GRAFFITI
Kpitu es una graffitera que anda llenando las calles del mundo de chicas negras, lesbianas, graciosas y poderosas.
Ella es artista política. No expone en museos ni en galerías, sino en la calle. Le ha adosado a su apellido el de su admirada Audre Lorde –la escritora y activista lesbiana afrodescendiente nacida en Harlem que le supo agregar la negritud a la misma lucha–. Pero a la hora de firmar sus graffiti pone Kpitu. Homenaje al personaje de nombre impronunciable y “ojos de resaca” que habita las páginas de Don Casmurro, el libro del escritor negro Machado Assis. Esta pintora, que se ha expresado no sólo en el ámbito público de su ciudad, San Salvador de Bahía, sino en el de todo ese Brasil que ha podido recorrer y que es mucho, ha dejado su sello estampado también en las paredes bogotanas y, para llegar más lejos todavía –por ejemplo a los ojos buscones de Soy–, ha subido esas imágenes a flickrhivemind.net/User/KPITU. Especialista en visibilizarse a través de hermosas lesbianas negras, elige mostrarlas besándose y aureadas por la palabra Revolución, o fundiendo sus desnudeces y sacando de sí una oleada de energía celeste, divina. Pero también está la rabiosa chica de arete venusino que empuña un arma, cuyo caño intimidatorio apunta de frente a lxs peatonxs. Hay una que ha convertido su mata de pelo negro en globo de historieta donde advierte: “Respete mi cabello”. Los de Gonzaga Lorde son cuerpos reales y redondos de mujeres graffitadas en muros gastados y puertas que nadie abre. Sobre estas superficies lisas o corroídas, sus lesbianas exhiben su belleza, su negritud y sus deseos, con trazos vivaces y fosforescentes (tan fosforescentes que no pueden pasar desapercibidos para ningunx peatonx). “Busco imprimir en el cuerpo de la ciudad cuestiones relacionadas con los cuerpos gordos, la sexualidad, la valorización cultural de la mujer negra y la ancestralidad espiritual”, explica Kpitu. Y sobre sus inicios cuenta que empuñó por primera vez un aerosol hace relativamente pocos años, en el 2011: “Fue por sentir la necesidad de representar mujeres en el arte callejero y, al mismo tiempo, desafiada a llevar mi propia voz a través de ellas. No conté con el apoyo de ningún graffitero para enseñarme las técnicas, por eso empecé sola a pintar y así sigo, ‘ainda’ perfeccionándome.” Annie Gonzaga Lorde, además de artista callejera, es cofundadora del grupo de capoeira Angolleiras Libertárias, una práctica que ella concibe como lesbo y transfeminista, al servicio de una conexión antipatriarcal entre mujeres negras para la deconstrucción de un mundo donde las jerarquías del poder han hecho que las calles se convirtieran en la casa y el campo de batalla de todxs lxs excluidxs.
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