TELEVISIóN
Más allá de la homofonía que los liga, los estereotipos del puto y la puta se asocian entre sí para el imaginario colectivo. En Avenida Brasil, los dos personajes que los encarnan logran reírse de este mundo cruel y mantenerse unidxs para que no lxs devoren lxs de afuera.
› Por Adrián Melo
En ficciones literarias argentinas del siglo XIX y principios del XX, aquellas destinadas a brindar una pedagogía sexual y nacional, es decir, moldear cuerpos y corazones respecto de los ideales del amor y de la nacionalidad dos personajes se erigen recurrentemente como el peligro o como los enemigos de la Patria y de la familia legítima heterosexual: el homosexual y la prostituta.
Hacia 1954, en pleno conflicto con la Iglesia Católica, el presidente Perón vuelve a poner en relación los tópicos de la prostitución y la homosexualidad pero con otro sentido. Ahora los homosexuales son los enemigos y las prostitutas pueden constituirse en salvadoras. El General despenaliza la prostitución y auspicia la apertura de prostíbulos cerca de los cuarteles militares con la convicción de que las rameras patriotas protegerían a los soldados guardianes de la Nación de caer en la tentación de desahogar sus placeres sexuales entre sí.
Teniendo en cuenta esta tradición cultural resulta subversivo y explosivo que en la telenovela Avenida Brasil se muestre la unión entre el gay y la que es considerada la puta del barrio El Divino. En efecto, el romance público y futuro matrimonio entre Roni (Daniel Rocha Azevedo) y Suelen (Isis Valverde) es mucho más que la estrategia del futbolista de usar la pantalla de la mujer para escapar a la homofobia del mundo del deporte o la de Suelen para obtener un pasaporte que le permita quedarse en el país. Es la unión de dos seres marginados y despreciados históricamente desde tiempos inmemoriales. De hecho, lo que había comenzado con un odio visceral por parte de Roni y de una rivalidad latente entre Roni y Suelen por el amor y el cuerpo del futbolista Leandro (Thiago Martins) se transforma en empatía cuando la María Magdalena boliviana es humillada merced a una burla de los muchachos del barrio que la dejan semidesnuda en un escenario. Seguramente porque esa burla rememoró en Roni otras tantas sufridas en el vestuario de los machos. Ya anteriormente Suelen había reparado en que ambos tenían muchas cosas en común cuando le señaló a Roni que “Me odias porque yo hago lo que a vos te gustaría hacer”, es decir acostarse con todo el equipo futbolístico (mérito que hasta ahora sólo había afirmado en el ámbito local, Silvia Suller.
Avenida Brasil vuelve a hacer historia enlazando al puto y a la puta en una complicidad amistosa que los hace reír a carcajadas del barrio que otrora los relegaba y ahora los envidia. Una sociedad que pone en primer plano el deseo y el goce femenino a la vez que denuncia la hipocresía de la sociedad matrimonial. Bajo la fachada del matrimonio heterosexual, Roni y Suelen pueden dar rienda suelta a sus deseos. Es central la escena en que Roni pide hablar con su padre y cuando éste espera su salida del armario, el muchacho le sale con la noticia más escandalosa de que va a casarse con la mujerzuela.
El deseo desmesurado por los hombres (la encantadora Suelen contiene a duras penas sus instintos de abalanzarse sobre el propio Roni señalando que nunca estuvo acostada con un hombre sin poder tocarlo mientras Roni le señala que Suelen nunca se conformaría con un hombre para satisfacerla sino que precisa de un ejército) hermana a Suelen, Roni y también a la madre de Roni que supo tener un pasado voluptuoso de actriz porno.
En Avenida Brasil, las mentes cuadradas pierden. Y así como Diógenes, el padre de Roni, perdió por su poca apertura mental el amor y la pasión de su esposa, cuando en los próximos capítulos se suceda la ceremonia matrimonial, Leandro mirará con tristeza a los flamantes y bellos novios sabiendo que se perdió algo: el amor de Roni, el amor de Suelen o tal vez el de los dos. O quizás, en una novela que pone constantemente en cuestión los lazos familiares tradicionales (los padres y madres adoptivos tienen mayor peso afectivo en la vida de sus hijos que los biológicos; Carlitos —Alexandre Borges— tiene tres familias y ama con igual intensidad a todas sus mujeres e hijos), se atrevan a pensar una familia de a tres.
Avenida Brasil en Historias de Corazón. Telefe, lunes a viernes de 16.30 a 17.30.
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