ENTREVISTA
Su desenfreno tropical, sus desnudos, su puesta en escena de la transgresión, sus maquillajes y atuendos fuera de serie lo hicieron merecedor del alias “David Bowie brasileño”. Con más de cuatro décadas de una carrera legendaria, su sello ambiguo brilla en la Música Popular Brasileña. Antes de su show en Buenos Aires, Ney Matogrosso habló con SOY (NOY), entre otros temas, del gran amor de su vida, de su cruzada antiphotoshop y explicó por qué envejecer con gracia es para él un derecho inalienable.
Cuando “Rosa de Hiroshima”, “Sangre latina”, “Hombre con H” y “Balada para un loco”, de Piazzolla, o “Bandido Corazón”, de Rita Lee, aparecieron en Brasil, Ney Matogrosso sobrepasó todas las fronteras, incluidas las de un público gay que, según él, “si hoy se juntara podría, con sus ocho millones de integrantes, elegir presidente en mi país”. Ese primer contacto con el éxito tuvo lugar en 1972, en su rol de líder de aquel exitoso estruendo, a medio camino entre el rock, el pop, la performance, que fue Secos & Molhados –primera y única experiencia en banda de Matogrosso–. Los Secos duraron apenas dos años, pero el cimbronazo que provocó la banda en Brasil fue tal que la discográfica con la que tenían contrato, en plena crisis de la industria del vinilo, decidió derretir discos de otros grupos para reimprimir los de los enmascarados Secos.
Hasta allí se remonta su entusiasmo por el maquillaje, el disfraz, y por tensar los límites entre lo femenino, lo masculino y todos los grises intermedios. No hace mucho Ney confesó haberse escandalizado a sí mismo al volver a ver antiguos videos de la banda: “En muchos shows terminaba desnudo. Y pensé para adentro ‘¿Cómo es que Globo muestra esas imágenes?’. Enseguida, avergonzándome un poco de mi sentimiento puritano, me dije: ‘¿No me estaré volviendo un viejo soso?’”, se ríe. En 1975, Ney lanzó su primer disco en solitario, Agua do Céu-Pássaro. Este venía con una tapa de cartón rústico, con un retrato de él mismo pintado, vestido con pelos de mono, cuernos, pulseras de dientes de vaca. Incluso para el público de los desobedientes ’70 ese disco fue demasiado extravagante y, por lo tanto, flojo en ventas.
La voz de Matogrosso, adoptada sin limitaciones de género, pasó a ser el grito de un Fénix sorprendente en todas las clases sociales, desde la aristocracia hasta las más populares. Incluso aquellos que lo descubrieron y lo colocaron en un podio del que jamás podrán sacarlo están siempre listos para descubrir sus nuevas creaciones, siguiéndolo y venerándolo como a una papisa mágica, que provoca siempre una conmoción en quien necesita de su voz fascinante, como un alivio, una certera vía de éxtasis, una perpetua iluminación. Pasando ya cuatro décadas de una carrera legendaria, su voz es un diamante en 40 quilates que resplandece con luz propia en el panorama de la Música Popular Brasileña.
“Desde niño –comenta Ney– hablaba tan finito y creía que era un defecto tener voz casi de mujer.” Con el tiempo, lo que sospechaba erróneo se transformó en la marca registrada de un arte incomparable, popular y venerado más allá incluso de las fronteras de su propio país. “Siento que ahora mi voz es más completa. Durante tantos años fui dejando aquella etapa de ‘castrati’ algo vidriosa e incorporando tonos medios o graves. Ahora mi voz es más completa y, si quisiera subir a aquella nota, puedo saltar sin problema ni ningún esfuerzo. A pesar de mis miedos por el paso del tiempo hoy, más de siete décadas después, agradezco sentirme con la misma intensidad sobre cualquier escenario.”
–Mi padre era el típico militar y por supuesto no quería de ninguna manera que yo fuera cantante o actor, como intentaba en mis comienzos. Por algo digo que en el fondo soy un actor que canta. Mi padre siempre repetía: “Hombre artista es puto y mujer artista, lesbiana”. Esa mentalidad era tan típica de aquella época que yo me resistía a escucharla haciendo un gran esfuerzo. Discutíamos y sufrí muchísimo, pero con el tiempo al fin logramos un maravilloso reencuentro.
–Cuando se enteró de que yo cantaba en un coro de Brasilia, la ciudad donde vivíamos. Cierto día un amigo me invitó a hacer canciones populares y así comencé a descubrir las primeras canciones que me fascinaban. Mi profesora estaba muy ilusionada por transformarme en un intérprete lírico y, cuando se enteró, me dijo secamente que yo me estaba faltando el respeto a mí mismo al meterme con ese cancionero. En ese tiempo existía una feroz competencia entre el panorama de la música popular y la erudita.
–Para nada, al contrario, todo está muy fusionado. Si hay algo que justamente quisiera agradecer a mi país es la enorme y variadísima musicalidad en todos los registros de la Música Popular Brasileña.
Ney Matogrosso hasta la fecha ha grabado innumerables temas, creando entre ellos varios clásicos que ya están en la memoria colectiva de sus seguidores en el mundo entero. Con un fantástico personaje real, trasgresor, sensual, escandaloso y vestuarios que muestran más de lo que ocultan, maquillajes osados, andróginos, nunca vistos, se desplaza en escena con una danza y ritmo vertiginosos, como una aparición. Nos dice: “Al fin de cuentas soy un personaje absolutamente creado por mí mismo. Vivía en el Barrio Liberdade, donde vivían muchos japoneses con sus maquillajes provenientes del cabuqui. El día en que me puse una máscara blanca sobre el rostro sentí un coraje desconocido incluso para mí mismo y al mismo tiempo una liberación absoluta. Asistí al nacimiento de otro que, por supuesto, estaba oculto dentro de mí. Desde entonces comenzó una celebración permanente, incluso bailaba semidesnudo, quedando apenas con un taparrabos sobre el sexo. Al público le encantaba y yo no sentía ninguna vergüenza de ser tan feliz”.
–Libertad total para todos. Cada uno es responsable por sí mismo y también por el otro. Una filosofía que considero de la más pura anarquía y que muchísimas personas confunden con basura. Es que lamentablemente el pensamiento popular ha hecho una gran regresión. Estamos en un país cada día más careta. Hoy sería imposible vivir apenas un día como en los maravillosos años ’70, cuando incluso debíamos escapar de la represión. En Ipanema todo el mundo andaba como quería. Las playas, cubiertas de artistas, y multitud de personas celebrando el día entero: sexo, drogas y rock and roll. No existía el flagelo del sida y a pesar de la dictadura nosotros nos arriesgábamos a ser libres. Una manera de vivir que tiene mucho que ver con aquella canción que hice y amo: “Vida loca vida”.
–¡Para nada! Ahora, igual que antes, sigo asumiendo todo sobre mí. No tengo nada que ocultar. Aunque exista una parte de mi privacidad bastante infranqueable. No me asusta para nada envejecer, lo siento como un derecho legítimo. Tampoco quisiera que volviera a pasar lo que me hicieron en cierta nota: con Photoshop plancharon mi cuello y cara como si los estuvieran mejorando. Al ver las fotos sentí una mutilación y desde entonces en cada reportaje exijo que jamás retoquen mi imagen por ningún motivo.
–No estoy a los pies de un bosque, sino adentro. Adoro escuchar el zumbido de los insectos. Eso para mí es el mayor regalo, lo más digno de llamarse lujo. Desde niño empecé a amar los ciclos de la naturaleza, llegué a tener más de diez perros. Paseo por los matorrales y veo cada hoja o arbusto fascinado. También adoro estar solo, lo cual no significa soledad para nada. Siempre bromeo con que en las parejas lo ideal es que tu amor viva en el departamento de enfrente.
–Uno de mis abuelos nació en Corrientes y su esposa, mi abuela, era paraguaya. En verdad me considero plenamente sudamericano, aunque los brasileños en general son más aferrados a los países del Norte.
Cuando escuché sus frases “Mi ametralladora está llena de magia, / Pero soy sólo un hombre más/ Cansado de correr en la dirección contraria,/ Sin podio de llegada y mi amor me corta la cara”, una conmoción fascinante me sacudió por completo. Era la nueva estrella de la Música Popular Brasileña, el increíble y conmovedor Cazuza, que también había escrito otro tema celebre: “Vida loca, vida breve”. Tanto me deslumbró que pensé incluso ir a Brasil, aunque sea por un fin de semana, para verlo en vivo. Se había criado rodeado por Chico Buarque, Caetano, Elis Regina, Gal Costa y su adorada Rita Lee, había debutado como vocalista de la después famosísima banda de rock Barão Vermelho. Su obra corta aunque contundente, con una musicalidad que irradia hasta el día de hoy una insólita y ardiente dulzura, lo ubica entre los más trascendentes autores brasileños de la última zafra. En 1989 declaró vivir con VIH y con esa noticia el mito comenzó a cimentarse. Cazuza fue, además, el gran amor de Ney: “Desde que nos vimos por primera vez, mucho antes de que fuera compositor. El tenía apenas 18 años y yo ya rondaba los cuarenta. Estábamos en la playa y, desde lejos, Cazuza comenzó a mirarme de manera fija e insinuante. Al rato, a través de amigos en común, me fue enviando mensajes y esas cosas”.
–No tardó nada: una noche cierta amiga en común tocó el timbre de mi departamento. Subió y me comentó que él estaba afuera. Le dije que lo hiciera pasar. Entró y de inmediato me pidió un beso. Nos quedamos los tres hasta el amanecer y, en vez de ser una historia de una sola noche, nuestro amor recién había comenzado. Al principio yo no tenía ni idea de que era hijo de un poderoso empresario de multimedios, al contrario, más bien parecía un bellísimo ángel desbarrancado del cielo. Cazuza siempre fue perdidamente dulce y ahora, cuando pienso en él, mi sentimiento amoroso continúa siendo cada día mayor, como si estuviera a mi lado.
–Cuando recién llegué a Río fui directamente a la sala de teatro Cecilia Meirelles porque me dijeron que había una vacante de iluminador y yo necesitaba trabajar. En el teatro sólo tenían un cañón de luz para enfocar a diversas figuras que se presentaban allí. Desde Paulinho da Viola a un debutante Caetano Veloso. Con el correr de las funciones descubrí que en la iluminación estaba el espíritu fundamental de lo que sucede en escena. La luz ofrece muchísimo, por no decir casi todo. Desde sus colores y gamas infinitas surge un espíritu que se apodera de todo. Cuando Cazuza ya estaba muy enfermo yo lo iluminaba de color rosado. Era mi manera de arrojarle energía sin cesar.
Conversar con Ney trasciende la simple entrevista. Es como un susurrar fascinante con ese enjambre de deidades que lo habitan. Cuando le pregunto a qué se debe el título de su último disco (Atento a las señales), aclara: “Observo mucho todo lo que me sucede. Cuando hablo con alguien leo sus gestos y, sobre todo, lo que dice su mirada. Más que ser observado me encanta observar incluso las pequeñas cosas de mi vida en sus más ínfimos detalles, o las de mis amigos. Aparte, sigo con atención todo lo que ocurre ahora en mi país, oscurecido por una situación que sigue empeorando día tras día. Lo único que funciona es la FIFA, o sea, el fútbol, movilizando fortunas, pero del pueblo nadie se ocupa. Para construir estadios han desalojado familias enteras. Políticamente hablando, mi país es un asunto difícil de entender. Por un lado se pregona que estamos en plena democracia pero parece que han surgido diversos intentos de censura, aparte de la indigencia generalizada. Los trabajadores padecen, entre otras injusticias, por ejemplo, el sufrimiento diario y permanente de tener que viajar hacia sus trabajos apiñados en subtes u otros medios de transporte. El compositor Jorge Mautner manifestó en una entrevista cierta teoría, dice que aquella libertad que vivimos en otros tiempos sólo fue permitida como parte de un experimento de laboratorio. Fuimos cobayos sin siquiera imaginarlo”.
–Me siento una especie de Gay-sha madre, por decir algo gracioso. Hoy, mientras todo es de una visibilidad muy marcada, al mismo tiempo, también surge del lado opuesto muchísima gente en contra. Existen corporaciones inmensas y muy poderosas organizadas específicamente contra todos nuestros derechos. Movilizados por el poder del dinero, que parece una nueva Fe. Hasta el propio Diablo, incluso, siento que tiene una importancia relativa cuando aparece este tema. Están de moda riquísimos pastores e iglesias evangelistas que se movilizan contra todos nosotros. Si el mayor de los pecados es matar, estos seres terribles intentan destruirnos de manera constante y a pesar de ellos al fin seguimos más fuertes. Somos capaces de resistir como siempre lo hicimos.
–Voy a incorporar “Secos”, un tema de mi álbum debut que vendió casi un millón de copias. Una lista de canciones que incluye temas de Vitor Ramil, Lenine, Itamar Assumpção, Antunes, autores ya considerados de culto, y también estrenaré nuevos compositores con títulos como “Incendio”, de Pedro Luis, “Oración”, de David Black, “Cliente de media noche”, de Criolo, “No lo logro” y “Samba de Blackberry”, del grupo Banda Tono, “Tupifusión”, de Víctor Pirralho y “Todo el mundo o el tiempo todo”, de Dan Nakagawa, entre un sinfín de sorpresas con las que celebraremos este esperado reencuentro con mi Buenos Aires querido.
Sábado 16 de mayo a las 21.30.
Teatro Coliseo
Marcelo T. de Alvear 1125
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