Pasado el debate sobre la Ley de Fertilización, lo que sigue es la experiencia real, la que se juega todos los días puertas adentro de los consultorios o en las consultas en bancos de esperma. ¿Está preparado el sistema médico para contener la demanda cada vez mayor del colectivo lgtbi sobre técnicas de reproducción artificial? ¿Por qué se habla de “tratamientos” aun cuando no hay ninguna enfermedad? Los protocolos que rigen los procedimientos de inseminación para lesbianas tal vez deban contemplar variantes respecto de las que se aplican para parejas heterosexuales y mujeres con problemas de fertilidad.
› Por Ana Laura Gualano
Entonces Sharon Stone se le montó a Ellen Degeneres por la cintura y en medio de una danza tan íntima como ancestral celebraron la segunda rayita del test: ¡Em-ba-ra-za-das! La escena de Si estas paredes hablaran 2 puede hacernos pensar en las Amazonas de Lesbos cuando, luego de haber sido visitadas por aventureros a la orilla del río, la unión había dado su fruto. En la actualidad el resultado positivo de embarazo es la búsqueda incansable de muchas parejas de chicas y mujeres solteras –algunas lesbianas, sí–. El sueño de la maternidad-L ya está al alcance de todxs y no tiene cuestionamientos, se puede. Y que las escuelas católicas se rasguen las vestiduras y que Barny el dinosaurio se vaya poniendo a tono cuando los niños dibujan a las dos mamás de la mano. Pero el cómo, el dónde, el cuándo concebir carece de manuales y es un camino que se está haciendo al andar. Para no sufrir algunos abusos de la medicalización extrema sobre cuerpos fértiles, para poder ser dueñas y señoras de nosotras mismas, invoquemos ese coraje amazónico y sobre todo, reclamemos información.
Salvo que seas la Virgen y te visite el Espíritu Santo, lo más probable es que tengas que recurrir a una inseminación casera o fertilización asistida para quedar embarazada sin sexo hétero. Los procedimientos son varios y los hay de baja y alta complejidad. La inseminación artificial (IIU) es el más común: se inyecta una muestra de semen, previamente preparada en el laboratorio, en el interior del útero para fecundar al óvulo. A éste le sigue la Fertilización in Vitro (FIV), en que la fecundación de los ovocitos de la madre se realiza en laboratorio y se implanta un embrión –ahora próximo a ser considerado persona si se aprueba la nueva reforma del Código Civil– en el útero. La administración de medicamentos y hormonas para estimular la generación de folículos de buena calidad y así aumentar las probabilidades es moneda corriente en los procedimientos actuales. Algunas demoras en la aplicación de la Ley de Fertilización y los altos costos que implicaría repetir muchas veces –de no quedar en los tres intentos garantizados por ley– hacen de cada inseminación una situación de exigencia capaz de poner a prueba la estabilidad emocional de cualquiera. Sol (38) lesbiana y sin pareja por el momento, dice: “Yo empecé con un tratamiento de baja complejidad porque me hice todos los estudios diagnósticos y no tengo ninguna patología. Además de los chequeos comunes, me hice una histerosalpingografía para detectar problemas en las trompas. Eso a las parejas heterosexuales se lo hacen recién después de un tiempo de esperar sin resultados, pero cuando vos te inseminás es de rutina para que no tengas que pagar tanto por algo que no sabés si va a dar resultado”. Luego de varios intentos comenzó con estimulación hormonal por vía oral e inyecciones. Fue esto último lo que le provocó más desajustes, porque ella tenía un historial de obesidad y los médicos no le avisaron que esas hormonas contenían sustancias anabolizantes. “Al no estar haciendo actividad física y con un cuadro de ansiedad, aumenté quince kilos... Decidí cambiar de profesional y volví a los intentos más naturales, ahora estoy en eso, tratando de retomar un equilibrio físico...”, comenta. Pero no solamente ella se queja. “El más angustiante fue el último intento, por el cual decidimos tomarnos un descanso; fue cuando me dieron progesterona, porque la ovulación había sido múltiple y se me atrasó casi una semana la menstruación, fue una situación muy fea. Con las hormonas yo la paso re mal, me cambia mucho el estado de ánimo”, explica Iris (26), casada con Winchi. Lo paradójico es que el estrés y la ansiedad suelen ser los enemigos número uno –dicen los especialistas– de la fertilidad. ¿Se preocupan las clínicas y los profesionales para crear contextos amigables y aplicar técnicas que no comprometan tanto la salud de las consultantes? Para Cecilia (39) la cosa tuvo otro color, porque si bien sentía cierta presión de su entorno laboral porque desaparecía unas cuantas mañanas para realizarse los controles, no vivió las inseminaciones con ese grado de estrés, ni sufrió alteración física alguna: “Para mí era muy relajado ir a inseminarme con el Dr. Raymond Osés (Cryobank), siempre me sentí muy a gusto, tenía buena onda con él y lo vivía como algo muy positivo”. También para Mariana (32), que quedó embarazada en el cuarto intento y actualmente cursa el sexto mes de embarazo, fue importante la contención piscológica: “Hice cosas para relajarme y tuve asistencia piscológica, yo creo que es fundamental si se piensa en que podés también estar en una situación vulnerable, te tenés que cuidar a vos misma”. Apropiarse de la vivencia del cuerpo, de la percepción del cuerpo como espacio subjetivo y simbólico sigue siendo la lucha que se libra día a día frente a los controles del poder (foucaultiano, sí) en forma del aparato médico farmacológico. ¿Por qué les llamamos “tratamientos” si no hay –en el caso de lesbianas en edad fértil y con un sistema reproductor en condiciones óptimas– enfermedad tal? Podría ser la primera pregunta, y a partir de ahí a tomar las riendas.
Las protagonistas lesbianas de El viento en un violín, del dramaturgo Claudio Tolcachir, a falta de dinero para estos trámites , amenazan a punta de pistola a un pobre pibe para que embarace a una de ellas. ¿Hará falta llegar a tanto?
En la Argentina cada intento de inseminación cuesta entre 2000 y 9000 pesos, dependiendo de los medicamentos complementarios y si se realiza por banco de donante pago o gratuito. La muestra de semen sola ya cuesta entre 2500 a 3000 pesos y, a diferencia de lo que sucede en otros países como Estados Unidos, los bancos son reticentes a venderlas para inseminaciones caseras. Pero ¿y la ley?
El decreto 956/2013, firmado por la presidenta Cristina Kirchner en julio de este año, la reglamenta. El alcance que tiene en cuanto a cobertura es muy amplio: se contempla el abordaje, el diagnóstico, los medicamentos, las terapias de apoyo y técnicas específicas de reproducción asistida. Pero la alegría que invadió a las organizaciones dentro del Congreso se transformó luego en el comienzo de otra lucha: María Rachid convocó en octubre de este año a una marcha denunciando al Gobierno de la Ciudad por incumplimiento de la norma. Dice Sol: “Es muy difícil tramitar la autorización de la cobertura. Te desalientan, no te dan información certera de cómo empezar el tema y de los certificados que tenés que llevar. Por un lado la obra social trata de patearlo, y por otro lado los médicos tratan de desalentarte para que hagas el esfuerzo de hacerlo en forma privada, porque dicen que va a ser muy difícil seguir la vía burocrática. En las salas de espera muchas vienen con la misma experiencia”. En otros casos, cuando ya está abierto el expediente, las chicas se quejan de que piden demasiados papeles. Dice Mariana (29): “Tenés que ir cada semana o diez días a hacer un trámite o a pedir una autorización”. Algunas otras, las persistentes, sorteando obstáculos abrieron carpeta y consiguieron, dependiendo de la obra social, coberturas, en algunos casos de un porcentaje de los medicamentos (en dos de las principales alrededor del 40 por ciento) y en otros de la totalidad. Hay muchos foros de Internet orientativos en los que las interesadas hacen circular líneas telefónicas de asesoramiento y reclamo.
Fantasía de muchas es pedirle un poco de semen a ese vecino bien parecido que nos cruzamos en el ascensor, al mejor amigo gay que además es superinteligente o a algún compañero de la facultad que, con más placer que esfuerzo, nos ahorraría manipulaciones varias del aparato médico-farmacológico. Ni hablar de algunos casos famosos como el de Annie Leibovitz (pareja de Susan Sontag) a la que habían ¿acusado? de haberse inseminado con el semen de David Reiff, su hijastro. Fue la madre de Annie la que tuvo que salir a decir “¡de ninguna manera, por Dios!” y a persignarse en nombre de una comunidad en alerta frente a las innovaciones filiales. Pero un caso más cercano es el de Marisa (42), quien tuvo un hijo a los veinte años con el hermano de su primera pareja –ahora un adolescente– y aunque lleva el apellido de él y no de ella, fue criado por las dos. Era la manera que encontraron para que la información genética las incluyera a ambas, y además por aquellos años no había tantas opciones a disposición, la invisibilidad social hacía que todo quedara puertas adentro de la casa. Ahora, que se puede ir con la novia de la mano a uno de esos bancos de esperma, una se puede dar el lujo de fantasear con que cualquier muchacho que vaya o venga por los pasillos es el que se acaba de salir de un cubículo, revista porno en mano, para llenar el frasquito.
Ya lo dice el cuadernillo de Lesmadres: garantizado el anonimato, el donante no tiene derecho a reclamar la paternidad. Punto a favor cuando la pareja no quiere involucrar a un tercero. Los bancos de esperma llevan la delantera, además, en cuestiones de prevención de enfermedades infecciosas o psicofísicas por los variados tests que utilizan. En la Argentina podemos decir que existen alrededor de diez bancos pagos: Cryobank, Reprobank, Ceusa, Banco Argentino de Gametos y Fecunditas son algunos de los que cuentan con sede en Capital Federal. Otros lugares se manejan con donaciones voluntarias, como es el caso del Cemic, que provee muestras gratuitas y permite abaratar costos –la diferencia es que no se pueden pedir especificidades genéticas sobre la muestra–. Si bien los bancos no cuentan con un catálogo de fotos, deportes favoritos, hobbies o coeficiente intelectual para elegir, en algunos se puede buscar cierta compatibilidad genética. En Ceusa, por ejemplo, se llena un formulario con las características de la madre no gestante para machearlas con el donante. En otros como Reprobank se aseguran de que haya, además de la obligada compatibilidad inmunológica (grupo y factor sanguíneo), un parecido fenotípico (color de pelo, ojos, altura, peso, etc.) con las dos mamás. Pero si se buscan características muy específicas, por ejemplo, una genética afrodescendiente al mejor estilo Bette Porter de The L Word, la cosa se hace un poco más complicada. El sistema se irá (esperemos) perfeccionando con la práctica y el uso. Hace un tiempo parejas de chicas denunciaron que algunos bancos no tenían preparados los formularios para dos mujeres y debían tachar la palabra “padre” con birome para poner “madre” en su lugar. Dice la directora general de Reprotec (clínica asociada con Reprobank), la Dra. Vanesa Rawe, “las consultas de parejas aumentó desde la promulgación de la Ley de Fertilidad, y en particular las parejas de lesbianas ya ocupan más de un tercio de las consultas generales. A nosotros nos interesa actualizar la mirada social sobre lo que significa la familia, desestigmatizar los vínculos filiales que no tienen origen biológico, apoyar la planificación familiar a conciencia y desmitificar nociones conservadoras y excluyentes de la diversidad”. Las páginas de Internet, folletería y catálogos hablan por sí mismos: Reprobank –el único bien dispuesto a responder a las preguntas de este suplemento– y Cryobank son los más lesfriendy, pero por ejemplo, en el Banco Argentino de Gametos, las familias homoparentales aparecen a lo último de la lista y casi por compromiso.
En la carrera por traspasar la membrana y llegar al núcleo, al quid de la cuestión, se nos ofrecen otras alternativas, menos reguladas, más informales y más –diría el superyó de la comunidad científica– riesgosas. El foro Copadres.net funciona desde algún tiempo para países de habla hispana. En la sección “Argentina” sorprende encontrar mensajes desde los más remotos puntos del país: Entre Ríos, Santiago del Estero, Jujuy y más. Manu posteó: “Hemos encontrado, gracias a su página, una pareja de súper chicas para nuestro proyecto de paternidad compartida. Muchísimas gracias!!!”. Carl, de Posadas, Misiones, dice: “Busco una mujer lesbiana con la cual poder cumplir el sueño de ser padres. Soy responsable, instruido, profesional”. Donación de semen o crianza compartida de a dos, de a tres, de a cuatro..., de toda clase de orientación sexual y género están permitidas. Se nos ocurre que no hay marco legal posible que vaya tan adelante como la realidad misma cuando las maneras de venir al mundo, de estar en el mundo y de tener una familia van cambiando a la velocidad de la luz. Los kits de inseminación casera, por ejemplo, ya se pueden comprar en Internet con tarjeta de crédito (http://onnatural.net/) y un video online instruye sobre cómo y dónde usar bien la jeringa y el catéter. Aunque, dicen los profesionales, este tipo de tecnologías maneja un índice más bajo de probabilidades, son las mismas que las del sexo casero. Y el sexo casero para concebir está ¿demodé? Bueno, no tan demodé como el ángel Gabriel, la cigüeña y otros mitos de origen. Si de contar una historia de nacimiento se trata, habrá que actualizar esos cuadernitos que les explican a los chiquitos cómo se viene a este mundo. “Eramos varios –empezaría la historia–, dos mamás, algunos amigxs y tíos queridos. Plantando una semilla que no fue de girasol, bailamos cuando, nueve meses después, en el amanecer de un día domingo, dimos a luz...”
Defensoría de Provincia Buenos Aires: 0800-2225262
Línea del Ministerio de Salud: 0800-6660611 (de 9 a 17 hs.)
Mesa Nacional por la Igualdad, Av. de Mayo 881 2J. Flavia Massenzio realiza consultas personales. Llamar a 4331-1237 de 8 a 19 para acordar entrevista.
Para realizar reclamos: Sumate a dar vida (grupo Facebook)
Lesmadres: http://lesmadres.com.ar/
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