Vie 06.03.2015
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MI MUNDO

La vida en zunga

Diseñadora, DJ, experta dómina, performer tiempo completo, la colombiana Ladyzunga se rebautizó con las 27 letras del alfabeto. Su conquista del nombre propio, un grito de guerra contra las identidades inertes, clama que arte y vida son una sola.

› Por Matías Máximo

La ley argentina permite cambiar de nombre y de género en el documento siempre que “corresponda” con el género elegido (alguien de género femenino no puede llamarse Jesús, por ejemplo). Tampoco se puede elegir poner los dos géneros o no poner ninguno: hay que estar dentro de uno de los casilleros. En Colombia también hay que estar en los casilleros, pero las personas se pueden cambiar por una vez en la vida el nombre a otro, sin ninguna restricción.

En su ceremonia de bautismo ante la comunidad postporno, una persona le puso en el ano un tubo rojo con una bomba de aire en la punta, que después de accionar una vez por cada letra le quedó colgando como diabla. Después, la noticia retumbó en los cuatro meridianos: una colombiana se cambió el nombre por el de Abcdefg Hijklmn Opqrst Uvwxyz. “Un nombre sin género que puede ser todos los nombres, que se entrega al devenir”, dijo a SOY ella, que es todos los nombres y entre ellos Ladyzunga, una DJ performer que surgió de los bajos electro porteños en 2007.

—Estaba en Buenos Aires haciendo un master en Diseño y una noche me presenté en una disco con una máscara que gustó tanto que me pidieron que intervenga. Seguí yendo varias veces a ese lugar de Palermo, donde solían pasar música hardcore y empecé a performatizar como DJ. Fue el comienzo de muchos cambios en mi vida, creo que estar en otro país un tiempo me abrió la cabeza y me ayudó a pensar qué era lo que quería ser.

También frecuentaba las fiestas Namunkura y cada vez se animaba otro poco a la extroversión que el deseo le pedía: máscaras, látex, colores, estampas. Cuando volvió a Colombia, después de dos años en el país, sobre esa ola de comming out que se volvió Argentina para el mundo, se cruzó con el bdsm y las cuerdas. Ahora en Colombia sus puestas mezclan música con proyecciones y se presenta con nombres que varían, entre ellos Perra Bendecida, París Hitler y Cyborgazmika. A veces hace performances u acciones que problematizan el género y las partes del cuerpo designadas para el placer, como en su proyecto Autodigitalización, donde expone que la piel es el órgano más grande del cuerpo e invita a explorarlo. En otra de sus performances, parada en un banco diminuto con tacos aguja, gira centímetro a centímetro, pregunta: “¿Cuánto cuesta ser una mujer con pene?”, y larga una lista de presiones sociales y económicas. Hace poco abrió un restaurante bar que propone “aprender viajando, explorando y reconociendo las regiones colombianas, con su historia e identidad culinaria, sus costumbres, creencias y vestuarios”.

Desde que decidió que se cambiaría el nombre, Ladyzunga pensó en varias posibilidades: “Primero se me ocurrió ir a algo neutro como Andrea, pero no me identificaba. Abcdefg Hijklmn Opqrst Uvwxyz es una forma de llamarse que no tiene género ni límite de combinaciones, me puedo llamar como se me dé la gana. No es un chiste mi nombre, es una forma de mostrar que las etiquetas no sirven y limitan las identidades”.

¿Qué son las identidades?

—Para mí el ser y la mente son un devenir, algo que está en constante transformación. Y no estamos en un lugar hermético, sino en una sociedad, con otros animales y con la naturaleza. Para mí ese interactuar hace que cambiemos constantemente, por eso creo que la identidad resulta la búsqueda de eso que somos en cada momento. Creo que los Estados, la Iglesia y otros organismos de normalización trabajan para que haya “una” identidad y que de esa forma sea más controlable. Si todos trabajáramos en nuestra identidad, sería muy difícil de controlar y vigilar, pero a veces es difícil porque resulta duro lo que se encuentra. La identidad también es una combinación de “lo que soy y lo que quiero ser” junto a “lo que soy y quiero dejar de ser”.

Antes de que aceptaran el cambio de nombre tuvo que pasar por varios registros civiles y después le pasó que no le creyeron: en el aeropuerto no le aceptaron la reserva a la distancia, como tampoco en una empresa de buses. Desde que se cambió el nombre le hacen entrevistas casi todos los días, incluso salió en la TV japonesa.

¿Tu nombre es una performance?

—Sí, claro, es una performance de vida. Al comienzo fue personal y tuvo que ver con cambiarme el nombre porque ya que no me gustaba. Bah, en realidad, no tanto que no me gustase sino que no me representaba. Ahora mi nombre pasó de ser una performance a un happening permanente, que se renueva cada vez que me preguntan cómo me llamo.

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