Vie 13.09.2013
soy

TEATRO

El juego de las lágrimas

Algo huele a rancio en Hombre, de Fabián Forte, donde el mayor conflicto ronda alrededor de qué tiene entre las pienas la protagonista “sospechada” de travesti.

› Por Facundo R. Soto

Un hombre recién divorciado, que pinta cuadros en su casa. Un amigo que cae sin avisar cuando el anfitrión prepara la cena para su novia, y le molesta el incienso a pachuli. El amigo se le instala en la casa hasta confesar su preocupación: Ivana no es mujer. ¿Cómo te podés coger a un puto vestido de mina? Le grita. El amigo reacciona y se enoja, aunque esta situación bizarra debería parecer irrelevante para una persona conectada con su deseo, sin embargo cobra trascendencia lo que un amigo le dice, después de tantos años sin verlo, y metiéndose de prepo en su casa y así, de la nada, metiéndose con el juzgamiento de su sexualidad. Sin embargo, en la obra no se trabajan los prejuicios o la mirada del qué dirán. El conflicto se cierra en sí mismo y se relame como una pelota que va y viene siempre al mismo lugar, sin sobresaltos, sin humor y sin cambios de perspectivas. Cuenta con un final que va a los bifes, a los hechos, irrumpiendo sin tratamiento simbólico, como provocando un final sorpresa, pero abrupto e ignorando todo lo relacionado con la ley de género y sus conceptualizaciones. No hay empatía con la supuesta travesti, ni comprensión psicológica de lo que implica el cambio de sexo, sino que la pregunta se esgrime alrededor de ¿es o no es? Como si eso cambiara lo que el protagonista siente por ella, como si el mirar los genitales garantizara el género de una persona. ¿Es un hombre vestido de mujer? Esa es la pregunta central de la obra y el trato que le da al travestismo. Hombre fue estrenada en una sala comercial del teatro off porteño –Pan y Arte, del barrio de Boedo– y el trabajo del director Fabián Forte (de amplia trayectoria como director, guionista y actor. Protagonizó El banquete, 2001, C. C. R. Rojas) es como si fuese un ejercicio de teatro o una improvisación donde el conflicto (si es una mujer o un travesti) se vuelve un planteo arcaico, que –quizás– hace 30 años hubiese sido interesante, pero queda fuera de foco. Se destaca la brillante actuación del personaje que hace de homofóbico –Martín Borisenko (actuó en Dr. Jekyll, Historia de minas) y la de su partenaire Jorge Castaño (trabajó en La omisión de la familia Coleman). La pregunta qué es ser hombre –como se llama la obra– se esboza, pero en ningún momento se atisban respuestas ni pistas para responder lo que no tiene respuesta, cayendo en el ridículo al revisar a Ivana para saber si tiene o no tiene algo entre las piernas. Otro momento de inverosimilitud es cuando el novio le cuenta a su amigo que hace cuatro años que la conoció y se enamoró, pero no puede confiarle si es travesti o no, porque, a pesar de conocerla hace cuatro meses, siente un amor puro y por eso no tuvieron relaciones sexuales. Claramente, la obra parece haber sido escrita fuera de tiempo y fuera de lugar.

Sábados 22.30, Teatro Pan y Arte, Boedo 876

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