Viernes, 21 de febrero de 2014 | Hoy
Hija, hermano y sobrina de la gran familia mediática que expone la sexualidad propia y la ajena para diversión de la gran familia argentina, Oggi Junco reflexiona en clave propia sobre la construcción de su cuerpo y muchas otras cosas. Dice que se puso tetas para que le quedaran mejor las blusas y que se cambia el DNI para no confundir a los empleados de los aeropuertos. Según cómo se la lea, ella es un personaje robado de Copi, una gran bardera entre incorrecta y reaccionaria, y también una expresión valiente y urticante de lo queer.
Por Alejandro Ros
Se aparece en la mitad de la noche con el fulgor de estrella mediática que la caracteriza y dice con un aire entre comprometido y comprometedor: “Quiero presentar mis tetas nuevas en el suplemento Soy de Página/12. Mi amooooooor”, dice la Oggi alargando las “o” de Oggi y también de orgullo. “Acordate de que yo estuve en el primer camión de ustedes hace seis años y compartí cartel nada menos que con Fernando Noy y nos dimos un beso de divas.”¿Qué significa presentar las tetas? ¿Sacarte fotos desnuda?” ¡De ninguna manera! Quiere dar su versión de lo que significa tener un documento, operarse, formar o no formar una familia, ganarse la vida poniendo el cuerpo. Así es que acordó cita con un periodista. La primera vez lo planta por Facebook, la segunda por mensajito y la tercera sin aviso. Llega a la cita que era en mi casa tres horas más tarde y allí es donde decido prender el grabador a ver qué sale. Como se verá, antes de responder siempre se niega a responder, la entrevista se corta abruptamente porque había que salir corriendo para Cocodrilo, donde la reciben como a una reina; visitar a unas amigas travestis que trabajan en los bosques de Palermo y que interrumpen lo que sea para charlar un rato y luego seguir la noche hasta el amanecer.
–Toda la metamorfosis en mí fue una cosa muy privada muy mía, la viví muy conmigo misma en mi interior. Y sí, fui tan egoísta y tan yoica. Ojo, no es que soy egoísta con los demás; soy híper generosa, de hecho tengo 200 millones de amigos. Hoy, martes, por ejemplo, no daba abasto de tantas muestras: Malba, Leo García, restaurant chino con amigas. Y ahora haciendo el interviú a las 2 de la mañana para salir corriendo a Cocodrilo en cuanto terminemos. ¿Venís? Yo en países limítrofes soy tanto o más conocida que acá. Cuando iba como invitada a los programas me preguntaban por qué no me ponía las tetas y ahora me preguntan por qué me las puse. Y yo contestaba: “La verdad que no me siento mujer”. No lo soy, obviamente; por dos prótesis de siliconas no creo que seas una mujer. Yo creo que la gracia está en ser una trans y creerte que sos la ambigüedad. El yin y el yang, hombre, mujer, perro, planta, aparato, travesti, gay. ¡Milanesa de soja! Porque no soy ni de carne ni de pollo.
–Si hasta hace poco me decían de ponerme tetas, yo contestaba que no, “no son parte de mí”. Yo lo que hago es porque lo siento y lo vibro en el momento. Vivo en el ahora. Y fue hace poco que empecé a decir: “Ay, esta blusa, necesita un poco de acá arriba”. Porque acá en la cintura estoy como una avispa, abajo tengo un culo así grande, después estas piernas... Y entonces, el doctor me dijo: “Las tetas”. Me dijo: “Yo te veo como una trans. Te veo entrar al consultorio y digo: ‘Viene la Oggi’, no digo ‘viene el Oggi’”. ¡Empezó a ver una cosa del artículo EL/LA!
–En una época sí. En los noventa. Y también siempre me vinculan al poder, no sé por qué..., de hecho hay fotos mías en la Casa Rosada con el ex presidente.
–Eso es algo muy mío. Pero sí, sí. Yeah.
—¡Orianna!
–No, pero en estos días está listo, ya hice los trámites. Lo que pasa es que me robaron la cartera. Las minas sabemos perfectamente que... ¡A veces hay un mes en que no cambiamos de cartera! Podemos ir de colorado y la cartera verde y no sabemos cómo se usa. Pero ¿sabés por qué es? Porque adentro llevamos de todo, hasta un hijo podés llevar. Que la ropa del día anterior, que las bombachas que me voy a poner para este chongo... Que el turno con el cirujano...
–No sé, ya no las cuento. Más de setenta.
–Juro nunca haberme tocado la cara. Todos los hilos tensores de oro que tengo me los puse en el cuerpo. ¡Me siento Lindsay Wagner!
–La nariz. 16 años. Fui al cirujano plástico Alberto Ferriols y le dije: “Escuchame, papi, me tenés que hacer la nariz ya. No sé cómo te la voy a pagar pero vos, si sos cirujano, empezá a tallar esto.
—¡Nada! ¿Qué voy a hacer, papi? 16 años, divina, estudiaba peluquería en Santa Fe y Callao. Mi mamá me mandó ahí porque yo había repetido tres veces primer año del comercial. Porque no iba jamás. Me aburría. Me maquillaba en casa. Aprendía el arte de poner la línea negra, afinar la nariz, la papada... ¡A los 16 años! Una chica precoz.
–Nunca lo supe, no me di cuenta. Yo tenía 14 o 16 años y no sabía nada de las partes genitales, ni para qué existían. Me acuerdo que me refregaba permanentemente con una crema de enjuague. Y aceite Johnson, porque en esa época no había aloe vera. Y yo me daba cuenta de que había un momento en que llegaba al clímax porque me agarraba todo un cosquilleo entre la panza y el pubis y hacía: “¡Ahh!”. “¡Uhhh!” Y mi mamá me decía: “¿¡Qué pasa!?”, y yo: “No, nada”, y yo quedaba... para arriba. Refregándome todo, lavándome, llegaba a las extremidades, me tocaba un poquito y ahí... ¡blum! “¿¡Qué es esto!?” Al otro día esperé hasta las 9 de la noche y dije: “¡Me voy a bañar de vuelta!”. Me llevé dos litros de aceite Johnson. Fui con unos zapatos de mi mamá, me bañé en tacos. Cuando me vi también estallaba de placer artístico. Lo que reflejaba ese espejo era una obra de arte. Ese nene-nena con un flequillo, los pelitos, las tetitas recién creciendo, arriba de esos tacos de todos los colores de Claude Bernard adentro de una ducha... ¡Britney Spears! ¡Año setenta y pico! A partir de ahí se me voló la cabeza conmigo misma.
–No voy a contestar eso. Sí, por supuesto. Yo con las mujeres me siento una lesbiana.
–No voy a contestar eso.
–Bueno, pará. Sí, estuve hace poco con una mujer divine. Yo si tengo sexo lésbico jamás se me cruzaría por la cabeza verme como un tipo. Yo lo vivo lésbico. Soy una chica. Así que capaz que ella me penetra a mí... ¡Los chiches! Mi amor, conmigo tenés que ser 100% masculino, hasta siendo mujer.
–Porque yo llegaba a los aeropuertos y la gente se me cagaba de risa. Porque de repente caía en Hollywood onda Kim Basinger, unos pelucones, las uñas, los tacos, “¡pase, diosa!”... Y de repente abren el documento: ¿Juan Carlos Junco? No. Hay algo que no está coincidiendo.
–Me encantó. Sólo lo hago por los aeropuertos.
–Sí, pero nunca dejo de ser la persona que soy. Porque eso de decir “¡Soy mujer de carne y hueso! ¡Me casé de blanco!”. ¿No te parece patético? Evidentemente, querida, necesitás un psicólogo urgente, porque estás diciendo algo que no sos, sos reconocida por mucha gente, estás en un canal familiar a las 12 del mediodía, la hora en que los chicos almuerzan. Entonces, le estás haciendo creer a ese nene un mundo de fantasía, que nada que ver con lo que pasa después.
–Y después viene el papá machista que dice: “Este se la come, éste es trolo; antes que un enfermo de éstos prefiero que me nazca puta y mujer”. Porque para ellos nosotros somos locos, enfermos. En todos los hogares está esa cosa de “prefiero a un hijo ciego que puto”. Yo lo oigo desde que tengo uso de razón. Imagínate tú, guapo, que a esta altura de my life, que me vengan a decir algo, ¿qué me puede humillar a mí? Ya estoy de ida y de vuelta. Entonces dejame sentarme y decirte: “Acá llegó la Oggi” –pantalón lleno de strass, flequillo, un turbante– y dejame que el documento diga “Oggi Orianna Junco”. ¿Sabés por qué? Porque lo otro no pega.
–Mirá, tengo una cosa muy papista, muy franciscana, como que me encantaría que eso fuese así: el papá, la mamá, el nene, la nena, el hogar, cuatro ambientes, clase media, el reloj en la pared de la cocina, puerta principal y de servicio, básico. Ahora, eso de Laura Ingalls en la pradera no existe porque resulta que el papá después se va con una travesti por el Camino de Cintura. Entonces como yo todo eso lo mamé, después no creí más en nada. Pero cuando me enamoro, me enamoro y me vuelvo loca: quiero que ese hombre sea mi padre, mi amante, mi juguete, mi sex toy, mi regador de jardín, mi cuidador de la puerta de atrás, mi amo y señor. Y que me tenga cortita y al pie.
–Dejaría una mostra. Pero me daría tantos celos que ella vuelva a pasar por todo lo que pasé yo que la destruiría en dos minutos. Te juro, ya la odio antes de procrearla. El odio viene de antaño, la detesto, ¡hija de puta! Porque al final yo me siento viva completamente, ¿para qué una hija? Me siento –¿qué te podría decir?— ¿Susana Giménez? No. ¿Cher? No. ¡Madonna, Britney Spears, todas juntas! Multitudinaria, ¡Eva Perón!
–Sí, todo el tiempo. Me encanta, llego al clímax más rápido.Yo todo lo que hago lo cobro porque soy prostituta de cabeza. Se está enterando por acá mi futuro marido que soy prostituta. Cuando salga esto me va a matar, porque voy a estar en un viaje con él.
–Al Caribe. En un crucero. Yo prometo que a partir de él dejo todo. Y prometo que me voy a portar bien. ¡Juro solemnemente por el nombre de Orianna Junco!
–Porque me parece fantástico. Es de una amazona egipcia o hebrea. Ella podía con todo. Aparte Orianna me parece como que surge del mar, toda de blanco. Yo me siento el símbolo del sexo. Yo vibro que alguien conmigo puede ser hombre, mujer, gay, travesti, trans, operada... que conmigo se va a excitar igual. Porque entra por los poros el morbo, el jugueteo. Y si vos estás con alguien tan inteligente como yo seguramente te excitás.
—¡Todo comienza en el cerebro! El cerebro le da la orden al cuerpo, papi. El cerebro dice: “Que se me pare la pija” y algún día se te va a parar. O “que se me haga concha”, y algún día va a pasar. Igual, ¡sabés cómo se para! Yo juego mucho con todo lo ambiguo, con todo lo doble, entonces, por ejemplo, digo: “¿Eso duele?”. Me hago la bebota. Eso garpa. A un chico de 32, 34, vos le hacés eso y no se te escapa. ¡Autos de carrera te paran! Lo que quieras. No se te despegan del portero eléctrico. ¿Vos sabés lo que es caminar por tu dúplex y todo el tiempo timbre, teléfono? Unos pendejos que parten la tierra y están todos desesperados. Y vos le decís: “No, gordo, te dije que no toques más, el portero se va a enojar. El seguridad ya no da abasto”.
–Divino, duré exactamente una semana. Se me cayó el celular que yo amaba, el iPhone 4, se me destruyó contra el suelo del tercer piso. Yo no había deshecho la valija por x motivo y sin ton ni son –no sé qué pasó– y me tuve que ir.
–No, se había armado mucho revuelo con mi llegada al barrio. Muchísimo, policía, helicópteros, de todo. Le dije a la dueña: “Yo no puedo estar todo el día con que la gente me esté tocando el portero eléctrico, llamando por teléfono, golpeándome la puerta”. Se había armado mucho revuelo, pero por el quilombo que hacían ellos mismos. Igual todo eso me chupa un huevo. Soy feliz, divina, plena, permanentemente. Cuido a mi abuela de 94 años que vive en Lanús, ella es la que me crió.
–Se caga de risa. Las ve todos los días. Te dice “suerte” y te toca las tetas. La abuela es un gangster. Hoy me dijo: “Si a las 8 de la noche no me llamás te cago a trompadas”. ¡Y te pega! La abuela Pocha. Te da unos castañazos y te manda al cuarto. Yo la amo. Ella era la que me llevaba al kiosco, a la plaza, me hacía la segunda. Es raro encontrar a una abuela que no sea pata. Pero ésta me hizo la segunda y me crió. Entonces tiene como un resarcimiento ahora teniéndome en su casa. Me dijo: “Devolvé el departamento de Cañitas, te venís acá. Tenés el cuarto ahí, te lo remodelás, te ponés tu PC, tu plasma...”. 94 años y sigue mandando. Y tengo la mitad de las cosas acá y la otra mitad en Cañitas.
–Por acá cerca, vive en Congreso.
–Sí, capricho puro.
–No sé, no me interesa. Pero igual bien, me compra mi número de corpiño.
–No, ¿qué voy a hablar?
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