ENTREVISTA EXCLUSIVA > ANNIE SPRINKLE - BETH STEPHENS
¿Es la comunidad lgbt más propensa a la sensibilidad ecológica o es que ser verde es una pose tan expansiva que nos roza a todxs? “¿A quién le importa si empezás por lo más ‘careta’? Si la moda sirve para volver a la gente más consciente de ciertos temas, ¡bienvenida sea!”, dice el Brujito Maya (Gabriel Rugiero) –docente en la UNA, astrólogo y administrador de Verde Gay, espacio donde se pueden encontrar desde una invitación a un taller de jugos vegetales desintoxicantes y libros de descarga gratuita como Tengo un mensaje para vos (o acá tenés el resto de tu asadito) hasta videos de Gloria Gaynor–.
Wanda Rzonscinsky, por su parte, cuida el agua, va a manifestaciones contra los zoológicos, hace compost y recicla cuanto puede “y mil cosas más. Pero cualquiera me puede decir que eso es insignificante respecto de lo que hacen las empresas o el Estado. Y tendría razón. Pero más importante es el poder de tomar decisiones sobre cómo pasar por el cuerpo aquello que unx cree, milita o simplemente se pregunta. Así desactivamos la idea de que hacer hago diferente ‘no vale la pena’. Eso es usar el propio cuerpo como espacio de experimentación, pero también la extensión del cuerpo propio, el mundo propio, la propia vida”. ¿Dónde comienzan las relaciones entre una lucha y otra? El antecedente más obvio de estas afinidades es el ecofeminismo. Bautizado en 1974 por Françoise d’Eaubonne, es un movimiento que busca puntos de contacto entre la opresión del mundo natural y la de las mujeres. Reprocha hacia dentro del movimiento de mujeres la indiferencia ambiental y hacia dentro de los verdes la falta de perspectiva de género. La cultura de los pueblos originarios estadounidenses y las campañas antinucleares de los ’70 influyeron en una primera ola ecofeminista, que tuvo trasfondos tanto teológicos como socialistas, y también recibió acusaciones sobre todo de rozar, o abrazar, el determinismo biológico. Muchas ecofeministas planteaban una conexión entre las mujeres y la naturaleza, y a la masculinidad per se como causa del comportamiento ecológica y socialmente destructivo. Vandana Shiva, filósofa india, seguidora de Ghandi y ganadora del Right Livelihood Award –el Nobel alternativo– identifica la esencia femenina con la Madre Tierra. Las mujeres estarían así predispuestas al pacifismo y la conciencia eco. “A esta vinculación entre lo femenino y lo natural no la inventaron las ecofeministas, se ve por ejemplo en los nombres: Mar, Rosa, Perla. En los nombres masculinos esto no existe. Soy un hombre trans y escogí el nombre de Río como reivindicación de que los hombres también somos naturaleza”, asegura Río Castro, activista independiente pro-derechos de los animales de Galicia.
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