LUX VA AL DESFILE DE MERBELLUX
El domingo me levanté asexuadx, será por eso que acepté un plan en el que pensé que no iba a poder probar bocado. Mi amiga más moderna me mensajeó al grito de “Prendete al desfile de Merbellux en Fire Walk With Me”. Como de inglés no sé un pito pero sí divisé mi nombre camuflado en el mensaje, me arremangué mis leggins más finas y salí para la parada. En el bondi de Constitución al norte capitalino, para no perder la costumbre, me fui lubricando con el sudor que emanaba a chorros de mi entrepierna y aproveché para apoyar el bulto propio y manotear el ajeno para sostenerme ante las frenadas. Ya se sabe que no hay bondi que me deje mal paradx. Sin embargo, todavía no incursiono en el mercado de la carne infantil, así que, cuando llegué al local de Las Cañitas, me encontré con que no había nada para comer, es decir: sólo niños andróginos, muy verdes, maquillados de colores flúo, con tintura en el pelo, ropas brillosas. “Muchos de modelos del desfile no estaban en agencias por ser demasiado raros”, me susurraba mi amiga Cristal Flúo. En la puerta colé el dedito en un ponche de sabor helado torpedo de Frigor, que el diseñador de Merbellux, chupaba de niño, mientras miraba Jem, su dibujo animado favorito en el que se inspiró para esta colección atemporal, ni invierno ni verano, rebelde, contra la moda. Sigue Cristal: “Agarré todas las telas holográficas que encontré, las mezclé con telas mas amorosas para el cuerpo humano porque, si no, era muy del futuro envuelto en plástico, además inflamable. Mucha piel al aire, así que ofrecí remeronas XXXL, puperas, infinidad de minis y shorts, porque ahora la onda es mostrar piernas y usar ropa gigante arriba. Convoqué a 20 modelos con estilo único. Como soy precursor de la moda andrógina, es mi deber acobijar a tod@s. La música es de Jem y los hologramas y las Misfits. La vida es un juego y hay que jugar, regalar, compartir y alimentar al niño interior, yo nunca dejé de ser niño y festejo mis 13 años eternos”. Mientras Cristal hablaba de moda yo lamentaba que el aire acondicionado me estuviera secando el lubricante natural. Cuando terminó el desfile, como yo no como comida con colorantes, me crucé al shopping del frente donde el guardia de seguridad de una corrida, para no dejarme ir a la cama sin postre, me acompañó a los sanitarios y me sacudió todo el ponche de torpedo en mi interior.
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