LIBRO
Un libro analiza la puesta en jaque de la masculinidad en tiempos de la guerra de Malvinas a través de su representación en literatura y cine.
› Por Adrián Melo
A mediados de los años ’80, cuando los otrora chicos de la guerra comenzaban prematuramente a devenir veteranos de Malvinas, era común verlos circular por transportes públicos vendiendo objetos diversos con el logotipo o la forma del símbolo cartográfico de las islas. En cierta ocasión, en un colectivo, uno de esos ex soldados ofrecía un almanaque con una imagen que nunca olvidé y que suelo asociar a mis primeros impulsos sexuales. Era la fotografía de un muchacho con el torso desnudo, un prototipo de macho men de los ’80, con el bigote y el pecho velludo, más un digno semental de revista porno o de Tom de Finlandia que un símbolo de la tragedia que el almanaque y su vendedor vestido de uniforme pretendían evocar. El impacto erótico del chico del almanaque se contraponía ferozmente a las imágenes poco sensuales asociadas a la guerra de Malvinas.
Toda guerra suele poner en primer plano los atributos viriles y sensuales de los hombres, así como sus cualidades de heroísmo, valentía y sangre fría que parecen consagrar la hegemonía de la dominación masculina. Pero asimismo también ponen en escena la vulnerabilidad y la fragilidad de esos cuerpos que se suponen que son el soporte y la base estructural de la dominación. De hecho, muchos autores sitúan el comienzo de la crisis de la hegemonía masculina durante la Gran Guerra, que evidenció en los cuerpos discapacitados, mutilados, heridos emocionalmente de por vida, o histéricos que regresaban de la contienda, la metáfora de la castración simbólica o real a la que habían sido sometidos. Por ello no parece casual que en la monumental novela Las islas, de Carlos Gamerro, las islas completan la metáfora más acabada de la masculinidad nacional en boca de uno de sus personajes, un profesor que señala que “la Argentina es una pija parada lista para procrear y las Malvinas son sus pelotas”. En este sentido, el cuerpo masculino aparece amenazado por la siniestra invasión castratoria imperial.
Esta y otras interpretaciones lleva a cabo Paola Ehrmantraut en su libro Masculinidades en guerra. Malvinas en la literatura y el cine, que analiza las manifestaciones de los tópicos de las masculinidades y la guerra en las ficciones cinematográficas y literarias. Según la autora, una recurrencia que suele poblar las novelas y las películas que tratan sobre Malvinas: sus personajes se niegan a cumplir con un mandato específicamente masculino. Así, en la clásica y paradigmática Los pichiciegos. Visiones de una batalla subterránea, de Enrique Fogwill, los soldados desertan y se resisten a morir por la Patria, tal como los obligaría el mandato genérico de la masculinidad hegemónica dictatorial basada en la virilidad militar y nacionalista. Sin embargo, terminan construyendo la masculinidad liberal del “sálvese quien pueda” igualmente destructiva. De hecho, la masculinidad cuyo prototipo es el héroe militar, pierde su fuerza en la etapa democrática y entra en conflicto con otra que llegará a ser dominante en los ’90: la imagen del emprendedor/empresario capacitado para administrar las privatizaciones impuestas por el menemismo o de funcionar como lazo entre las inversiones de los capitales extranjeros y la economía nacional. Como profetiza la novela, la masculinidad hegemónica basada en el heroísmo deja de ser dominante, pero se impone la masculinidad neoliberal.
Ese nuevo contexto político de los ’90 es el marco propicio para la emergencia de un personaje como Fabián del film Fuckland (José Luis Marqués, 2000), cuya masculinidad seductora y mentirosa parece encarnar el sino de su época. Fabián Stratas interpreta a un argentino del mismo nombre que decide documentar con su cámara digital oculta su revancha patriótica. Su delirante plan consiste en que miles de argentinos viajen a las islas, seduzcan y embaracen a las isleñas para que en un par de generaciones la población sea de ascendencia argentina. La agresividad de Fabián y la sordidez de su plan —que pone en práctica mostrándoles a los espectadores los condones fallados que usara en sus encuentros eróticos con Camilla, su víctima propiciatoria— evocan la violencia sexual propia de cualquier emprendimiento colonialista y lo aproximan a la irracional tarea emprendida por la Junta Militar en 1982 con la sociedad civil como cómplice. La analogía redobla su apuesta cuando también puede transmitirle a Camilla una enfermedad de transmisión sexual plausible de ser mortal.
En términos de mujer inglesa-seductor argentino se sitúa también la novela A sus plantas rendido un león, de Osvaldo Soriano, donde el personaje principal, Bertoldi, seduce a la esposa del embajador británico, identificando metafóricamente al territorio isleño con el cuerpo femenino y dando cuenta de la superioridad de la virilidad masculina argentina frente a la británica. Como las islas, la mujer sólo le pertenecerá al argentino por un tiempo y luego la evocará por siempre en sus recuerdos.
Con estas y otras ficciones, y dotada de una claridad académica, Ehrmantruat realiza un valioso y novedoso aporte, sobre todo al analizar para el contexto local las sutiles y perdurables líneas de continuidad entre dictadura y neoliberalismo con respecto a la emergencia de nuevas masculinidades, tema hasta ahora escasamente explorado.
Masculinidades en guerra. Malvinas en la literatura y el cine,
Paola Ehrmantraut, Ed. Comunicarte, Córdoba, 2013
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