, al mismo tiempo, un umbral de indiferenciación entre activismo (asociación civil) y mercado (empresa), donde los argumentos de uno (la libertad, la igualdad, la defensa de derechos y la demanda de visibilidad –“los hombres gay valoran mucho la desnudez...”– aparecen como ejército de reserva en la lucha entre dos sectores del mercado, uno de los cuales acusa al otro de reaccionario y de mera excrecencia de la sociedad de control (harás tal cosa, no podrás hacer tal otra: te estamos mirando). Y, mucho más gravemente, pone la sexualidad (ese asunto tan delicado y, en última instancia, tan misterioso) ya no en el lugar de la mercancía (a lo que estamos acostumbrados) sino como moneda de cambio: “Sin culos y sin pijas no hay paraíso”, le dice GayRomeo a Apple y se lanza a rediseñar su sitio web móvil para oponerse al mercado de las aplicaciones.

Como el mercado gay (es decir, su cultura) es un mercado global, imagino una loca en algún remoto rincón del mundo recordando con melancolía, como yo, las épocas en que quejarse de la histeria en las discotecas era lo único que importaba en relación con la suerte del deseo. Hoy, por el contrario, nos convocan a convertirnos en accionistas de la sexualidad y en suscriptores pagos de sus canales de expresión.

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